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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.
Leavenworth, Kansas.
Abril 28 de 1921.
Gus Teltsch.
Lake Bay, Wash.
Mi querido Gus:
Llegó a mis manos tu espléndida carta del 9 del corriente, habiéndola leído con interés y delícia.
Tu aprobación, así como la de Nicolás y los otros camaradas de Atlanta, de la actitud que tomé al rechazar la pensión que acordó en mi favor la Cámara de Diputados de México, me honra y satisface. Gracias, muchas gracias, mis buenos amigos.
Tu carta es espléndida como dije antes. Trata de la vida, pero de la vida que se ve a través de un temperamento sano y bueno. Cuando hablas del ideal como una luz que se debe mantener alta, y muy alta para hacer que las vacilantes masas no se aparten del camino que conduce a la libertad, das en la verdad del asunto. Sí, se debe tener cuidado en no bajar esta luz. Se debe de ayudar a las masas en sus esfuerzos para aligerar su carga; pero sin que, al hacerlo, se suprima la luz del ideal, sin comprometerlo, porque el ideal no va a aligerar la carga, sino a abolirla, a suprimir todas las cargas: las políticas, las morales, y las cargas sociales para libertar al hombre.
Me conmueven profundamente tus deseos de que pueda yo tener la habilidad necesaria para soportar esta tormenta que me ataca por todas partes. Tengo la seguridad que no hay tormenta suficientemente fuerte para hacer debilitar mi fe en los grandes destinos de la raza humana, y mi voluntad de sostenerme por esta fe. Por tanto, dejemos rugir a la tormenta; dejemos al odio, la estupidez y los prejuicios arrojar sus olas turbias contra mi voluntad. He resistido muchas tormentas. ¿Te he dicho alguna vez que el 16 de mayo de 1892 un populacho indignado me salvó, así como a cerca de sesenta estudiantes, de ser fusilados, amenazando el populacho atacar el Palacio Municipal de la ciudad de México en donde estábamos prisioneros, como resultado de una demostración contra la dictadura de Díaz? Esta fue mi primera experiencia en la lucha. Desde entonces mi vida ha sido un barco audaz, desafiador de toda clase de temporales y de mares borrascosos, encallando aquí, allá y acullá, bajo cielos sombríos, golpeado por los puños de los dioses del firmamento, aporreado por el garrote de los dioses de la Tierra, para volver nuevamente a flote cuando parecía condenado a desaparecer para siempre a los ataques malvados y furiosos del odio, del celo y de la traición, y darse a la vela otra vez con su carga intacta de esperanzas, en busca de ese puerto que ha sido el sueño eterno de los humildes y los tristes: la libertad; hasta que finalmente quedó encallado en esta grieta en donde serenamente espera su liberación: ¡la muerte!
El viaje ha sido largo, y el buque está ya deteriorado; pero en su fondo las queridas esperanzas viven una vida robusta porque son el espíritu del descontento, que acompañará al hombre si desea marchar adelante. La satisfacción no es un factor del progreso: es el descontento el que crea y fertiliza. La satisfacción engendra cerdos; el descontento hace hombres.
Ahora, mi querido Gus, debo terminar esta carta. ¡Qué magnífica agitación del espíritu del descontento sacude a todo el mundo! Puedo descubrir su poderosa vibración, que hace que las tradiciones, las preocupaciones, las costumbres y los prejuicios vayan tambaleando a sus tumbas como ebrios perdidos. Ya es tiempo de que desaparezcan: el nuevo día está a punto de romper, y sería una desgracia para su gloria tener que desparrramar su oro y su púrpura sobre estas horribles criaturas de la noche.
Recibe mil abrazos de tu hermano.
Ricardo Flores Magón
P. D. Hace unos cuantos minutos recibí carta del señor Harry Weinberger, con una copia de una carta del nuevo Procurador General en la cual dice que mi caso no merece ninguna consideración a causa de que no muestro arrepentimiento.
Pide una copia al señor Weinberger: 32, Union Square, New York.
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