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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.
Leavenworth, Kansas.
Febrero 14 de 1922.
Señorita Elena White.
Nueva York, N. Y.
Mi querida camarada:
Tu muy querida carta del 6 de este mes está llena de noticias perfectamente calculadas para dar a mi alma la alegría y el calor que tanto necesito; sin embargo, con esa encantadora ingenuidad que tanto me agrada de ti, porque me refresca y rejuvenece, dices:
Pensé escribirte una carta excelente y no he escrito nada nada que se parezca a eso ...
¿Puedo pedir algo más encantador?
Tu querida carta me hizo mucho bien. Las palabras de nuestro Owen me hicieron igualmente mucho bien, pues aunque no me considero como un escritor de primera clase, sino solamente como un humilde y sincero servidor y adorador de la belleza, veo en sus queridas palabras su cariño para mi, y esto lo aprecio, esto me llena de dulce emoción. Y la magnanimidad de J ... ¡Cómo quiero a este querido muchacho! Dile, sin embargo, que estoy muy enfermo y no puedo gozar de tan frecuentes obsequios y tan hermosas cosas. Mejor desearía, si él pudiera proporcionármelo, un buen libro, de vez en cuando; pero entonces, como soy un lector muy fastidioso - porque mi gusto ya está cansado - leería solamente con placer libros muy bien escritos, maravillosos, soberbios. Rivera recibió sus chocolates y está muy agradecido.
Escribí una carta a la señorita Blackwell y me contestó; es una señorita excelente ... Me dice que ellos harán todo lo que puedan por mí ... La esperanza es tan dulce que no puedo rechazar esta nueva noticia color de rosa; aunque estoy ya tan enfermo que creo que no podré disfrutar de mi libertad si al fin llega.
¿Que todos ustedes están trabajando para hacer hermosa la vida humana? No necesitan decírmelo, Elena querida. Lo sé, lo sé ... Sé que ustedes son soñadores, y los soñadores siempre trabajan para hacer hermoso el mundo. Si no estuviese yo encadenado a esta roca, estaría yo con ustedes, mis queridos hermanos y hermanas; estaría yo con ustedes en esas alturas, lejos, más allá del azul ... Y cuando estuviera cansado de vagar en los caminos del infinito, descendería a la Tierra para sacudir entre mis semejantes mi crin salpicada de estrellas. Y con un signo sugestivo de las maravillas que hubiere atravesado y con una mirada denunciadora de mi familiaridad con millones de estrellas, y con una voz que participase de la armonía de las esferas, les hablaría ... Les hablaría de lo que hubiese visto en mis viajes ultraterrestres. Les diría que la individualidad es la única cosa que vale y entra a formar parte de la grandeza y esplendor del universo. Diría a la aterrorizada multitud: Hermanos, no hay amo en el espacio infinito, y la única ley que rige ahí, es el amor mutuo y la ayuda mutua; pues con el objeto de que cada uno goce ampliamente de su vida individual, es necesario que ayude a los otros para que ellos gocen de la suya; y esa ley es la gravitación, o, en otras palabras, la atracción mutua, el amor ... El amor reina supremo entre las estrellas, y las tierras, cometas y lunas; cada uno ayudando según sus fuerzas, pero sin recibir ninguna menos ayuda de la que necesita para mecerse alegremente en su órbita. No hay allí ningún cuerpo celeste llamado rey o presidente, zar o sultán: todos ellos son hermanos y todos ellos se aman los unos a los otros. Soy un testigo de este amor maravilloso ... Escuchad: de las playas inmediatas viene el rumor formidable de un suspiro poderoso, es nuestra Tierra, que contesta por medio de sus océanos, las amorosas atracciones de la luna ... Así, pues, por medio del amor y solamente por este medio, sin la ayuda de un amo, sin las extravagantes reuniones de las asambleas legislativas, sin la existencia de jueces, policías, soldados, verdugos y sus infernales instrumentos; las estrellas, las tierras, los cometas y las lunas, viven armoniosamente disfrutando cada una su vida individual, libremente, sanamente, felizmente ... Hermanos: ruego a ustedes que se conviertan en estrellas, tierras, cometas y lunas.
Así sería mi discurso, y cuando entre la multitud se mirasen unos a otros con miradas interrogativas, acerca del significado de las palabras extrañas para ellos, me embarcaría en la primera nube opalina que pasara vagando, para ir a juntar una provisión de frescas impresiones en el azul, sobre los caminos del infinito, y volvería de nuevo entre los mortales mis semejantes para mostrarles que la belleza es la libertad ...
El señor Weinberger ha sido tan bondadoso que me ha enviado una copia de la carta que acaba de remitir a los de Washington, pidiendo mi libertad a causa de mis enfermedades crecientes y ya alarmantes. ¿Serías tan buena que fueras a darle las gracias en mi nombre? ¿Puedo esperar esto?
Erma me escribió una bella carta esta vez ¡cuán buena es nuestra Erma! Le envío mi cariño y a todos nuestros camaradas. En cuanto a tí, buena y querida Elena, que con tanto éxito te esfuerzas a conservarme con buen ánimo, te envío mi cariño y el agradecimiento de todo mi corazón.
Ricardo Flores Magón
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