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Documento Nº 7.

La comuna social.

Vivimos en una época de revoluciones, y es hora de pensar qué sistema de organización hemos de adoptar para sustituir al Estado y al capitalismo. La iniciativa popular, en periodo revolucionario ideará múltiples formas de vida social justas y equitativas que superarán a lo imaginado por muchos hombres evolucionados. Unas serán negativas y otras positivas, pero se rectificarán sobre la marcha con celeridad que maravillará. Empecemos a opinar antes que los acontecimientos que se precipitan en Europa y Asia invadan también las Américas y nos arrollen por estar desprevenidos.

Si estamos prevenidos, ¿qué ocurrirá en el momento de ser destruido el Estado y los sistemas de explotación capitalista y estatales? La marcha de la máquina económica no se detendrá, porque continuarán haciéndola funcionar los obreros especializados en cada uno de sus engranajes, con más alegría que la víspera que mal vivían como asalariados.

No habrá economía propia sino economía de todos y para todos. Todas las actividades humanas estarán representadas en la comuna social. Los consejos comunales de todas las comunas de una región, podrán designar a sus delegados al consejo regional coordinador de las actividades de trabajo, culturales, solidarias, pedagógicas y de distribución de materias primas y de productos necesarios a todos, producidos por el esfuerzo muscular y mental de todos los trabajadores.

Las grandes asambleas auténticas de campesinos y de obreros de cada industria, nombrarán a sus respectivos representantes a la comuna social que, junto con las representaciones de cultura, de sanidad, de artes y ciencias, de solidaridad o de atenciones a los enfermos, a los inválidos, a los viejos, a los niños desde que nacen, etc., administren la vida social del trabajo útil y de todas las necesidades y actividades nobles de los componentes de la familia comunal. En sus puestos representativos durarán el tiempo que señalen los mismos que los propusieron y que se encuentran facultados para destituirlos inmediatamente, y en cuyas manos estarán las armas defensoras de la revolución.

Al margen de la comuna, hermana de las demás comunas, no ha de permitirse la existencia de ningún trust ni cartel industrial aunque se denominara, por ejemplo, sindicato metalúrgico, petrolero, pesquero, de transportes, etc., o colectividad que en momentos dados se enfrentara con la comuna, especulara con su riqueza, de la que sería dueña y señora, e iniciara contra ella, con ventaja, la competencia comercial. Dar todo el valor económico y social a la comuna es imposibilitar el nacimiento de nuevos poderes, de autoridad.

Desaparecido el dinero, símbolo del privilegio en la sociedad de la propiedad privada, cualquier cargo será un lugar de trabajo, no de dominio, y ningún individuo podrá aspirar a ser elegido para puestos de confianza y de competencia administrativa, profesional, técnica, médica, pedagógica, etc., etc., en la comuna social, mediante compra de conciencias como ocurre en el presente en los municipios políticos con la elección de concejales, o para elegir diputados al Parlamento. Únicamente la honradez, la probidad, la aptitud y la capacidad serán tenidas en cuenta para bien de los intereses sociales.

He aquí por qué, los defensores de todo el poder a los sindicatos, y partidarios otros hoy de acudir a los municipios políticos y a los Parlamentos de los Estados, vigente el sistema de privilegios de clase, sostenidos por el dinero, por error o por interés mezquino, son los últimos y más peligrosos contrarrevolucionarios que batallan contra la revolución social. La obra del municipio político desarmado frente al Estado armado hasta los dientes, es nula.

No solamente nada puede hacer en sentido de progresión social, sino que será siempre la mínima representación gubernativa del Estado. Además, el municipio político ha de contribuir a su sostenimiento y no a su destrucción en la medida que aquél lo exija por medio de tributos y entregándole todos los jóvenes del lugar municipal, en edad de servicio militar.

Del municipio político a la comuna social hay lo que del principio de autoridad al principio de libertad. Son la antítesis, e inmodificables por naturaleza. O se está por la defensa del uno o de la otra. Nosotros optamos por acabar con el municipio político y con el Estado para constituir la comuna social federada libremente con las demás comunas sociales libres para los fines de la ayuda mutua y de la libertad que empieza respetando la de cada individuo libre en la comuna, y la de ésta en el seno de la Federación Regional y de la Confederación Universal de Comunas Sociales Libres.

La Federación Anarquista Mexicana, afirma que en el círculo comunal se pueden resolver todos los problemas individuales y colectivos. En la comuna social se localizan fácilmente las necesidades populares y rápida y eficientemente pueden aplicarse las soluciones que desde el Estado centralizador no son posibles. Federadas las industrias, las artes, las técnicas, etc., a través de las comunas federadas regional, nacional y universalmente, evitaremos que una sola federación industrial, organizada sin el control de las comunas, se ensoberbezca y domine, en virtud de la riqueza que pueda acumular, comuna por comuna, separadamente.

Así como la célula es la primera unidad anatómica sin la que es imposible concebir la existencia de órganos ni la del mismo ser humano, el respeto a la iniciativa individual y local es el principio fundamental en la vida social.

La descentralización estatal ha de comenzar reconociendo soberano al individuo y a la comuna, primera célula y primer órgano social que se federan a las demás comunas, integradas por individuos, por necesidades mutuas de existencia, como por ley biológica se asocian células y órganos en el cuerpo humano.


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