Documento Nº 18.
Guisado anarquista. Calabazas que no hacen buen condimento.
Representantes más interesados por la buena amistad con los políticos, que por la buena armonía entre la familia. Neo-anarquistas que les importa menos una deuda con los principios básicos del ideal, que con el gobierno. Escritorzuelos que ponen más empeño por llevarle los zapatos al burócrata que los guaraches al paria, pretendiendo crear revistas para los ricos antes que periódicos para los pobres, nos hacen pensar que les importa poco la emancipación del paria mexicano. Convenimos en que en todas las esferas sociales hay mucho que hacer en bien de una general emancipación social; pero tampoco ignoramos que el mejor material para una revolución de carácter libertario, se encuentra en el campo, como tampoco podemos ignorar, que a los humildes campesinos de México, no les llega para su pan espiritual, si se lo administramos en tan lujoso plato para ellos, como sería una revista, y, sin embargo, muy bien les podría llegar, aunque a duras penas, para la adquisición de un periódico, siempre que no excediese del costo, de unas pocas tortillas. Porque no podemos olvidar que el trabajador mexicano, se alimenta de tortillas, por eso me parece la revista, plato muy fuerte para su alimento espiritual. La revista sería buena para los burócratas, para los funcionarios del carro del Estado, pero como no es de interés convencer a éstos como a los parias, ya que se les puede considerar material menos sano para una sana revolución, es por lo que somos partidarios de que se editen muchos periódicos, a ser posible, uno en cada región; porque de ninguna parte se tocarían los problemas con más acierto, como donde se viven. A pesar de ser muy amantes de toda la propaganda, y de que sea presentada con la mayor diversidad de formas, en esta ocasión nos inclinamos por los periódicos, porque son más accesibles a la clase pobre, mientras que los burócratas muy bien pueden administrarse buenos libros de nuestra literatura libertaria.
Abundan también en nuestro medio los criticones gratuitos, que se han erigido en sacerdotes de la moral sin otra base ética que los baños de pureza que se vienen dando cada día, y con preferencia cuando pueden exhibirse como grandilocuentes oradores.
Todo este potaje de hombres son los que engominan el guisado anarquista. Vivimos tiempos de descomposición social en todas las esferas sociales. Quizá este fenómeno vaya aparejado al fenómeno de la devastadora guerra que amenaza romper las cuerdas de la moralidad a toda la humanidad.
Sabemos que los agiotistas, los tratantes de la muerte, los políticos y la gente sin entrañas, perdieron siempre la cabeza ante circunstancias tan críticas como las presentes; pero los anarquistas, cuando son anarquistas de verdad, no tienen por qué perderla. Si después de pasar la tormenta de lodo y mierda política, aún queda algún valor de sangre humana (que lo ha de quedar), después de la derramada a torrentes, del manantial proletario, los anarquistas son los llamados a ser los arquitectos de la reorganización social, basada en el amor, en el apoyo mutuo y en el respeto humano a todo ser viviente.
Los que sintiéndose fuertes para hacer frente a tan críticas circunstancias, como anarquistas, claudican, aceptando la adopción a cualquier secta o partido de comerciantes o de tratantes de la muerte, sin haber tenido el valor de desprenderse de la túnica anarquista, son los rasputines que esperaban la oportunidad para manifestarse; son los Judas que han esperado venderse por menos de treinta dineros. En pocas palabras: son las calabazas con las cuales no se puede condimentar un buen guisado anarquista.
México D. F.
Rufino Porres
(De Libertad. Órgano de la F.A.C., San Luis Potosí, S. L. P., Época II, Nº14, del 30 de noviembre de 1941).