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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.
Leavenworth, Kansas.
Enero 12 de 1921.
Nicolás T. Bernal.
Oakland, Calif.
Mi querido Nicolás:
Tu interesante y querida carta del 6 del actual fue recibida. ¡Qué infatigable eres, mi querido camarada!
Los saludos del Sindicato de Obreros Panaderos de San Luis Potosí, el mensaje de simpatía de Salvador Medrano con motivo de mi actitud en contra de la proposición de mi libertad al precio de mi honor como luchador, y los fraternales sentimientos expresados por ... cuya labor por el bien del proletariado, yo he visto siempre con simpatía y aprecio, junto con la espléndida campaña iniciada por él en Vida Nueva para hacer efectiva la liberación de aquellos cuyo amor por la libertad universal los ha conducido a la pérdida de los suyos, me llena de satisfacción y me da vigor.
¿Y qué decir de tu labor, mi buen Nicolás? Eso sencillamente conquista mi admiración, por lo modesto, lo sincero, generoso y laborioso que eres.
El Año Nuevo se ha establecido entre nosotros para ser nuestro compañero durante trescientos sesenta y cinco días. Está cargado de promesas de las regiones etéreas, promesas color de rosa, bellas promesas, y es nuestro deber observarlo, y no darle descanso hasta que todas las promesas hayan sido cumplidas. Nosotros los desafortunados, nosotros los desheredados y los pisoteados, debemos tener los ojos fijos en él. No debemos dejarlo ir como se fue 1920, sin levantar de nuestras nucas el yugo que hemos llevado por miles y miles de años. Tengo esperanzas que durante este año veremos muchos sucesos importantes. Hay una tendencia general en todo el mundo que fortalece mis esperanzas. me parece que estamos en la víspera de una transformación social que establecerá para siempre la justicia en los asuntos entre los hombres. La atmósfera está cargada de posibilidades. Mientras te escribo sentado en un rincón de mi calabozo, mi oido percibe los rumores que flotan en el aire. Son rumores extraños; ya no son los dolorosos suspiros del rebaño resignado; son rugidos, rugidos que hacen estremecer mi corazón de emoción y de entusiasmo; rugidos que presagian el advenimiento de la justicia. Hay también un calor extraño que caldea el aire; un calor que se alza de los cuatro rincones de la Tierra; un calor desacostumbrado que reemplaza la fría indiferencia de las masas hacia su propio bienestar, y mi corazón se regocija al comprender de dónde viene ese calor. Es el calor que irradia del pecho del esclavo ardiente de protesta ... Y aguzando el oído, puedo percibir las vibraciones de los yunques sobre los cuales se forjan los martillos destinados a romper las cadenas. En el silencio de la noche puedo ver, a través de las formidables paredes que me separan de los vivientes, a mis hermanos - los parias - de todo el mundo palmeando las manos como para sellar un pacto sagrado en contra de la opresión común. Algo flota en el aire sobre las cabezas de esos hermanos míos. ¿Es un andrajo? ¿Es una bandera? Tal vez es un andrajo; pero entonces, ¿no es el andrajo nuestra bandera común? ¿No es el andrajo la justificación de nuestra cólera y de nuestra protesta? ¿No son nuestros andrajos los que vamos a izar como un símbolo de nuestros sufrimientos, y como una insignia de vindicación y justicia? Y cuando veo todo ésto, y oigo los rumores y siento el aire ardiente, una luz, hasta hoy desconocida, comienza a desparramarse del oriente, anunciando que un nuevo sol está próximo a aparecer en el lívido horizonte. Mis ojos, ya decayentes, pueden ver esta luz que llega a mi corazón despertando mis adormecidas esperanzas. El nuevo sol es la libertad. Libertad para todos.
Recibe el fraternal cariño de tu hermano.
Ricardo Flores Magón
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