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Penitenciaría de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Octubre 24 de 1921.

Nicolás T. Bernal.

Oakland, Calif.

Estimado Nicolás:

Esta carta es para acusarte recibo de la tuya del día 18.

He recibido también tres cartas de algunos compañeros. Estas tres cartas son hermosas, espléndidas pruebas de cariño de camaradería y de solidaridad; eso aligera el peso de las cadenas cuando uno recibe palabras de consuelo de sus hermanos.

Acabo de recibir carta del señor Harry Weinberger, fechada el 21 del mes en curso, la cual dice en parte:

Llevé su causa a Washington, ayer, y no están dispuestos a permitir su libertad en los Estados Unidos, e insisten que tendremos que dar fianza por los dos meses. Yo creo que no habría dificultad en obtener la fianza de cinco mil dólares para dar a usted unos cuantos meses de libertad; entretanto yo creo que usted tendrá que escribir a sus amigos para que tengan la fianza lista, pues juzgo que hay una fuerte posibilidad que ellos tomarán actividad en su causa muy pronto, yo lo espero sinceramente. Esto significa que el gobierno me dejará libre a condición de que salga del país; pero no me permiten que permanezca dos o tres meses en los Estados Unidos, a menos que dé cinco mil dólares de fianza. ¿Pudiera la camarada Fritz proporcionar la fianza necesaria? ; y si ella no puede, ¿pudieran los compañeros de la Asociación de la Escuela Moderna encontrar una persona dispuesta a darla? Si pueden, favor de notificarle al señor Harry Weinberger, 32, Unión Square, Nueva York, N. Y., para que pueda arreglar los detalles.

Mi ánimo es bueno, querido Nicolás, aunque mi futuro es incierto; pero tal ha sido siempre así. El timón de mi barco está firmemente apuntando al fin: una humanidad sin amos. ¿Saldré bien? No sé; pero la inseguridad no me acobarda. ¿No ha navegado mi barco durante mi borrascosa vida a través de pesados y traidores mares? Mis pies no saben de caminos floridos; pero saben de espinas, y lo que me espera son espinas, espinas, espinas. Sin embargo, tengo fe en una cosa, y esa es que ningún esfuerzo es perdido. Lo que está sembrado ahora, tarde o temprano dará su fruto. Yo no lo cosecharé, pero el mero hecho de sembrar es un placer, el placer que acompaña a toda la creación. Este placer es mi recompensa, y para recibirla estoy dispuesto a dar el precio; no evado los mares, no rehuyo las espinas. Asi es que no me siento desanimado por mi venidero destierro. Cualquier tierra es buena para mi semilla; en verdad, toda la tierra la necesita, pues solamente siendo sembrada, resuelta e intensiva, pueden ser realizados nuestros sueños de una raza humana sabia, justa y libre. No se cómo me recibirán mis hermanos mexicanos; tal vez me vuelvan sus espaldas. Pero, ¿no he dicho que mis pies no saben de caminos floridos? Aun así, sembraré mi semilla, y con esta obra mi alma encontrará el placer necesario.

Da mi cariño a todos nuestros buenos compañeros. Recibe un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón


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