Índice de Ensayo político sobre el reino de la Nueva España de Alejandro de Humboldt | Capítulo séptimo | Capítulo octavo (Segunda parte) | Biblioteca Virtual Antorcha |
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CAPÍTULO OCTAVO
Primera parte
De la división política del territorio mexicano y de la relación de la población de las intendencias con su extensión territorial.- Ciudades principales.
Antes de presentar la estadística particular de las intendencias de la Nueva España examinaremos los principios en que se fundan las nuevas divisiones territoriales, que son desconocidas a los geógrafos, pues ya hemos dicho que nuestra carta, general del reino es la única que señala los límites de las intendencias establecidas desde 1776.
Antes de la reorganización administrativa dispuesta por don José de Gálvez, ministro de Indias, la Nueva España comprendía once divisiones: los reinos de México, Nueva Galicia y Nuevo León; las provincias de Texas, Coahuila, Nueva Vizcaya, Sonora, Nuevo México, Vieja California y Nueva California; y la colonia de Nuevo Santander. En su estado actual, se divide en doce intendencias y tres provincias, del siguiente modo:
I. Bajo la zona templada. 82,000 leguas cuadradas, con 677,000 almas u 8 habitantes por legua cuadrada.
A. Región del Norte, región interior.
1. Provincia de Nuevo México.
2. Intendencia de Nueva Vizcaya.
B. Región del N. O., próxima al Pacífico
3. Provincia de la Nueva California.
4. Provincia de la Vieja California.
5. Intendencia de Sonora.
C. Región del N. E., próxima al Golfo de México.
6. Intendencia de San Luis Potosí. Comprende las provincias de Texas, colonia del Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo Reino de León, y los distritos de Charcas, Altamira, de Catorce y Ramos.
II. Bajo la zona templada. 36,500 leguas cuadradas con 5.160,000 almas, o 141 habitantes por legua cuadrada.
D. Región central.
7. Indendencia de Zacatecas, exceptuada la parte que se extiende al N. de las minas de Fresnillo.
8. Intendencia de Guadalajara.
9. Intendencia de Guanajuato.
10. Intendencia de Valladolid.
11. Intendencia de México.
12. Intendencia de la Puebla.
13. Intendencia de Veracruz.
E. Región del S. E.
14. Intendencia de Oaxaca.
15. Intendencia de Mérida.
Las anteriores divisiones se fundan sobre el estado físico del país. Vemos que casi los siete octavos de los habitantes viven en la zona tórrida. De los 5.000,000 que ocupan la parte equinoccial de México, los cuatro quintos habitan el lomo de la cordillera, o llanuras de gran elevación sobre el nivel del mar. Considerando las provincias según sus relaciones comerciales, o según la situación de las costas a que están contiguas, se dividen en tres regiones:
I. Provincias del interior, que no se extienden hasta las costas del Océano.
1. Nuevo México.
2. Nueva Vizcaya.
3. Zacatecas.
4. Guanajuato.
II. Provincias marítimas de la costa oriental, frente a Europa.
5. San Luis Potosí.
6. Veracruz.
7. Mérida o Yucatán.
III. Provincias marítimas de la costa occidental, frente al Asia.
8. Nueva California.
9. Vieja California.
10. Sonora.
11. Guadalajara.
12. Valladolid.
13. México.
14. Puebla.
15. Oaxaca.
Estas divisiones serán con el tiempo de sumo interés político, cuando la agricultura de México esté menos concentrada en la mesa central y cuando las costas empiecen a poblarse.
Los habitantes de la Nueva España y del Perú no han podido hasta ahora aprovecharse de las ventajas que les ofrece su posición en una costa que hace frente al Asia y a la Nueva Holanda: ni siquiera conocen las producciones de las islas del océano Pacífico.
