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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Septiembre 8 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Estaba principiando a pensar que tal vez mi carta última había sido traspapelada otra vez por esa pobre mujer de quien me hablaste el otro día, y que esta fue la causa de tu silencio; pero tu apreciable carta del 27 de agosto explica cómo estabas embargada de melancolías, haciendo dos víctimas a ti y a mi, a ti, que ya te tenía en sus garras, y a mí, porque me veía privado de recibir más pronto tu carta.

Deseas mi opinión sobre la actitud que debemos adoptar los libertarios ante el movimiento sindicalista. Hay una cosa que creo firmemente que no debemos hacer: estar en contra de ese movimiento. De todas las formas de organización del trabajo, el sindicalismo se encuentra en el terreno más avanzado, y es nuestro deber ayudarlo, y si no podemos llevar todo el movimiento al plano más elevado de nuestros ideales y aspiraciones, a lo menos debemos esforzarnos por impedir que retroceda a tácticas y fines más conservadores. Sin embargo, no creo que jamás el sindicalismo, por si solo, llegue a romper las cadenas del sistema capitalista; eso se conseguirá por la labor de una conglomeración caótica de tendencias; eso será la labor ciega de las masas llevadas a la acción por la desesperación y el sufrimiento; pero entonces el sindicalismo puede ser el núcleo del nuevo sistema de producción y distribución, y en esta parte el sindicalismo será de gran importancia, porque su acción no sólo evitará la prolongación de una condición caótica favorable a la entronización de un nuevo despotismo, sino que liberará a las masas de la necesidad y las privaciones, haciendo más dificil, si no imposible, su retroceso al estado de cosas ya desaparecido. ¡He sido bastante claro, mi querida Elena? Pero tu sabes todo esto tan bien como yo, y temo que estos garabatos mios sobre cuestión tan obvia te envíen a dormir. Sin embargo, me pediste mi opinión y no puedo evadir la respuesta. Como ves, considero que el sindicalismo servirá mucho para evitar la prolongación del caos inevitable, porque existirá una tendencia organizada ya firmemente establecida, al mismo tiempo que muchas otras tendencias andarán tentaleando aquí y allá en la obscuridad del momento, sin poder encontrar una dirección definida. Ahora, en vista del papel lógico a que está destinado el sindicalismo en la gran crisis que se nos enfrenta a los seres humanos, nosotros, los libertarios, no debemos permanecer inactivos: debemos sistemática y persistentemente empapar el movimiento sindicalista con nuestras doctrinas hasta el punto de saturación, para que cuando llegue el momento, la producción y la distribución se lleven a cabo bajo bases libertarias. Ya muchos sindicalistas han aceptado nuestros ideales; influenciemos al resto por medio de una intensa propaganda. Es tiempo ya de tener una asamblea nuestra en cualquier parte del mundo para estudiar los medios de hacer frente al porvenir. Por supuesto que la asamblea debe ser de carácter internacional. Creo que esta reunión daría gran impulso a nuestra labor. Ahora cambiemos de tema.

Lei Gadfly (El Tábano), Back to Methuselah (Vuelta a Matusalén) y las obras de Stepniak y Tolstoi. No he leído Woman (La mujer) y Hunger (Hambre); pero no lo deseo hasta después de tu sana crítica de las obras. Soy un lector muy descontentadizo, Elena. ¿Hay alguna nueva obra de Romain Rolland o de Andreas Latzks? He leído Jean Cristophe, Men in War y el Judgement of Peace; men in War es una obra maestra, el trabajo de un genio. Deseo leer algo como esto, brillante, vibrante, soberbio. Las vulgaridades del término medio de las buenas novelas me enferman. Tal vez más tarde llegarás a encontrar una novela maravillosamente escrita.

¡La tarjeta postal? Es hermosa. Nuestra Erma me mandó una igual el año pasado cuando fue a ver las cataratas. Yo no he visto la maravillosa cascada y creo que nunca la veré. He estado muy cerca de Niágara Falls, pero con la policía sobre mis talones, y bajo tales circunstancias, uno no quiere ver, menos ser visto. La tarjeta postal es hermosa, pero no me gusta el título. No es un sueño, sino un hecho: la atracción del abismo ... El peligro es una cosa horrorosa, pero debe de haber en su fondo una ninfa que atrae a uno. No puedo inclinar mi cuerpo a la orilla de un precipicio sin sentir un loco deseo de arrojarme a él. A veces a la vista de un cable eléctrico que conduce un enorme voltaje, dificilmente puedo abstenerme de tocarlo. Una pistola cargada me tienta a poner su fría boca en mi sien ... ¿Es ello curiosidad, una curiosidad tan extremada que asume un carácter mórbido? No sé, pero para mí hay algo seductor en el peligro: una ninfa haciendo señas o algo amoroso en su fondo. Creo que el hombre o la mujer que dibujó esa ninfa en la tarjeta postal debe sentir lo mismo que yo.

Recibí carta de nuestra Erma, pero le contestaré hasta la semana entrante. Mientras tanto, le envío mi cariño, así como a los otros buenos camaradas. Tu, mi buena y querida Elena, recibe mi cariño y admiración.

Ricardo Flores Magón


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