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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 11 de 1922.

Gus Teltsch y Thos. Brothers.

Lake Bay, Wash.

Mis queridos camaradas:

Recibí sus queridas cartas del 12 y 13 de abril último. Con una de ellas, mi buen Gus, me llegaron dos dólares. Gracias por tu bondad. Sé bien lo que significan dos dólares para el trabajador, y este conocimiento me hace apreciar debidamente tu generosidad.

El tiempo está calentando y tengo muchas esperanzas de experimentar alguna mejoría durante los meses próximos, en los que hará aún más calor. El frío me mata; soy del sur de México, en dónde el invierno es desconocido en los valles y planicies. El día es tan hermoso, que no puedo menos que lamentar mis cadenas, que no me permiten ir a gozar de su luz y su gloria. La vida palpita fuera de mi calabozo, y los gorriones, ebrios de luz como si fuera vino generoso, vienen tumultuosa y ruidosamente a las rejas de mi ventana a decirme de la algazara que hay allá afuera.

Y creo a estas criaturas ebrias, creo a estas ruidosas mensajeras de la gran fiesta, pues es el día, ya no es un día invernal en que la vida dormita, y aún el sol envía de mala gana - y esto sólo de vez en cuando - algunos rayos oblicuos y tibios a estas somnolientas regiones septentrionales. ¡Afuera hay una gran fiesta! La siento aún a través de mis arterias viejas, en que mi sangre delgada corre llena de gozo ... Y suspiro, porque deseo bañarme en la gloria de este día, todo de oro y azul ... El estruendo de un tren rápido en movimiento viene de lejos. ¿A dónde va? Tal vez al occidente, y esta suposición hace que mi corazón se agite. Si yo pudiera tomar ese tren, si únicamente pudiera ... pero estas rejas, crueles y frías, se levantan horriblemente entre mí y la vida .... Y viene a mi mente el sésamo que puede abrirlas, y tiemblo como si estuviera al borde de un precipicio, como si estuviera frente a un abismo abierto a mis pies: el sésamo es la degradación moral ... y suspirando sueño en un futuro en que el hombre pueda tener libertad para expresar sus opiniones. ¿No es el cerebro el tesoro más precioso que haya adquirido el hombre? ¿Por qué, entonces, han de existir restricciones para el ejercicio de su expresión? En el crepúsculo de mi cerebro, agravado aún más por la obscuridad de mi tristeza, busco la respuesta y no puedo encontrarla ... Como una ola de vida sonriente, empujada hacia las meras playas del otro mundo, una bandada de gorriones ruidosamente llega a las rejas de mi ventana, enviando a mi corazón frescura y bienestar; pero la ola retrocede, retrocede, retrocede; y me encuentro otra vez solo en la penumbra de mi calabozo, engolfado en mi tristeza, suspirando por el día en que una humanidad más justa y más inteligente, estimule en vez de acobardar al libre pensamiento, solicite en lugar de prohibir el libre pensamiento, mientras que se levanta de todos los rincones de mi cerebro, como polvo desordenado por una racha de viento, una multitud de hechos medio olvidados, en que los hombres toman posesión por un momento del campo del conocimiento ... Veo los escritos de los que bebieron la cicuta; oigo el jadeo de los que dieron el último suspiro clavados en la cruz; veo la agonía de los que fueron quemados en la hoguera; escucho el clamor del alma que hiende el aire a través de la noche de la historia por el derecho de la libertad de hablar, y considero como en medio de la larga noche obscura, este formidable clamor llega a ser tan abrumador, que repentinamente se bambolean los tronos, las coronas y los cetros se hunden en el polvo, la Tierra arde con el fuego de una nueva fe, y los Derechos del Hombre se proclaman la piedra angular de un nuevo sistema de intercurso social y relaciones políticas, y mi corazón se regocija. ¡Ha nacido la libertad! ¡Ha nacido la libertad! ... ¡Suenan las llaves; crujen las puertas de hierro; alguien blasfema en un calabozo; pulmones arruinados tocen, tocen, tocen y siento sobre mi vieja espalda las manos de plomo de la realidad y me encuentro otra vez en la penumbra de mi calabozo, y como los demás tociendo, tociendo, tociendo ...

La vida, sin embargo, sonríe afuera, y un fuerte deseo de ver el mundo por última vez, cuando puedo todavía distinguir la forma de una flor, cuando todavía puedo descubrir el temblor de las hojas, cuando la brisa pasa juguetona, se desliza en mi ser y se lanza mi sangre delgada por medio de mis viejas arterias hasta que mi corazón golpea y mis sienes laten; pero pronto mi entusiasmo se enfría cuando el sésamo requerido brilla con un color vivo de azufre a través de mi cerebro: es una palabra que mis labios no pueden pronunciar ... Y suspiro por un futuro en que el pensamiento sea bien recibido, en que la opinión únicamente sea desafiada por la opinión, en que la mente desencadenada redima a la humanidad.

Esperando recibir otra vez noticias de ustedes y con mis recuerdos para todos nuestros amigos y camaradas, termino mi carta con mis mejores deseos y un fuerte abrazo..

Ricardo Flores Magón


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