Índice de La sociedad futura de Jean GraveComunismo y anarquía La mujer y el matrimonioBiblioteca Virtual Antorcha

La sociedad futura

Jean Grave

Armonía y solidaridad


En los anteriores capítulos hemos visto cómo y para qué podrían agruparse los individuos y entenderse unos con otros en esa organización producto de sus cotidianas relaciones, sin autoridades ni jefes que la dirijan; quédanos ahora por ver si los grupos que se formen podrán subsistir sin estorbarse, sin ofenderse, sin combatirse unos a otros. Creemos firmemente que así puede ser, y vamos a decir las razones que hacen de esa creencia nuestra única certidumbre.

Al estudiar las causas de división que en la sociedad actual convierten a cada individuo en un adversario de su semejante, hemos visto (aunque indicándolo nada más como de paso) que sólo el temor del mañana hacía al individuo ser egoísta, en el sentido estricto de la palabra, es decir, pensando sólo en si mismo y refiriéndolo todo a su yo sin oeuparse de las personas que puedan sufrir para que él goce, con tal de que el espectáculo de esos sufrimientos no se despliegue directamente ante sus ojos.

Sin embargo, a pesar de eso, el hombre en general sufre al ver sufrir al prójimo; una miseria que hiera su vista le perturba en sus goces. Plácele socorrer a sus semejantes, cuando puede hacerlo sin comprometer su peculio o las probabilidades de lucrarse. Algunos lo harán sólo por ostentación, pero este mismo aparato prueba que eso está bien visto por la generalidad de las personas.

En nombre de la sociedad (es decir, por bien de todos) acepta el individuo las trabas y la explotación actuales, que la fuerza sola sería impotente para mantener. Admitiendo que en ese respeto entre por algo el miedo a la guardia civil y a los soldados, ¿qué beneficio sacan de eso los pobres trabajadores que suministran la fuerza armada y no tienen nada suyo que defender? ¿No es entre ellos donde se reclutan las tropas? ¿No se ven casos excepcionales de individuos que sacrifican su bienestar y su vida por causas de interés general, por la ciencia, por la patria, por amor á la humanidad, por el triunfo de sus solas ideas particulares? ¿Es tan raro el ejemplo de los que arriesgan su vida, su posición o su libertad para ser útiles a un amigo? Cierto es que la burguesía actual, con su afán de lucro, las estafas del peor género y las traiciones que parece haber puesto a la orden del dia, pudiera querer probarnos el envilecimiento de la humanidad; pero, por fortuna, constituyen una minoría, y tampoco todos los burgueses son politicastros. Los adversarios de la anarquía acusan a los anarquistas de forjar en su imaginación el tipo de un hombre absolutamente bueno, sobrio, desprendido de sí mismo, un ser ideal que nunca tendrá realidad. Nosotros acusamos a los primeros de hacer del hombre, por conveniencia de su causa, otro tipo, no a imagen y semejanza de ellos, puesto que pretenden estar dotados de todas las cualidades que en los demás niegan, sino a imagen de un ente que no existe. Hacen del hombre un ser fríamente feroz, egoístamente necio, cuando, por el contrario, todo su pasado demuestra que sólo lo es por obra de las circunstancias, y que su evolución tiende a sacarle de ese estado. Trabajemos, pues, para que las circunstancias no le obliguen más a apetecer la perdición de sus semejantes.

El deseo de subir y el amor al lucro no son sino producto de la organización antagónica de la sociedad, que impone a los individuos la ley de emplear toda clase de medios en esa lucha de todos los momentos para llegar a la meta antes que sus competidores. Preciso es que los aplasten si no quieren ser aplastados ellos mismos y servir de escabel a sus vencedores. Tal es la organización de la sociedad hoy, que hace falta taparse los oidos para no oir los gritos de quienes se ahogan, a fin de no entrar en tentaciones de prestarles auxilios; lejos de pararse a socorrerlos, por el contrario, es menester ayudarles a que se hundan más, pues detrás de vosotros viene la turba de los rivales, avanzando siempre, y os aplastaria sin misericordia como hicieseis ademán de deteneros.

