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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.
Leavenworth, Kansas.
Febrero 8 de 1921
Señorita Elena White.
Nueva York, N. Y.
Mi muy querida camarada:
Tres joyas tengo ante mi vista: cada una de ellas es portadora de un mensaje de ánima, un aliento de gran entusiasmo y una solemne promesa de devoción al ideal ...
Me refiero a tus hermosas cartas del 26, 27 y 30 de enero último, en las que vertiste lo que sientes y lo que piensas respecto de nuestra causa, lo cual yo llamo la causa de la belleza porque la libertad es belleza. Hay solamente una palabra que podía expresar mis emociones a la vista de estas tres espléndidas joyas: ¡admiración! Me complace denominar tus tres últimas cartas: El canto del Amazonas, pues ellas son un poema en tres cantos. Eres una poetiza y el canto es hermoso. Me pone en presencia de la lucha más desigual, la lucha de una alma libre y audaz contra las deidades del cielo y los dioses de la Tierra. Esta alma, tu alma que, tomándoles por el cuello, arrastra ante el tribunal de la razón a las criaturas que el hombre crió en su terror y para quienes construyó tronos en los espacios estrellados; tu alma arrojando a los pies de la dignidad humana a los dioses terrestres, impuestos al hombre por medio del fraude, de la violencia y del crimen ... Es tu alma acorralada, pero todavía rechazando con valentía los implacables ataques hechos en su contra por las fuerzas de la obscuridad, las hordas de todos los prejuicios, de todos los fetichismos, de todas las costumbres, de todas las preocupaciones, de todas las tradiciones. ¿Te sorprenderá, pues, mi admiración? ¿Producirá esta admiración otra sonrisa indefinible? Sin embargo, mi admiración es sincera. ¿Cómo pudo resistir tu alma, y vencer actualmente el gran número de solicitaciones e influencias del medio? Una flor blanca y pura, nacida en la boca de un infierno, y sin embargo floreciendo pura y fresca ...
Cuán diligente eres, mi buena amiga. Tengo Freedom, de Londres, en mi poder; todos los números de 1920, y el número de enero de este año. Gracias a ti, a Keel y a Owen; necesitaba ese buen periódico; tenía hambre de esta lectura saludable. Estoy de acuerdo con estos camaradas; una dictadura es tiranía, y no puede conducir más que a la tiranía; y yo estoy en contra del despotismo, ya sea ejercido por los trabajadores o por la burguesía ... Esta cuestión rusa me preocupa mucho; temo que las masas rusas, después de haber esperado en vano la libertad y el bienestar que les habían sido prometidos por la dictadura de Lenin y Trotsky, retrocedan hacia el capitalismo otra vez. La actual miseria de las masas rusas, después de dos años de administración de las industrias por el Estado, puede conducir a esas masas a la conclusión de que el antiguo sistema de producción es bueno, y por lo tanto, en vez de poner las industrias bajo la administración directa de los trabajadores, pueden entregarlas de nuevo a los propietarios particulares. El efecto de esta acción sería desastroso para el movimiento revolucionario de los trabajadores del mundo, que cifra tantas esperanzas en el gobierno del soviet. Estos recelos míos me hacen ver con profunda simpatía la tarea de ilustración que Freedom está llevando a cabo. La caída de la dictadura de Lenin y Trotsky es cuestión solamente de tiempo, y los trabajadores del mundo deben estar preparados para mirar con serenidad tal fracaso, mientras que por medio de nuestra propaganda se conocerán las causas del fracaso, y se tendrá abierto ante ellos el camino que conduce a una sociedad sin amos.
Sírvete, mi querida Elena, enviar mis fraternales saludos a Owen y Keel y a todos los camaradas ingleses. Como mi querido amigo Owen desea saber cómo me encuentro, puedes tu informarle. Sabes que los días de mi vista están contados ... La obscuridad se aproxima, se aproxima ...
Tengo una carta del señor Weinberger en la cual también me informa de lo que tu me escribes: Que el Departamento de Justicia dará la consideración debida a mi causa. El señor Weinberger es muy bondadoso en ponerme al corriente sobre todo lo concerniente a mi causa. Sírvete saludarlo.
Recibí la rosa. Sí, ese objeto querido me dice de la sangre roja de la joven que vive para el ideal, y, naturalmente, amo esta rosa, porque me trae un mensaje de esperanza. Cuando contemplo almas jóvenes como la tuya, consagradas a la causa, miro con confianza el futuro de la humanidad. En tanto que la humanidad continúe dando nacimiento a Elenas Whites, habrá esperanza ...
Mi catarro me mortifica como siempre; siento mi cabeza muy pesada. Sí, he tomado medicinas aquí, pero sin ningún alivio. Lo que necesito es un cambio de clima; necesito mis trópicos ... Estas nieves son hermosas, me inspiran y las amo, pero ellas no me aman a mí; por lo tanto, necesito mis selvas, al menos por algún tiempo puesto que mi lucha me llama a las grandes ciudades ... Pero, ¿qué digo? Esos son sueños. La realidad son estos horribles muros que me separan de la vida. Sin embargo, no me pesa porque estoy en paz con mi conciencia. ¿Qué no darían los que me guardan aquí, por gozar de esa paz?
Ahora debo terminar esta carta, agradeciéndote, mi querida camarada, por haberme permitido participar del dulce calor que tu generoso corazón irradia, y con cariño para tí, Erma y todos los buenos camaradas, quedo esperando ansiosamente tu próxima joya.
Ricardo Flores Magón
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