Unirse en las horas de peligro, de angustia, de necesidad; correr en socorro del hermano caído, o al del que amenaza un peligro o una desgracia; vigilar por la comodidad y el bienestar de los otros como si fuese de uno mismo, ésa es la solidaridad.

La solidaridad es sentimiento altruista y benevolamente egoísta.

Es altruista, porque no puede ver con indiferencia la pena, la desgracia, el peligro, la vejación y la explotación sufrida en otro hermano.

Es egoísta, porque por propia defensa, por propia conservación y propia tranquilidad, nos anima a salir a la defensa y socorro de los otros, porque sabemos que, de no hacerlo así, damos más ánimo al enemigo en sus desmanes y originamos que el mal que en tales momentos afecta a otro, pueda más tarde extenderse a nosotros y a los demás. Pero este egoísmo no es el sentimiento bestial que estamos acostumbrados a conocer con tal nombre. No es la tiñosa envidia por el bienestar y la felicidad de otros. No es la preocupación mezquina de ser nosotros solos felices y dichosos. Es el sublime sentimiento, la loable aspiración de que nosotros seamos felices y dichosos, pero en unión de los demás, no solamente nosotros.

Este sentimiento de solidaridad es uno de los que debemos cultivar en nosotros mismos e inculcar en las mentes, en el cerebro de nuestros hijitos, porque es la base principal de la posibilidad y estabilidad de la hermosa sociedad futura con que soñamos.

De ese convencimiento viene que vea con placer que dicho sentimiento se desarrolla más y más entre la clase productora. Desarrollo que compruebo en la infinidad de cartas que recibimos de amigos y compañeros que, indignados, han prestado sus firmas para protestar contra el criminal atentado que pretenden llevar en contra nuestra y de la vida de Regeneración, los sayones de Wilson.

A las ya numerosas protestas que han llovido sobre Wilson y sus cachorros, se han añadido las últimas siguientes: California: Anita Monreal, diez firmas; Agustín Beltrán; A. Ramírez, diez; Máximo Lozano, dos. Arizona: Juan S. Nájera, cuarenta y una firmas; Manuel Estrada; Pascual Macías, veinte firmas; Manuel Izquierdo. Cuba: Agustín González, cinco firmas. Kansas: Cirilo González. Nuevo México: Juan B. Salas. Oklahoma: Mauro Ramos, cinco. República mexicana: Trinidad Barrón, doscientas cincuenta y una firmas; por conducto de Fernando Palomares, seis de C. Juárez; Fidel Murrieta, ciento ochenta y cinco firmas. Texas: Nicolás Martínez, dos; Francisco García, tres; Antonio Trejo, veintitrés; Catarino Rendón; Juan C. Martinez; Fernando Palomares, quince; Donaciano Castillo; P.M. Agüeros; P.D. Franco.

Esta agitación que se está llevando a cabo por nuestros compañeros contra el atropello de que a nosotros y al periódico se quiere hacer víctimas por parte del gobierno americano, para satisfacer los deseos de Venustiano Carranza y ayudar a este futuro Porfirio Díaz a subyugar al proletariado mexicano, demuestra que el sentimiento de solidaridad y la conciencia de clase están ya bien despiertas en la clase obrera mexicana. Lo que es de felicitarse.

Esta agitación sirve también para demostrar a los inconscientes para lo que sirve la autoridad: para tiranizar, para entorpecer a los pobres que batallan por ser libres, para tenerlos eternamente con las cadenas remachadas en los pies y poder sostener y retener los privilegios que se han abrogado, que se han apropiado, los parásitos de arriba.

Continuad agitando, queridos camaradas, que entre más ruido se meta, mejor; menos probabilidades habrá que se nos atropelle, menos habrá de que se atropelle a otros, y la propaganda avanzará más y más cada día.

Adelante, hermanos; y desafiando a nuestros tiranos, a nuestros explotadores y a nuestros embaucadores, demostrémosles que ya no somos borregos como antes, sino que estamos dispuestos a hacernos respetar. Lancémosles al rostro nuestro salivazo de desprecio y nuestro reto al grito que les aterra de ¡Viva la Anarquía!

(De Regeneración, del 25 de diciembre de 1915. N° 218).

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