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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Noviembre 7 de 1921.

Gus Teltsch.

Lake Bay, Wash.

Mi querido Gus:

Recibí tu apreciable carta del 2 de este mes. Como todas tus cartas es bella y fraternal.

¡Qué cuidadoso eres, mi querido Gus! Sí, el invierno se aproxima y los artículos de lana que te propones obtener para mí, los podré necesitar mucho; pero tengo la esperanza, aunque débil, de obtener mi libertad dentro de poco. Mis amigos de Nueva York están trabajando para que sea conmutada mi sentencia con la condición de que convenga yo en ser deportado, y parece que se va a tener éxito, como podrás ver por una carta recibida últimamente del señor Harry Weinberger. La carta dice así:

Me ocupé ayer, octubre 30, de su causa en Washington y se opusieron dejar a usted en libertad en los Estados Unidos, insistiendo en que debemos dar una fianza por los dos meses. Creo que no habría dificultad en reunir los cinco mil dólares de fianza para que goce usted unos cuantos meses de libertad, y mientras tanto sería conveniente que escribiera usted a sus amigos para tener lista la fianza, pues yo creo que hay gran posibilidad de que muy pronto se resolverá sobre su causa.

Necesito esos dos o tres meses de libertad en este país antes de ser deportado, para atender a mi salud y preparar mi viaje a la ciudad de México.

Ya ves, mi querido Gus, que lo que se necesita es una fianza de cinco mil dólares y te ruego comuniques esto a nuestros amigos de Seattle y Tacoma, pues tal vez alguno de ellos podría encontrar una buena alma que quisiera proporcionar la fianza requerida.

He vivido en este país desde enero de 1904 - dieciocho años - pero no tengo dinero, pues la mayor parte de este enorme lapso de tiempo lo he pasado tras de las rejas de la prisión o esquivando el ojo aguzado del policía. Bajo tales condiciones no se puede ganar dinero, y como los breves momentos entre una persecución y la siguiente se cubrían con trabajos de propaganda, ningún dinero podía obtenerse para guardarlo, pues tu sabes que la propaganda de un soñador puede atraerse el odio de los hombres felices; mas no utilidades. Por consiguiente, necesito dinero y te ruego que lo expliques así a los amigos. Si obtienes algún dinero, lo puedes enviar al camarada Nicolás T. Bernal, 1279 - 79th Ave., Oakland, Calif.

Tengo el propósito de comenzar de nuevo la publicación de Regeneración en la ciudad de México, y necesito una imprenta. tengo que publicar mis dramas y otras obras literarias, y un taller de imprenta es esencial.

En caso de que haya allí una persona que quiera proporcionar la fianza para mi, sírvete decirle que se comunique con el señor Harry Weinberger, 32 Union Square, Nueva York, N. Y.

Me molesta mucho tener que solicitar ayuda monetaria, pero no puedo encontrar otra manera de salvar los problemas que tengo enfrente. Bajo las condiciones en que nosotros los humanos vivimos ahora, se necesita el dinero para todo; tanto para el bien como para el mal. Detesto el dinero. No puedo ver un dólar sin pensar en la cantidad de sufrimientos y degradación humana que representa. ¿No es la sangre de nuestro hermano lo que contiene? ¿Puede cualquiera calcular cuántas lágrimas o cuántos suspiros han entrado en la hechura de una moneda? Me estremezco al pensar del esclavo asalariado que aventura su salud, su futuro, su vida, su todo, para la adquisisicón de este dólar, de esta ingrata pieza de metal que no le dará, en cambio, la suma de felicidad equivalente a su sacrificio. Y ¿quién podrá decir que este dólar no es la vil moneda deslizada furtivamente en la mano trémula del delator por una información que ocasionó la condena de un alma buena? ¿O no podrá ser que este dólar fue el precio de una caricia que bajo saludables condiciones sociales sólo el amor puede obtener? ¡Oh, la historia de una moneda es aterradora! Nadie sabe si el dólar que ahora tiene en sus manos ha ocasionado la vergüenza o derramado la sangre o las lágrimas de un compañero, hombre o mujer. Se puede comprar todo: la virtud, el honor, la fatiga, la vida ... Sin embargo, en las actuales condiciones no podemos estar sin la odiosa pieza de metal; pero así como es instrumento de opresión, también puede usarse como factor de liberación, haciendo posible por su medio llevar a los cerebros de nuestros infortunados hermanos y hermanas, el fuego que arde en nosotros; este sagrado fuego que hace a los hombres y a las mujeres tener sed de justicia y de libertad.

No quedándome sino unas cuantas líneas, pongo punto a mi carta. Te ruego envíes mis mejores recuerdos a Zogg, y da mi cariño a todos nuestros camaradas. Recibe, mi buen hermano Gus, un fuerte abrazo de tu camarada.

Ricardo Flores Magón


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