Documento Nº 11.
¿Hemos de ser partidarios de realizar las ideas anarquistas donde sea posible?
Hay compañeros bien intencionados que dicen: Aunque en una región o en un país determinado los anarquistas seamos la corriente mayoritaria en la Revolución Social, si quedamos aislados conviene pactar con los partidos políticos y sectores de opinión no anarquistas, dejando la acción anárquica para después. Aunque el pueblo nos escuchara y pudiéramos hacer toda la obra social y económica libre que quisiéramos, deberemos limitarnos a pactar con los demás para luchar contra las fuerzas estatales del exterior. Si no lo hiciéramos de todas maneras seríamos derrotados.
No aceptamos, ni rechazamos ni negamos la posibilidad de ser derrotados. Muchas son las derrotas que hemos sufrido aunque no hemos sido vencidos en el combate contra la injusticia. Y tenemos voluntad de vencer. ¿Por qué admitir, pues, dicha hipótesis como buena para el futuro? ¿Y por qué luchar, derramar sangre y sacrificar vidas si no es para intentar hacer triunfar nuestros ideales? Crear hipótesis contrarias cuando se está en el terreno de lo práctico, de lo experimental, de lo defendido teóricamente años y más años, es ir al fracaso seguro de los anarquistas para entablar el combate decisivo contra las fuerzas por falta de constancia y de concentración total de energía física y mental para tratar de experimentar lo concebido.
Ni el físico, ni el escultor, ni el ingeniero, ni el médico, ni el químico, ni el pedagogo, ni el arquitecto, ni ningún grupo de hombres realizarían ninguna iniciativa, descubrirían, inventarían ni terminarían obra alguna si de la hipótesis o del proyecto no pasaran a la realización de lo imaginado, si en ellos no existiera voluntad de realizar, en menor o mayor escala, lo pensado, si no se decidieran a confirmar, en los hechos, sus hipótesis, aceptando todas las consecuencias de su acción.
En las revoluciones que están gestándose en Europa, y que irán extendiéndose a todos los pueblos del planeta Tierra, puede ocurrir lo mismo. La experiencia absolutamente social ha de hacerse en los laboratorios populares que se presten a ello. Buena parte de la culpa del fracaso experimental de algunas revoluciones, se debió a malos orientadores revolucionarios que mal preparados moralmente para la prueba social, se erigieron en directores y jefes, y faltos de decisión e iniciativa para dirigir las experiencias económica y social, se empeñaron en continuar siendo directores de dichos laboratorios, cuando en bien de la experiencia debieron haberse apartado, dejando que su incapacidad técnica la compensara la actividad y las iniciativas de todos los obreros dirigidos, y no arrastrarlos a todos con su fracaso por no confesar su ineptitud, su vanidad y sus inmensas ambiciones de mando y de privilegios económicos.
En donde los anarquistas nos encontremos, hemos de experimentar hasta el extremo límite nuestras ideas. No nos resta audacia social el hecho de considerar que en México, por ejemplo, somos pocos. Frente al capitalismo, a la autoridad y a la guerra, lucharemos con firmeza, con pasión y lógica por nuestros ideales que son los nuevos, con nuevos métodos que harán una humanidad nueva sin privilegios de clase, odios ni guerras; seguros, bien seguros, de que no estamos tan solos como algunas personas y compañeros se lo imaginan. En la hora de la liquidación, los menos seremos los más porque todo lo demás se habrá desprestigiado, perdido y podrido.
Si en la revolución, agobiados por la ofensiva de los ejércitos del capitalismo internacional, vemos que toda resistencia es inútil, que no podemos hacer frente a la ola de destrucción y de muerte que intenta sepultar al país entero que se halla en plena experiencia anarquista, convocaremos a los proletarios para que todas las comunas sociales se reúnan y acuerden si deben cesar el combate y el suicidio. Y los campesinos y obreros industriales, en los campos, las fábricas o los talleres, sabrán que no hemos fracasado, que no han fracasado los trabajadores que vivían el comienzo de una vida social libre e igualitaria, que es la intolerancia de las oligarquías dominantes en el mundo la que impide, por la fuerza bruta, que ella se desarrolle y asegure su existencia.
La Federación Anarquista Mexicana manifiesta que mantendrá estos principios revolucionarios. Intervendrá en todos los movimientos políticos y sociales para influir en los acontecimientos y conquistar, desde la calle, con los proletarios, con los explotados, con los descamisados y descalzos, cuantas mejoras disminuyan su estado de miseria y falta de libertad. Pero cuando nuestras ideas sean aceptadas por el pueblo, con él haremos nuestra revolución que es la suya, la de todos los parias del planeta Tierra.
Admitimos que las experiencias y prácticas de libertad y bienestar tengan que suspenderse a la semana, al mes o al año de tenaz defensa armada de la revolución, a causa de la superioridad aplastante de las fuerzas bélicas movilizadas por el mundo de los déspotas que nos rodeen. Pero aseguramos que las víctimas caídas en defensa de sus propios intereses morales y humanos serán muchísimas menos que si la batalla durara no un año sino dos o tres años en virtud de pactar con las fuerzas retrógradas del interior, comprometiéndonos a no hacer la revolución. Nos harían hacer la guerra por la guerra, y la prolongarían para desgastarnos e intentar nuestro total aniquilamiento.
Sepa el mundo capitalista y autoritario que el anarquismo es mayor de edad, y que se dispone a hundirlo con su civilización que aprovecha los inventos y descubrimientos científicos para cometer destrucciones más monstruosas, y guerras más bárbaras y sangrientas.
Queremos todo el bien para la humanidad, y nos empeñamos en acabar con todo el mal que en manos de los humanos está el evitar.