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La sociedad futura

Jean Grave

Conclusión


Si existe alguna doctrina que haya tenido el don de promover contra sí los furores y las calumnias de todos los partidos politicos, es la doctrina anarquista. Espantados de los progresos que hacía la idea de independencia bajo su nueva fórmula en el espíritu de los explotados, todos los que viven de explotar (explotación industrial, capitalista, política, moral e intelectual) se unieron fraternalmente en una defensa común para caer juntos sobre esos reeién venidos que se atrevían a turbar su quietud, emitiendo teorías ¡subversivas de todo cuanto habíamos convenido en respetar!

Las teorías anarquistas comprendían el derecho primordial que todo individuo tiene de rebelarse contra quien le oprime, pero los burgueses no aguardaron los primeros golpes: penas de prisíón y de presidio llovieron sobre los propagandistas de la idea filosófica. Todos los que desfilaban ante un tribunal tenían seguro el máximum de la penalidad señalado en la ley, por haberse atrevido a decir que no todo va bien en la mejor de las Repúblicas burguesas, y que era preciso trabajar para conseguir una transformación social.

La fuerza llama a la fuerza, el terror engendra el terror. Sabiendo que tanto se paga por un escrito o un discurso como por un acto de rebelión efectiva, ciertos anarquistas, más impacientes que otros, negáronse a discutir más tiempo y quisieron devolver golpe por golpe. Se han votado leyes excepcionales de represión, y los gobernantes esperan matar asi la idea anarquista; los acontecimientos nos dirán algún día lo que debe pensarse de ello.

Pero los burgueses, antes de atreverse a hacer leyes tan retrógradas, no pudiendo refutar teorías que la mayor parte de ellos no pueden comprender a causa de su pequeñez intelectual; presintiendo que si se arraigaban las ideas nuevas acabáronse su explotación y sus privilegios; amenazados y sin ver ninguna posibilidad para que su parasitismo se perpetúe en el nuevo orden de cosas, recurrieron, para combatir el pensamiento filosófico, además de a las cárceles, a su arma fávorita: la calumnia.

Y seguidos en esta campaña por los autoritarios de todos los pelajes, que pretenden trabajar en pro de una reforma social, gritaron en todos los tonos: ¡Los anarquistas! ¡Los anarquistas no son un partido, no tienen ideas acerca de la organización social futura, no tienen más que apetitos! Y los socialistas autoritarios añadieron: ¡Son unos soplones de la ronda secreta! Y todos juntos: ¡Quisieran retrotraernos al reinado de la fuerza y de la brutalidad!

Y dispensándoles de argumentos las injurias y calumnias, crearon en los periódicos tal renombre de insania y de violencia irracional a los anarquistas, que todos los imbéciles que sólo tienen opinión después de leer su periódico, aceptaron como verdades ese fárrago de embustes, y no vieron en los anarquistas sino un hato de locos furiosos, que no saben lo que quieren.

No tenemos por qué juzgar a quienes obraron, y muchos de los cuales si se equivocaron pagaron su error con su vida y su libertad. Preciso es saludar con profundo respeto a quienes sacrifican su vida por sus ideas. Debemos confesar, sin embargo, que ciertos actos torpes y violencias descabelladas contribuyeron a arraigar aquella opinión. Mas la impavidez y el desinterés de quienes fueron cogidos en la lucha, muchos de los cuales han muerto en presidio o en el cadalso, obligaron a los pensadores a estudiar las ideas capaces de engendrar abnegaciones semejantes, mientras los satisfechos con el orden actual cubrianlas de inmundicia.

Para esos burgueses, todo anarquista sólo es un hombre lleno de odio y de envidia, ávido de vivir bien y no trabajar. ¿Y son ellos los que vienen a hablarnos de apetitos y concupiscencias? ¡Ellos, que guardan para si todos los goces de la vida: ellos, a quienes la saciedad les hace tomar tedio a todos los placeres naturales; ellos, que, en efecto, ya no tienen ningún apetito moral! ...

Ahitos y estragados, vénse reducidos a buscar el goce en pasiones anormales, en refinamientos de vicios contra la naturaleza ... ¡Pobres gentes!

Los anarquistas han difundido escritos y discursos para explicar su ideal y las razones en que se funda. Esperamos haber aportado con este libro nuestro grano de arena al edificio del pensamiento futuro. ¡Qué importa! No por eso dejarán de seguir gritando los burgueses que no tenemos ningún ideal.

¡Hombres de apetitos y de concupiscencias esos anarquistas que sacrifican su existencia y su libertad por conquistar una organización social que dé libre curso a la evolución de todos!