Después de eso, ¿qué tiene de asombroso el ser tan dificiles en la sociedad actual el acuerdo y la inteligencia entre los individuos? Fundáis vuestra organización en la competencia universal, en el exterminio de los unos por los otros ¡y después os escandalizáis de recoger odios y tempestades! El hombre que se sentara sobre un hornillo de mina, lo cargara y le pusiera fuego, tendría tanto derecho como vosotros a asombrarse de saltar por el aire ... si tuviese tiempo de sentir asombro.

Muy de otro modo estaría constituida nuestra sociedad. Aboliríase la propiedad individual y nadie tendría necesidad ya de atesorar para asegurarse el mañana. El estímulo de los individuos no ' sería ya el deseo de amontonar riquezas para sí, sino la necesidad de obrar, de perfeccionarse, de aspirar siempre a un ideal mejor. Las relaciones de grupos e individuos no se establecerán ya con la mira de esos cambios en que cada contratante no se propone sino hundir a la otra parte contraria; tendrán por objeto facilitarse mutuamente las tareas, el acuerdo será cosa sencilla de conseguir, habrán desaparecido las causas de discordia, los tratos sociales inclinarán a los hombres a la solidaridad, en vez de incitarles a hacerse daño. ¡Sembrad concordia y recogeréis unión!

También hemos visto que esa inteligencia no será ciertamente perfecta al primer intento. Ya no se improvisan los milagros. Antes de conseguir que marche sin choques ni rozamientos, no cabe duda de que habrá muchas vacilaciones, muchos tanteos, muchos desengaños; pero también hemos visto que no esperábamos esa transformación de la noche a la mañana, sino que exigirá largos esfuerzos para establecerse y hacerla duradera.

Estamos conformes: el trabajo será largo y penoso, requerirá arduas luchas, reiteradas. tentativas, a veces mucha abnegación por parte de los individuos. Pero con todos esos ensayos y repeticiones y desencantos, no dejará de ser más seguro el buen éxito, inmensamente más que lo sería con actos de autoridad y de opresión.

Las faltas y los desengaños hará más circunspectos a los individuos y les obligará a meditar antes de hacer las cosas. Cuando noten que erraron el camino les será fácil cambiar de dirección; al paso que si una autoridad les diese mal impulso, no podrían contrarrestarlo sino volviendo a empezar una nueva revolución antes de haber dado fin a la precedente. La experiencia nos demuestra ser más fácil darse amos que redimirse de ellos.

Agrupados los individuos, como hemos visto, ya para producir lo necesario para su uso personal, ya para suministrar a otros los objetos que fabriquen, será menester que esos grupos se relacionen entre si con tantos otros grupos como lo exijan las necesidades que experimenten; y de igual modo el individuo podrá formar parte de diez, veinte, cincuenta grupos, tantos como lo permitan lo vario de sus gustos, lo múltiple de sus aptitudes. Del conjunto de todas esas ramificaciones. resultará para el individuo la posibilidad de adquirir todo cuanto no entre en la esfera de su actividad inmediata.

Estos grupos tendrán que informarse mutuamente de sus necesidades y de los resultados de sus tareas. Para proveerse, será preciso que sepan dónde están los grupos que pudieran suministrarles las primeras materias que les hagan falta, y que comuniquen que podrán poner por su parte a disposición de los otros. En la sociedad actual, esos informes se suministran a todos y se llevan al día por las publicaciones especiales, que pudieran transformarse y mejorarse para las necesidades futuras.

El mismo trabajo de agregación que se efectúe entre los individuos se realizará entre los grupos, por el simple juego de las afinidades y necesidades, sin la intervención de ninguna autoridad que lo ordene.

Aqui se presenta esta objeción: ¿Cómo se las arreglará el grupo a quien los demás no quisieren suministrar lo que necesite? Se afirma que el caso puede presentarse. Es el mismo caso que ya hemos visto respecto a los individuos aislados, y según nosotros, el remedio no debe ser diferente.

Para que entre miles y miles de grupos hubiera uno con el cual no quisiera relacionarse ningún otro, seria menester que la conducta de los individuos de él fuese de un carácter muy anormal y que su trato se hubiese hecho imposible. Y entonces, siendo libres para todos el tiempo y el espacio tendrían que arreglárselas para bastarse a sí mismos, puesto que no habían sabido hacerse bastante sociables para fraternizar con alguien.

