Índice del Epistolario revolucionario e íntimo de Ricardo Flores MagónCarta anteriorCarta siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Octubre 6 de 1920.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada :

Aunque esperada, porque estaba seguro que me escribirías, tu carta del 2 de septiembre último fue una sorpresa - y muy agradable - para mí: ¡es tan hermosa! ¡Y está escrita con tan extraordinaria sinceridad!

Tu admirable carta ha tenido el poder de conmover todo mi ser, a medida que sentía vibrar los latidos de tu corazón en cada una de sus páginas. Me siento tan deprimido que necesito esa clase de apoyo moral; porque debes saber, mi bondadosa Elena, que no puedo acostumbrarme a esta existencia que me han obligado a llevar; mi mente y mi cuerpo protestan contra este género de vida. iOh , si pudiera no pensar... ! Pero no puedo detener mi pensamiento. ¡No puedo! Y por consiguíente cada detalle de la vida en la prisión lastima mis sentimientos; los muros se elevan para impedir que me comunique con mis hermanos en ideales, con mis semejantes, con la Naturaleza; las rejas. ...que me hacen pensar en el miedo y el odio de aquellos que temen verme libre; el reglamento, que me manda obedecer, obedecer, obedecer... ; los garrotes, cuya sola vista hieren mi dignidad, como si materialmente fuese golpeado con ellos; todo, en fin, en mi triste ambiente me hace pensar que no soy hombre, sino una cosa. ¡Y ésto, cuando todavía me siento hombre!

¿Podrás comprender ahora porqué tu carta me hizo tanto bien'? Aunque un severo análisis de mí mismo, al cual me sujeto una y otra vez, me pone en desacuerdo con el poético retrato que haces de mí, sin embargo, lo estimo como estimaría cualquier cosa delicada, noble, cariñosa, bella; el perfume de una flor, una sonrisa bondadosa, un sentimiento simpático, el cintilar de una estrella; y tu carta es todo ésto. Derramaste en sus páginas todo el perfume, toda la luz y todo el calor de tu alma exquisita.

No temas escribirme mucho. Te suplico que lo hagas. Una cosa buena nunca me fastidia. Amo la belleza, y la belleza Ia encuentro en tus cartas. Es cierto que hubiera deseado que tus cartas viniesen más pronto; pero temprano o tarde son tan bien recibidas como un rayo de sol. No tengo por que quejarme. Durante los Iargos meses de invierno no culpamos al sol porque no calienta nuestros cuerpos ni anima nuestros espíritus; nos alegramos únicamente al verle venir hacia nosotros otra vez. ¿Podría yo culparte por no haberme escrito?

Escríbeme, escríbeme, mi buena camarada Elena.

Tengo que terminar esta carta. No puedo trabajar como tú, pero sueño y espero. . . Aguila sin alas, ¡ay! y sin garras, ya no me queda más que soñar, y ésto es lo que hago.

Da a nuestra querida Erma mis mejores recuerdos y fratemal cariño. En cuanto a ti, las tiernas emociones que tu inesperada carta despertó en mi corazón.

Tuyo fraternalmente.

Ricardo Flores Magón


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