¡Hombres de apetitos, cuando por la falta de preocupaciones que les caracteriza podrían abrirse paso y crearse una buena posición dentro de las instituciones de la sociedad actual, abierta a todas las ambiciones, a todos los apetitos, a todas las monstruosidades, producto de una educación falseada y corrompida, con tal de que quien quiera llegar a la meta cierre los ojos para no ver a los que derriba en su carrera, y se tape los oídos para no oir los gritos de agonía de aquellos a quienes pisotea en la frenética carrera en pos del reparto del botín de caza!

¡Hombres de apetitos y de concupiscencias esos anarquistas que hemos visto desfilar en todos los procesos, con los cuales se ha creído ahogar al partido; unos, burgueses, que rompiendo con su clase habían sacrificado una posición hecha; otros, obreros, que después de una jornada de trabajo y de fatiga, empleaban parte de su tiempo de descanso en ir a anunciar a sus hermanos de miseria ese mejor porvenir que entreveían en sueños, a través de sus concepciones; unos y otros, desenmascarando ante los trabajadores a sus verdaderos enemigos y haciéndoles comprender las verdaderas causas de su miseria! ¡Hombres de apetitos, cuando á la mayoría de ellos hubiérales bastado aceptar la sociedad tal como es, y un poco de flexibilidad de espinazo, para entrar en las filas de nuestros explotadores actuales!

¡Hombres de apetitos y de concupiscencias, todos esos trabajadores que todo lo producen, lujo y goces, y durante toda la vida tienen que apretarse el estómago! ¡Hombres de apetitos y de concupiscencias, los que reclaman su parte de consumo en las riquezas que crean!

Pero ¿y los que nos oprimen? Oid cómo predican el amor a su familia y a su hogar, el respeto a las posiciones adquiridas y a la moral, la templanza y el desinterés, con discursos entrecortados por los hipos de una comida copiosa, en que cada uno ha devorado la sangre de varias familias. ¿Ellos hombres de concupiscencias? ¡Oh, ni pensarlo! ¡Cuán mal conocéis a esas pobres gentes! Si consienten en darse tales hartazgos, a pique de reventar de indignación, ¿creéis que es por su propia satisfacción personal? Pues, nada de eso. ¡Es por humanidad! ... ¿No es preciso que devuelvan a la circulación el dinero que han trasegado de bolsillos en el comercio y en la industria, con el sudor de la frente ... de sus siervos del suelo, de la mina, de la fábrica o del mostrador? ¿Los creéis tan egoístas que quieran acapararlo todo y no soltar nada?

¡Vamos, pobres diablos, que tembláis, macilentos y desharrapados, por los mordiscos del frío, que os crispáis, con la tripa vacía, por los aprietos del hambre: regocijáos! Para complaceros y proporcionaros trabajo, vuestros explotadores visten magníficos trajes, se arropan con pieles, tiran el oro en futilezas, deléitanse en costosas comilonas, con la intención puesta en vosotros. Y cuando vayáis por la noche a tender en un mal catre vuestros miembros doloridos por una jornada de trabajo, saliendo ellos de casa de su querida (una hija vuestra, casi siempre), o del casino, donde habrán déjado en el tapete verde la fortuna de una familia, se irán a tumbar muellemente su esqueleto desvencijado por los excesos y dormirán felices. ¿No merecen bien el sueño? ... ¿No han hecho todo lo posible para amarraros cada vez más y más al terruño o a los talleres?

¡Oh! ya sabemos lo que respoderéis vosotros, anarquistas:- ¡Mejor fuera no explotar a los trabajadores y dejarles a ellos el cuidado de gastar como les pareciese el fruto de su trabajo! - ¡Pero, vosotros no sois más que unos hombres de rapiña, sin ideal ninguno social, y sólo soñáis con robos, asesinatos e incendios! ¡No tenéis más que apetitos! ... Os contestarán.

Esto responde a todo y dispensa de buenas razones.

El motivo de que todos los partidos, juntos en tan conmovedora unión, hayan olvidado sus disputas para atacar a los anarquistas, consiste en que, formando parte de la clase explotadora actual o esperando ingresar en ella, necesitan tomar la defensa de aquello de donde esperan sacar el jugo algún día. Quieren disputarse el plato de manteca, pero no romperlo; por eso ponen tanto empeño en quitarse de encima a quienes les sirven de obstáculos en el camino, demostrando a los obreros que ya no deben aceptar más amos y señores. Pues bien; para atraillar a los pazguatos, no hay nada mejor sino presentarles como unos hambrientos que van a caza de bienes ¡a los que predican el desquiciamiento de la explotación del hombre por el hombre!