Pero eso es una excepción y no un argumento. La verdad es que así como habrá selección entre los individuos, también ha de haberla entre los grupos. Siendo infinitas las aptitudes y actividades, cada temperamento y cada grupo sólo tendrán dificultad para escoger entre tantos al ir en busca de relaciones.

Quizá nos digan que esto es una hipótesis. Ya lo hemos dicho: hablándose de lo futuro, sólo pueden formularse hipótesis. y la ciencia, la ciencia misma, que pretende progresar nada más que por medio de la experimentación, ¿no debe todos sus descubrimientos a hipótesis, confirmadas luego por la experiencia y el cálculo?

Tan fácilmente como esa deben resolverse todas las cuestiones de interés general. En nuestra sociedad de hoy, así acontece con la mayoría de ellas. Cada vez se aprende más a pasarse sin el apoyo del Estado. Quienes en ello toman la iniciativa, conviértenlo en una máquina de lucros, mas no por eso deja de ser en fondo una obra de la iniciativa individual.

Los especuladores que toman por su cuenta el negocio, si no quieren o no pueden comprometer en él sus propios capitales, acuden a suscripciones voluntarias, que individuos atraídos por el cebo de dividendos y de intereses cuantiosos apresúranse a cubrir cuando la cosa les parece segura, aceptando así los riesgos necesarios en toda empresa de la cual no se conoce sino lo que a sus promovedores les dé la gana de decir.

Es inútil agregar que en la sociedad presente sólo ven así la luz las empresas que pueden suministrar a los capitalistas otro nuevo medio de explotación, pues las consideraciones de interés general no son un medio bastante poderoso por sí solo para hacer salir los capitales de manos de quienes los poseen. Sin embargo, a veces se ven iniciarse y cubrirse suscripciones para concurrír a la fundación de establecimientos de utilidad general, las cuales no han de producir ninguna ganancia a quienes han contribuído con su cuota. Esto es lo excepcional, y va más bien en pro de nuestros argumentos; y como no bastan estos casos para fundar en ellos una argumentación seria, los dejaremos a un lado.

En realidad, acontece que muchas ideas se aplazan por tiempo indefinido, cuando no se entierran en definitiva, porque aun síendo de utilidad general no producirían interés inmediato ninguno a los capitales que en ellas se empleasen. Para salir a flote una idea, aparte de su utilidad general, ha de poder servir de instrumento para fundar o redondear la fortuna de unos cuantos particulares.

Pues bien; lo que se hace en la actual sociedad, ¿por qué no habría de hacerse en la sociedad futura, descartando las consideraciones rentísticas? Quien tuviese una idea antes que otro, tomaría la iniciativa del trabajo de propaganda que hubiera de realizarse, acudiría a los hombres de buena voluntad, desarrollaría su proyecto por todos los medios existentes, tratando de transmitir sus convicciones al cerebro del mayor número posible de adictos. En lugar de suscribirse para entrega de fondos, suscribiríase con promesas de contribuir con su inteligencia y con sus fuerzas al trabajo proyectado, hasta que por fin se reuniese el personal necesario.

Toda obra que realmente fuese de utilidad general estaría segura de encontrar apoyo en los grupos, y con tanto más entusiasmo, cuanto que sólo habría que contar consígo mismo para realizar las mejoras de que hubiera necesidad; al paso que en la sociedad de hoy, no basta sentir la necesidad de un trabajo urgente y consentir en proveer a los gastos, sino que además hace falta conseguir la aprobación del poder central, lo que no siempre se logra, o si acaso después de muchos años de lucha.

Sería menester que una idea fuese muy poco comprendida para no congregar en torno suyo personal suficiente para asegurar su ejecución; en ese caso, su utilidad no estaba demostrada en absoluto. Si realmente era útil, siempre encontraría un núcleo de propagandistas que luchasen por difundirla. No pretendemos ir con más rapidez que la evolución; pero siempre habría así la ventaja de que, siendo comprendida, no quedaría arrinconada por el único motivo de no producir dividendos bastante grandes para quienes comprometiesen en ella sus capitales.

Todo eso está muy bien; pero queréis establecer una República espartana, donde todo deba hacerse en provecho de la sociedad. Por más que digáis, el individuo deberá sacrificarse allí por el bien común; en vuestro sociedad se moriría uno de aburrimiento, habiendo de renunciar los individuos a todas las distracciones, a todos los recreos, puesto que la producción sólo se limitaría a los objetos de pura necesidad.