Otra división es la que distingue la Nueva España propiamente dicha de las Provincias Internas:
A. Provincias sujetas al virrey de la Nueva España: 59,103 leguas cuadradas, con 5.477,900 almas: las diez intendencias de México, Puebla, Veracruz, Oaxaca, Mérida, Valladolid, Guadalajara, Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí (sin comprender Coahuila y Texas); las dos Californias.
B. Provincias sujetas al comandante general de las Provincias Internas: 59,375 leguas cuadradas, con 359,200 habitantes: las dos intendencias de Durango y de Sonora, la provincia de Nuevo México, Coahuila y Texas.
Toda la Nueva España, 118,478 leguas cuadradas, con 5.837,100 habitantes.
Estos estados presentan la superficie de las provincias calculada en leguas cuadradas de 25 al grado. La población es la que se puede suponer que existía en 1803. En todos los tiempos se ha querido exagerar la población del Asia y rebajar la de las posesiones españolas de América, sin tener presente que en un clima bueno y un suelo fértil hace la población rápidos progresos, aun a pesar del mal gobierno del país; y olvidando también que las imperfecciones del estado social se hacen sentir menos estando los hombres esparcidos en un inmenso terreno que cuando la población está muy apiñada.
No se está de acuerdo acerca de los límites que deben asignarse a la Nueva España, al N. y al E. Por ahora, el Gobierno de México no se extiende, por las costas occidentales, sino hasta la misión de San Francisco, al S. del cabo Mendocino; y en el Nuevo México hasta el pueblo de Taos. Por la parte del E., hacia el estado de la Luisiana, están mal determinados los límites de la intendencia de San Luis Potosí; el Congreso de Wáshington tiende a restringirlos hasta la orilla derecha del río Bravo del Norte, mientras que los españoles comprenden bajo la denominación de provincia de Texas las sabanas que se extienden hasta el río Mexicano o Mermentas, al E. del río Sabina.
He presentado el estado de las Provincias Internas tal cual era cuando estuve en México. Desde entonces se ha variado el gobierno militar de dichas provincias. He aquí la situación actual, en que las gobiernan dos comandantes generales:
A. Provincias Internas Occidentales:
1. Sonora.
2. Durango o Nueva Vizcaya.
3. Nuevo México.
4. Californias.
B. Provincias Internas Orientales:
1. Coahuila.
2. Texas.
3. Colonia del Nuevo Santander.
4. Nuevo Reino de León.
CUADRO DEL ANÁLISIS ESTADÍSTICO DEL REINO DE LA NUEVA ESPAÑA
El cuadro anterior prueba una gran imperfección en la división territorial. Al formar las intendencias se ha parado muy poco la atención en la extensión territorial y en la población, más o menos concentrada.
Algunas intendencias son diez, veinte y aun treinta veces mayores que otras, pues mientras la de Guanajuato mide 911 leguas cuadradas, la de San Luis Potosí mide 27,821.
La misma desproporción se advierte en cuanto a la población, pues mientras las dos de las Californias tienen 24,600 habitantes, y la de Sonora 121,400, la de México cuenta 1.511,800.
Más desproporcionada resulta aún la población relativa, pues al tiempo que hay intendencias con 1 habitante por legua cuadrada (Antigua California), con 7 (Nueva California), con 12 (San Luis Potosí) y con 38 (Veracruz), la de Guanajuato tiene 568.
Estos datos probarán suficientemente la gran imperfección de la actual división territorial. Un Gobierno regenerador debe ocuparse ante todo en variar los límites actuales de las intendencias. Este cambio político debe fundarse en el conocimiento exacto del estado físico y agrícola de las provincias que componen el reino.
ANALISIS ESTADÍSTICO DEL REINO DE LA NUEVA ESPAÑA
Extensión territorial: 118,478 leguas cuadradas.
Población: 5.837,100 habitantes, o 49 por legua cuadrada.
La Nueva España comprende:
A. México propiamente dicho.
Extensión territorial: 51,280 leguas cuadradas.
