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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.
Leavenworth, Kansas.
Marzo 29 de 1921.
Gus Teltsch.
Lake Bay, Wash.
Mi estimado Gus:
Ahora me refiero a tu querida carta del 12 de este mes, con la que recibí dos dólares. Gracias, querido amigo.
Ya sabía de la muerte del camarada Kropotkin y ahora me informo que también tu querida madre murió. Tus reflexiones son correctas; ellos podrían haber vivido más tiempo bajo circunstancias mejores. Su muerte no ha sido natural; ellos han sido asesinados por los que tienen en sus manos ineptas el destino de la raza humana. Comprendo tu dolor, mi buen Gus. ¡Una madre es tan querida ...! Su amor es el único del que puede uno depender en este huracán de intereses opuestos que llamamos vida social. No hay otro amor tan puro y tan abnegado. Uno puede olvidar a su madre, pero ella nunca lo olvida a uno; y cuando se encuentra uno afligido; cuando todos le huyen; cuando se encuentra solo en medio de gente indiferente; cuando todo el mundo lo deserta, ella es la única fiel, la única leal y verdadera.
Te acompaño en tu dolor, querido hermano. Tu pérdida no puede medirse; pero si tu corazón sufre con el peso de tu dolor, deja que tu cerebro trabaje libremente, y éste te dirá que seas razonable. ¡La muerte emancipa! ¡La muerte cura todos nuestros males! La muerte nos da el descanso de que no podemos gozar en vida. Tu querida madre no sufre ahora.
Sí, es cierto que la Cámara de Diputados de México votó una pensión para mí. Sin embargo, no la acepté, no porque no esté necesitado de dinero - él me hace falta -, sino porque provenía del gobierno. Por esta pension yo podría tener un dólar al día durante el tiempo que estuviese encarcelado. Rehusé el dinero por razón de ser yo anarquista y, de consiguiente, no creo en el Estado, el cual tiene que subsistir con el dinero extraído de las masas por medio de las contribuciones. Hubiera venido este dinero directamente de los trabajadores, lo habría aceptado hasta con orgullo, como una prueba de cariño de mis hermanos. Pero aceptar un dinero que ha sido extraído de las masas pobres y sufridas, es lo que no puedo hacer. El dinero quemaría mis manos y pesaría sobre mi conciencia hasta mi último día. No obstante, aprecio la buena voluntad de quienes obtuvieron que fuera decretada esa pensión. Son socialistas y creen en el Estado y, para ellos, el dinero que entra al Tesoro nacional no es mal habido. Tuvieron razón y fueron generosos al procurarme ayuda monetaria; pero también tengo razón al rechazar el dinero. me alegro que seas de mi misma opinión.
Están llegando noticias muy halagadoras de Europa. La justicia viene a nuestro planeta. ¿Cuánto tiempo retardará su aparición entre nosotros los mortales? Es una pregunta difícil de contestar; pero estoy satisfecho con saber que ha decidido hacer su viaje a la Tierra. De cualquier modo, ella pondrá sus pies en esta miserable Tierra tan pronto como la densa neblina de la superstición, los prejuicios, las tradiciones y las costumbres hayan desaparecido de las mentes de las masas, y las mentes, lenta pero seguramente, están disipando esa niebla. Los golpes asoladores del despotismo, los huracanes de la miseria y el sufrimiento son excelentes limpiadores de cerebros nublados. El hombre es un animal muy estúpido; la razón no lo convence. Mientras tenga un mendrugo de pan para llevarse a la boca, cree que habita lo mejor del mundo, y que todo marcha bien, y es tan conservador o más que el que tiene millones; pero cuando llega el día en que no puede obtener ni aun ese mendrugo, y se encuentra en la alternativa de comer piedras o morirse de hambre, entonces él piensa. Tal vez tengo una opinión muy pobre de la dignidad que muestra el hombre, pero no por esto es menos cierta. Desgraciadamente el hombre recuerda que hay algo que se llama dignidad y vergüenza, no cuando su alma está herida, sino cuando gruñe su máquina digestiva. ¡Qué horrible, que repugnante y degradante!
Ahora, mi querido Gus, debo de terminar esta carta porque ya no me queda mucho espacio. ¡Ah, se me olvidaba decirte que nuestro querido amigo y camarada Nicolás T. Bernal está muy enfermo! Sufrió un ataque de parálisis en todo el cuerpo. Las contadas noticias que me han llegado respecto a su condición muestran que está grave, pues no puede ni comer. ¡Lo siento mucho! Nicolás ha sido un buen amigo mío, un hermano, y es una de las almas más puras que han abrazado nuestra doctrina de verdadera justicia y verdadera libertad. Tu tienes su dirección, la que te dí en una de mis cartas.
Da mis recuerdos a Kate y a todos los demás camaradas. Esperando tus gratas, quedo fraternalmente tuyo.
Ricardo Flores Magón
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