Es de oir cómo se compadecen de quienes con su trabajo y su economía se han asegurado un pedazo de pan para la vejez. No encuentran palabras bastante elegíacas para alabar al pequeño propietario o industrial que con su trabajo y su energía son el nervio de la nación. Y los imbéciles destinados a reventar en el hospital, que debieran saber que eso de el capital, fruto del ahorro y del trabajo es una camama, que el trabajador tiene más asegurados muchos días sin pan que conseguir hacer ahorros, ¡también tiemblan por la seguridad de sus economías ... hipotéticas!

¡Que los anarquistas no tienen más que apetitos! ... Bueno que crean eso los imbéciles; pero ¿cómo han de engañar los autoritarios a quienes meditan? ¿Cómo han de hacerlos pasar por hombres de concupiscencias, cuando a cada paso dicen los anarquistas a los trabajadores:

- Este suelo, del cual se os ha despojado y que os obligan a defender, os pertenece y nadie tiene derecho a apoderarse de él y haceros trabajar en provecho suyo; los frutos de la tierra pertenecen a todos, y nadie tiene derecho a reservárselos cuando otros sienten hambre; todo el mundo debe satisfacer su necesidad, mientras haya suficientes víveres en el banquete de la naturaleza?

¿Quién podrá compararlos a hombres de rapiña cuando se esfuerzan por hacer comprender a los trabajadores que deben realizar el advenimiento de una sociedad donde todo el mundo satisfaga sus necesidades físicas e intelectuales y no se vean ya estas monstruosidades: individuos en la fuerza de la edad viril, muriéndose de miseria y de necesidad o buscando en el suicidio un medio de librarse de las angustias del hambre, mientras junto a ellos se gastan en fiestas locas y orgías sin nombre sumas de dinero que bastarían para costear el gasto de muchas familias durante el resto de su existencia?

¡Ambiciosos los anarquistas, cuando su principal propaganda consiste en hacer comprender a los individuos que es necesario destruir todas las situaciones desde las cuales puedan los intrigantes dominar a las masas; cuando a cada momento se esfuerzan en hacer comprender que, sean quienes fueren los hombres que manden, el poder será forzosamente arbitrario, puesto que sólo servirá para asegurar el imperio de la voluntad de unos cuantos individuos, ya lo ejerzan por derecho divino, ya por el derecho del sable, ya por el derecho del número!

Y lo que enardece a los burgueses y a los autoritarios contra la idea anarquista, es que enseña a los trabajadores a arreglar sus negocios, a no confiar a nadie lo que deben hacer, a no delegar su soberanía si quieren seguir siendo libres. Todos los que viven de la explotadón politica han comprendido que si se propaga la idea ya no quedaria lugar a los apetitos, y esa jauría de famélicos a caza de cargos, honores y sobre todo de pagas, gruñe enseñando los colmillos; sienten ir desapareciendo poco a poco su papel, y como están harto podridos para ponerse francamente al lado de los trabajadores, manchan de baba a todo el que trabaja en la emancipación de la humanidad.

¡Babead cuanto queráis! Ni vuestras injurias, ni vuestras calumnias detendrán la marcha de la humanidad. Sí, todo hombre tiene apetitos. Bueno, ¿y qué más? Sólo se trata de entenderse acerca del alcance de esta palabra. Sí, queremos una sociedad donde cada uno pueda satisfacer sus necesidades físicas e intelectuales en toda su integridad; sí, sollamos una sociedad donde todos los goces del cuerpo y del alma no estén ya acaparados por una minoria privilegiada, sino a la libre disposición de todos. Sí, somos hombres y tenemos los apetitos del hombre; no tenemos por qué avergonzarnos de nuestra naturaleza.

Pero tenemos también tal sed de justicia y de libertad, que quisiéramos una sociedad exenta de jueces, gobernantes y todos los demás parásit0s que constituyen el monstruoso organismo social que aflige a la humanidad desde el comienzo de su historia.

En cuanto al cargo que se nos dirige de no tener ideal, las declaraciones de los anarquistas en sus periódicos, folletos y reuniones, delante de los tribunales y en todas partes donde han podido hablar al público, bastan para probar la falsedad de esa acusación.

En el curso de este trabajo hemos intentado manifestar nuestro ideal y demostrar con pruebas en su apoyo que, en una sociedad normalmente constituida, la iniciativa y la autonomía deben ser los únicos motores de la actividad humana. Hemos visto que todas las instituciones actuales sólo están hechas para la defensa de los intereses particulares de una clase, para protegerla contra las reclamaciones de los despojados por ella; y que, lejos de deducirse de leyes naturales, no se fundan nada más que en la arbitrariedad y son absolutamente contrarias a las leyes de la naturaleza.

Después, hemos visto que lejos de contradecir nuestras ideas la ciencia y la naturaleza, como se pretende, están conformes en proclamar la completa autonomía del individuo en medio de sus semejantes y en el espacio. ¡Mediten los trabajadores!

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