Población: 5.413,900 habitantes, o 105 por legua cuadrada.
B. Provincias Internas Orientales y Occidentales.
Extensión territorial: 67,189 leguas cuadradas.
Población: 423,200 habitantes, o 6 por legua cuadrada.
1. INTENDENCIA DE MÉXICO
Extensión: 5,927 leguas cuadradas.
Población en 1803: 1.511,800.
Habitantes por legua cuadrada: 255.
Esta intendencia está situada toda ella en la zona tórrida. Confina por el N. con la intendencia de San Luis Potosí, por el O. con las de Guanajuato y Valladolid, por el E. con las de Veracruz y Puebla, y por el S. con el océano Pacífico, en una extensión de 82 leguas de costa, desde Acapulco hasta Zacatula. Más de sus dos tercios son de terreno montañoso, en el cual hay planicies que se elevan de 2,000 a 2,300 metros sobre el nivel del mar. Sólo una de sus cumbres, el Nevado de Toluca, asciende hasta el límite inferior de las nieves perpetuas. El Pico del Fraile, que es la cima más alta del Nevado, tiene una altura de 4,620 metros.
El valle de México está situado en el centro de la Cordillera de Anáhuac, sobre el lomo de las montañas de pórfido y de amigdaloide basáltico que se extienden del S. S. E. al N. N. O. Su forma es ovalada y mide 244 leguas cuadradas de extensión. Su circunferencia es de 67 leguas. Atraviesan la cordillera que limita el valle seis caminos reales: el de Acapulco, por Cuernavaca; el de Toluca, por Lerma; el de Querétaro, Guanajuato y Durango; el de Pachuca; el antiguo de Puebla, por San Buenaventura y los llanos de Apan; y el nuevo de Puebla, por Río Frío y Tesmelucan.
Acostumbrados a oír que la antigua capital de México estaba en medio de un lago, los que vean la ciudad actual podrían creer que no está edificada en el mismo lugar que la antigua, pues se halla a cierta distancia de los lagos de Tezcuco y de Chalco; pero la diferencia aparente de situación proviene de la disminución de aguas que ha tenido el primero de dichos lagos.
Varias observaciones geológicas indican como hecho muy probable que los lagos han venido disminuyendo desde mucho antes de la llegada de los españoles y de la construcción del canal de Huehuetoca. Los aztecas, antes de haber construído en 1325, sobre un grupo de islotes, la capital que hoy existe, habían habitado por espacio de cincuenta años en otra parte más meridional del lago. Vinieron de Aztlán hacia 1160, y llegaron al valle de México, por Malinalco, después de cincuenta y seis años de migración. Estableciéronse primero en Zumpango, y después en la falda meridional de la montaña de Tepeyacac. En 1245, según Clavigero, llegaron a Chapoltepec; pero inquietados por los principillos de Xaltocan, se refugiaron en un grupo de islotes llamados Acocolco, en el extremo meridional del lago de Tezcuco, donde vivieron durante medio siglo en espantosa miseria.
Habiendo caído bajo el yugo de los reyes de Tezcuco y de Acolhuacan, se refugiaron los aztecas en Tizapán, en la tierra firme. Los servicios que prestaron a sus señores en una guerra contra los habitantes de Xochimilco, les procuraron la libertad. Entonces se establecieron en Acatzitzintla, pueblo al que llamaron Mexicalzingo por su dios de la guerra, Mexitli o Huitzilopochtli, y después en Iztacálco.
