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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.
Leavenworth, Kansas.
Diciembre 27 de 1921.
Señorita Elena White.
Nueva York, N. Y.
Mi querida camarada:
¿Cuánto tiempo hace que no te escribo? Hace mucho, mucho tiempo; pero esto no quiere decir que no haya pensado en tí, mi generosa amiga. ¡He estado tan enfermo! Ahora me siento mejor, aunque no enteramente bien, y me apresuro a aprovechar esta calma espasmódica para comunicarme contigo.
¡Cuán hermosa y agradable es tu carta del 12 de este mes! Como las flores y los helechos, ¡cuánto han refrescado mi alma!, agradezco tus atenciones, mi buena amiga.
Como ya debes saber, solamente veinticuatro presos políticos fueron puestos en libertad el día de Navidad. A esto se redujeron las hermosas promesas que hizo la Administración, de tenernos presentes a todos. De los veinticuatro puestos en libertad, algunos estaban ya en libertad preparatoria, mientras que a otros solamente les faltaban unos cuantos meses para cumplir sus condenas. Debs y algunos otros estaban cumpliendo una condena excesivamente larga de diez años de prisión; pero a ninguno de los que sufrían condenas de quince a veinte años se nos tomó en consideración. Por lo tanto, tendrán que esperar, y tu amigo entre ellos.
Sí, tendré que esperar con el resto de mis camaradas, mirando cómo llega un año, transcurre lentamente y pasa. Y miraremos la llegada de otro año, y otro, y otro y otros más, hasta que un hermoso día, que será para mí tan obscuro como la noche, y cuando vean que ya no soy un peligro para la opresión, porque mis ojos ya no serán capaces de guiar mi pluma para escribir esas palabras que aman los humildes y detastan los soberbios, quizá seré arrojado a la luz, la luz que será sólo una palabra para mí ...
Las flores pueden desplegar sus corolas y sus atercipelados pétalos para agradar a los vivientes; pero yo no sentiré la gloria de su belleza; me imagino a mi mismo como un león sin garras, como una águila arrastrando sus destrozadas alas en la obscuridad ...
Culpas a los trabajadores, mi buena y generosa camarada, por su indiferencia para interponer sus brazos vigorosos entre mí y mis verdugos ...; pero, ¿realmente son ellos los culpables de mi suerte? No; son inocentes. Ellos no me nombraron su campeón para librar batallas por su cuenta; me nombré yo mismo. Los ví tan feos y tan ignorantes y tan débiles bajo el peso de sus cadenas, que mi corazón, amante de la belleza, se conmovió, y entonces fue cuando me convertí en rebelde. Todo es culpa mía; el pecado es de mis nervios por agitarse a la vista de la injusticia; el crimen es de mi corazón, siempre insaciable por la belleza. Quería que las masas fueran bellas por el único medio que pueden serlo: la libertad, y siendo demasiado pequeño para tan gigantezca empresa, fracasé, ¡ay! pero mi sueño de belleza es digno de cualquier sacrificio.
Mi cariño para nuestros buenos camaradas, deseando para tí un felíz año nuevo.
Ricardo Flores Magón
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