Así nos responden algunos.

Hemos visto que un reparto mejor hecho del trabajo proporcionaría al individuo largas horas de descanso, para emplearlas en las ocupaciones que quisiese; por tanto, es quimérico ese temor, puesto que el hombre podrá siempre asociarse con quien le viniere en gana, para producir lo que más halague sus gustos. ¿No es de necesidad para el hombre todo lo que pueda desear? Las necesidades materiales no son las únicas que siente con violencia; todo cuanto se le hace necesario entra en los móviles de su actividad, y por consiguiente forma parte de la producción social. También en esto, las afinidades y las semejanzas de gustos guiarán a los individuos y los agruparán según las relaciones que hayan de anudarse con la mira de asegurar su satisfacción.

En la multiplicidad de temperamentos y variedad de aptitudes existentes entre los hombres, ven los defensores de la autoridad un motivo de temor por la armonía y la buena inteligencia, cuando, por el contrario, estos gustos y aptitudes diversos permitirán a los individuos evolucionar libremente en su desarrollo. Si todos tuviesen iguales necesidades, podría ser que disputasen el puesto y el alimento; pero variando los gustos y los modos de actividad, para uno será una delicia lo que sería una molestia para otro.

Por eso, en la sociedad venidera seguirá produciéndose lo que sólo sirve para recreo del hombre; no hay más sino que su mejor educación y los progresos adquiridos le harán apetecer goces más elevados que las apuestas en las riñas de gallos o sobre la mayor o menor velocidad de un jamelgo, a quien hay que cuidar durante meses enteros como a una señorita mimada, para hacerle correr un cuarto de hora.

Nosotros tomamos al hombre tal como es, con todas sus imperfecciones, con sus gustos falseados por la ignorancia y los prejuicios. Pero esperamos de la evolución que sus gustos se harán más sencillos, más afinados, más estéticos, y perderán a la postre ese amor al oropel y a las baratijas que distingue al hombre salvaje y se encuentra, transformado pero no extinto, en el hombre de esta civilización inferior de hoy.

A los defensores de la autoridad no les faltan objeciones. Batidos en un lado, vuelven a la carga por otro, y dicen:

Pretendéis que los individuos sabrán agruparse para producir cuanto necesiten; pero si nadie se ocupa especialmente de registrar los objetos pedidos, llevar la cuenta de los que hay en almacén y advertir los que escaseen, habrá sobra para unos y falta para otros, aquello será un galimatías donde no se entenderá nadie.

,Hoy no faltan aficionados a la estadística, aun cuando no les lleve a ello ningún interés personal; cada rama de los conocimientos humanos tiene sus calculistas para registrar los hechos que acontecen, los actos que se efectúan, los productos que se crean, los que van desapareciendo. La afición a calcular, contar y medir, es un trabajo atractivo para muchas personas, las cuales tendrán plena libertad para dar libre vuelo a sus gustos. A ellos les toca informarnos acerca del equilibrio entre los productos y el consumo.

Y el desarrollo del correo, del telégrafo, del teléfono, ¿no pondrá estos medios de comunicación al alcance de todos? Quienes permanezcan aislados será porque quieran, y serán muy duenos de hacerlo; pero a nadie le faltarán los medios de informarse.

Aparte de eso, la manera que indicamos de formar las agrupaciones parécenos la mejor respuesta que se puede dar a esos temores. Un grupo de individuos que se propusieran informarnos o advertirnos acerca de lo necesario de tal operación podría sernos muy útil, sin que ellos fuesen peligrosos. Lo contrario sucedería si se tratase de un grupo que tuviera ese encargo por cualquier modo de poderes delegados. La sociedad no necesita de ninguna manera delegar los suyos en un organismo especial encargado de indicar a cada miembro lo que tiene que hacer, cuando a cada cual bastaríale quererlo así para informarse él mismo al momento de lo que acontece en el mundo entero a cada instante, y cuando esa tarea. puede hacerse normalmente por una sensata inteligencia en la división del trabajo.

Índice de La sociedad futura de Jean GraveComunismo y anarquía La mujer y el matrimonioBiblioteca Virtual Antorcha