En cumplimiento de su oráculo, según el cual su asiento definitivo sería en el lugar donde encontrasen un águila sobre un nopal, en 1325 fundaron su teocalli, o casa de Dios, en un islote. Este teocalli, a cuyo alrededor se fundó la nueva ciudad, era de madera. El de piedra que admiraron los conquistadores, fue construído en el mismo sitio por el rey Ahuitzol en 1486. Era un monumento piramidal, de treinta y siete metros de altura, situado en medio de un recinto de muros, y constaba de cinco pisos. Sobre su cima se levantaban altares cubiertos de cúpulas de madera cuyas puntas estaban a cincuenta y cuatro metros sobre el suelo del recinto. No sabemos de qué materiales estaba construído. Los fragmentos que de cuando en cuando se descubren alrededor de la catedral actual, son de pórfido, con base de grustein lleno de anfibolias y de feldespato vítreo. El teocalli estaba ya arruinado pocos años después del sitio de Tenochtitlán, el cual acabó con la destrucción casi total de la ciudad; por tanto, me inclino a creer que el exterior de la pirámide truncada era de arcilla revestida de la amigdaloide porosa llamada tetzontli.
La antigua ciudad de México se comunicaba con la tierra firme por tres grandes calzadas: la de Tepeyacac (Guadalupe), la de Tlacopan (Tacuba), y la de Iztapalapan. Cortés menciona cuatro, sin duda porque contó como tal la que conduce a Chapultepec.
La calzada de Iztapalapan tenía un ramal que unía Coyohuacan con el fuerte de Xoloc. En 1338, con motivo de una lucha civil, se separó una parte de los habitantes y se estableció en los islotes situados al N. O. del templo. Esta nueva ciudad, que se llamó primero Xaltilolco y después Tlaltelolco, tuvo un rey independiente del de Tenochtitlán.
El rey mexicano Axayácatl conquistó a Tlaltelolco, y desde entonces este pueblo se unió por medio de puentes al de Tenochtitlán. Los mexicanos trasladaron a aquel lugar su gran mercado, cuya enorme magnitud prueba cuán considerable debió ser la población de la antigua ciudad.
Estaba ésta dividida en cuatro cuarteles llamados Teopan o Xochimilca Atzacualco, Moyotla y Tlaquechiuhcan o Cuepopan, división que se ha conservado hasta el día en la demarcación de los cuarteles de San Pablo, San Sebastián, San Juan y Santa María.
La mayor parte de las calles tienen hoy la dirección que tuvieron antiguamente, aproximadamente de N. a S. y de E. a O.
Desde siglos antes de la conquista, los límites del lago de Tezcuco se venían reduciendo a causa de la falta de equilibrio entre la masa de agua que entra en él y la que pierde por evaporación. Esta merma de agua habría sido lenta y poco perceptible, a no haber intervenido la mano del hombre. Los conquistadores talaron sin tino los árboles, así en el llano en que está situada la ciudad como en los montes que la rodean. La construcción de la nueva ciudad consumió una cantidad inmensa de madera para vigas, puertas y pilotes.
Hoy continúa la tala, y la falta de vegetación expone el suelo descubierto a los rayos del sol, de suerte que la humedad que no se pierde por filtración, se evapora rápidamente. Pero lo que más ha contribuído a la disminución del lago es el tajo llamado Desagüe Real de Huehuetoca, que conduce las aguas de lluvia al río Pánuco.
Este estado de cosas ha venido del deseo de hacer de México una capital en donde, al mismo tiempo que pudiesen circular carruajes, hubiese menos peligro de inundaciones; México debe contarse, sin duda alguna, entre las más hermosas ciudades que los europeos han fundado en ambos hemisferios. A excepción de Petersburgo, Berlín, Filadelfia y algunos barrios de Westminster, apenas existe una ciudad de aquella extensión que pueda compararse con la capital de Nueva España, por el nivel uniforme del suelo, por la regularidad y anchura de las calles y por lo grandioso de las plazas públicas.
