Documento Nº 6.
Participación de los anarquistas en el movimiento sindical.
En esta hora en que los pueblos buscan el remedio para sus males, la solución que termine, definitivamente, con las guerras que todos detestan, que todos odian, un peligro surge: el sindicato.
Las organizaciones obreras, actualmente tienen, o han de tener, por objeto defenderse de la avaricia patronal y prepararse para destruir el sistema capitalista estatal que mantiene a los trabajadores en un régimen de existencia con salarios más bajos posibles que los imposibilita de satisfacer sus más primordiales necesidades.
Sindicatos católicos, laboristas, comunistas y socialistas estatales, y hasta los sindicatos libertarios representarán un gran peligro para la revolución social. Para evitarlo, los sindicatos sin líderes, sin influencias religiosas ni políticas, representados hoy por unos trabajadores y mañana por otros que no dejan de trabajar, que viven de su esfuerzo y no de cuotas, en fin, las organizaciones obreras influenciadas por los anarquistas han de terminar su misión de resistencia y de combate el día que derroten al capitalismo y al Estado.
Nos oponemos a que el sindicato sustituya al Estado. Con él surgirían nuevas formas centralizadoras. Somos partidarios de organizar sindicatos y de militar entre los obreros para orientarlos anárquicamente y que acaben siendo capaces de entrar en posesión de la tierra, declarándola propiedad común, de todos los medios de producción, de transporte y de cambio.
En la revolución no hay que encargar al sindicato la economía. Además, organizar la producción y producir no es todo. El problema, similar a cuando una mujer da a luz para entrar después al esquema de la maternidad, se traduce, en el campo de la revolución social, no sólo en preocuparse por la producción y su distribución, sino también en los cuidados y educación e instrucción de los niños, de los inválidos, de los enfermos, de los viejos, de las relaciones de los transportes, las industrias y de la agricultura, e igual entre los obreros intelectuales y manuales, y esto es algo mucho más complicado y delicado que mover tan sólo la maquinaria económica.
Admitimos que el sindicalismo es un sistema de organización obrera por medio del sindicato, pero que no sea un cuerpo de doctrina. Frente a la autoridad existe un ideal con una nueva ética antagónica que invita a los seres humanos a ejercer su libre albedrío, a practicar ejercicios de libertad en lo económico, en lo cultural y social: es la anarquía. Es un ideal completo frente a otro que lo es de malignidad: anarquía contra autoridad.
El sindicalismo, en todas sus formas, no es un ideal completo. Ya hemos dicho que en la vida social, producir no es todo. Y para subsistir, perdurar y mejorar, necesita ser completa, armónica y de ayuda mutua de todas sus partes. No vive mejor y más intensamente, por ejemplo, el individuo que solamente se preocupa de su estómago, de su economía orgánica, de vegetar, sino el que la tiene en cuenta para favorecer sus partes más nobles: la del saber, de la conciencia, de sus deberes y derechos en las relaciones con sus semejantes, conocimientos y sentimientos que lo llevan a contribuir, en la medida de sus energías, en el terreno económico para más goce de bienestar derivado de la solidaridad humana.
El sindicalismo tendría que tomar algo de todas las corrientes políticas y sociales, y resultaría un cuerpo incompleto, sin nada propio. La organización económica libre se fortalecerá según el estado de conciencia y de conciencia anárquica de los hombres. Aquella depende del segundo y no éste de la primera. Los sindicalistas plantean el problema a la inversa, empequeñeciéndolo. La libertad económica será hija de la libertad social. Se complementarán. No se comprende que aquella pueda advenir sin la previa existencia de ésta. Y entonces quedan abiertas todas las posibilidades de acción y prácticas anarquistas que el centralismo sindicalista combatiría con todas sus fuerzas, como ya hacen hoy los partidarios del sindicalismo propagando que, cuando la revolución estalle, hemos de detenernos en él y esperar.
He aquí concretada cuál, creemos, ha de ser la participación de los anarquistas en el movimiento obrero y campesino: organizar a los proletarios del campo y de las industrias para que se defiendan de sus explotadores y dominadores sin seguir el camino engañoso de la política, usando la acción directa, preparándose para conquistar la libertad integral.
El Congreso de la Federación Anarquista Mexicana considera que los obreros han de organizarse en el presente para mejorar sus condiciones de vida frente a sus explotadores y dominadores, que los sindicatos han de ser instrumentos de liberación y que tan pronto como acaben con la explotación y la dominación del hombre por su semejante, han de desaparecer y dar paso a todas las iniciativas y ensayos de vida libre de que sea capaz el individuo en la comuna social.