La distancia más corta entre dos puntos dados, es la línea recta, dice un axioma o verdad tan clara que no necesita comprobación.

Dicho axioma es aplicable a la lucha por la emancipación del proletariado.

El camino recto a la liberación de la clase trabajadora es la acción directa. Desde el menor acto de violencia individual contra los opresores y explotadores y la huelga revolucionaria, hasta la revolución armada.

El camino torcido es el de la acción política. Desde la humillación individual ante la altanería de los patrones y la huelga pacífica, hasta la conquista del poder por algún redentor de los trabajadores.

La acción directa conduce desde luego al punto final de la jornada: a la emancipación del proletariado por medio de la eliminación de la autoridad, del capital y del clero, que son los causantes y mantenedores de la esclavitud de la clase productora.

La acción política conduce a irrisorias mejoras en la condición de los obreros, dejando en pie las verdaderas causas del mal: autoridad, capital y clero; mal que terminará por forzar a los partidarios de la acción política a recurrir a la acción que tanto temen aceptar: la directa.

Por medio de la acción directa en su forma final, la revolución armada, el proletariado no tiene que hacer más que un solo esfuerzo, ahorrándose las energías mal gastadas en la acción política y sus consiguientes descalabros y desengaños.

Con la acción política, a más de perder inútilmente sus energías en tanteos infructuosos para lograr por medio de súplicas vergonzosas y pacíficamente su emancipación social, política y económica, el proletariado tendrá, cuando al fin se desengañe de la inutilidad de confiar su emancipación a un tercero, que aceptar y recurrir a la acción directa, y hacer entonces nuevo acopio de energías para emprender el esfuerzo final.

La revolución armada consciente da directamente en el corazón del sistema capitalista; es el camino recto y, por tanto, más corto, que conduce a la emancipación del proletariado.

La acción política trae a los trabajadores por caminos escabrosos y torcidos, de hambre, de miserias y de inútiles sacrificios, haciéndoles dar rodeos inmensos por eludir la violencia y los medios radicales, para, al final, caer inevitablemente sobre el camino recto de la acción directa, porque es el único que conduce a la emancipación del trabajador.

Si en vez de dar ese gran rodeo por el cual conduce la acción política, para caer al fin al camino de la acción directa, por ser éste el único que conduce al puerto de entrada a la emancipación obrera, los trabajadores siguiesen desde un principio el camino recto de la acción directa, se ahorrarían fatigas, sacrificios, sangre y tiempo.

Comprendan este axioma los trabajadores: la distancia más corta entre dos puntos dados, es la línea recta. Comprendan que la distancia más corta entre la esclavitud a que están reducidos y su emancipación, es la línea recta del camino de la acción directa. Compréndanlo así, y en vez de luchar por establecer un gobierno que les dé lo que quieren, luchen con las armas en la mano por su propia cuenta expropiando la riqueza social de manos de los acaparadores y haciendo entrega de la misma al proletariado. Tomen como programa de acción nuestro Manifiesto del 23 de septiembre de 1911, y enarbolando la bandera roja de Tierra y Libertad, peleen denodadamente por su emancipación al grito de: ¡Muera la autoridad, el capital y el clero!

(De Regeneración, del 25 de diciembre de 1915. N° 218).

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