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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.
Leavenworth, Kansas
Marzo 1° de 1920.
Gus Teltsch.
Lake Bay. Wash.
Mi querido camarada:
Recibí tus amables cartas del 7 y 15 de febrero último, así como tres dólares que venían en tu anterior. Gracias. Como todavía no he recibido The Liberator (El Libertador), te ruego que escribas al editor pidiéndole me lo remita, y para que pueda yo hacer la investigación necesaria, sugiérele que me escriba una carta en que diga los números del magazine que me ha enviado.
Sí, leí en La Vie Ouvriere (La Vida Obrera) que se publica en París, la muerte del camarada Domela Niewvenhuis. Su muerte es una gran pérdida, y es mucho mayor ahora que se necesitan hombres de su carácter.
Cuando recibí tu carta del 15, estaba yo en el hospital de esta institución sufriendo de un ataque de influenza y pulmonía. Sin embargo, fuí atendido bien y prontamente.
Por supuesto que me siento muy débil; pero la primavera entrante me ayudará a la completa restauración de mi salud. Ciertamente, mi querido camarada, el Progreso camina lentamente, pero camina; se mueve hacia adelante. No puede volar, porque tiene que llevar sobre sus espaldas la carga de las preocupaciones, tradiciones y prejuicios que siglos de ignorancia han acumulado sobre ellas. Pero es un consuelo verlo mover, verlo vivir a pesar de los obstáculos casi inaccesibles arrojados a su paso. Estando vivo, alimenta y fortalece la esperanza de que al fin llegará a poder desembarazarse de la carga, y después de haberla arrojado al mar, acelerará su marcha hacia aquella Tierra Prometida que ahora sólo es un sueño de nuestro cerebro y un anhelo de nuestro corazón.
Tengo una gran fe en el progreso, porque el progreso es una ley natural, y siendo así, él mismo tiene que afirmarse. No hay poder capaz de estrangularlo. Cuando se considera por un momento que el hombre - esa maravilla de la naturaleza - es el descendiente directo del humilde ameba, uno no puede dejar de tener fe en el progreso. Lo más natural es que uno se impaciente al ver eI progreso con pasos de tortuga; pero puedes estar seguro, mi querido camarada, que está cerca el momento en que eI progreso sacudirá sus espaldas para libertarlas de la pesada carga que lo hace bambolear. El Progreso ha llegado a uno de los períodos históricos en que es imperativo efectuar una descarga de los males acumulados por siglos de ignorancia, y la descarga ya ha principiado: ¡el lastre ha comenzado a ser arrojado al mar!
Así es que hay que tener fe en el Progreso. A la tortuga pronto le saldrán alas para caminar con la velocidad que caminan los sueños de nuestro cerebro y los anhelos de nuestro corazón.
Sírvete dar mis recuerdos a Librado, y de consiguiente a nuestra querida Jeanette, y a los camaradas que se acuerden de mí. Recibe un abrazo de Enrique y otro de tu camarada y hermano por un mundo mejor.
Ricardo Flores Magón
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