La arquitectura en general es de un estilo bastante puro, y hay también edificios de bellísimo orden. El exterior de las casas no está cargado de ornatos. Las barandillas y rejas son de hierro de Vizcaya, y los ornatos, de bronce. En vez de tejados, las casas tienen azoteas. Dos clases de piedras de cantería, la amigdaloide porosa llamada tetzontli, y sobre todo un pórfido con base de feldespato vidrioso y sin cuarzo, dan a las construcciones cierto viso de solidez y aun de magnificencia. Esta ciudad ha dejado en mí cierta idea de grandeza, que atribuyo principalmente al carácter grandioso que le dan su situación y la naturaleza de sus alrededores, pues no puede darse espectáculo más rico y variado que el que presenta el valle cuando se le contempla desde las torres de la catedral o desde la colina de Chapultepec.
Una bella vegetación rodea a esta colina, desde la cual se domina una extensa llanura y campos muy bien cultivados que se extienden hasta el pie de montañas colosales, cubiertas de nieves perpetuas. La ciudad se presenta al espectador bañada por las aguas del lago de Tezcuco, que rodeado de pueblos y lugarcillos, le recuerda los más hermosos lagos de Suiza.
México es también notable por su buena policía. Las más de las calles tienen aceras muy anchas, están limpias y muy iluminadas con reverberos de mechas chatas en forma de cintas. Estos beneficios se deben al conde de Revillagigedo, el cual, a su llegada, encontró la capital en un estado de extremo desaseo, aunque ya estaba empedrada desde los tiempos del virrey marqués de Montesclaros.
Los acueductos que conducen a la ciudad el agua dulce son monumentos de construcción moderna muy dignos de la atención del viajero, así como la Catedral, la Casa de Moneda, algunos conventos, principalmente el de San Francisco, el Hospicio, la Acordada, la Escuela de Minas, el Jardín botánico, la Universidad y la Biblioteca pública, la Academia de Bellas Artes, la ya mencionada estatua ecuestre de Carlos IV, y el monumento sepulcral que el duque de Monteleone ha dedicado al gran Cortés en una capilla del Hospital de los naturales.
Los aficionados al estudio de la historia y de las antigüedades americanas, no hallarán aquí los grandes restos de edificios que se ven en algunos lugares del Perú y de la misma Nueva España, pues su destrucción fue completa. Entre las escasas reliquias de antigüedades mexicanas que quedan, pueden contarse las ruinas de las calzadas y de los acueductos aztecas, la piedra llamada de los sacrificios, el gran calendario, la estatua colosal de la diosa Teoyaomiqui, los manuscritos jeroglíficos, mal conservados en el palacio de los virreyes, los cimientos del palacio de los reyes de Tezcuco, el relieve colosal esculpido en el Peñón de los Baños, y varios otros objetos que recuerdan las instituciones y las obras de pueblos de la raza mongólica.
En el valle de México, los únicos monumentos antiguos que llaman la atención por su grandeza, son los restos de las dos pirámides de San Juan de Teotihuacán, consagradas al sol y a la luna y llamadas por los indígenas Tonatiuh Itzacual, casa del sol, y Meztli Itzacual, casa de la luna. La primera tiene en su estado actual una base de 208 metros de lado, y 55 de altura; la segunda es once metros más baja y su base es mucho menor. Los pueblos que los españoles encontraron establecidos en la Nueva España atribuían estas pirámides a la nación tolteca, lo que, siendo así, hace remontar su construcción al siglo VIII o IX, porque el reino de Tollán duró desde 667 hasta 1031. Ambas están orientadas de N. a S. y de E. a O. Formaban cuatro pisos, de los cuales hoy no se ven sino tres. En otro tiempo se subía a su cima por una escalera de grandes piedras de sillería; y allí, según cuentan los primeros viajeros, se hallaban estatuas cubiertas de láminas muy delgadas de oro.
Según una tradición india, el interior de las pirámides está hueco; pero como no han sido perforadas transversalmente, es imposible hablar con certidumbre de su estructura interior. Alrededor de ellas hay centenares de pirámides pequeñas ordenadas en calles muy anchas que siguen exactamente la dirección de los paralelos y los meridianos y que terminan en las cuatro caras de las dos pirámides grandes. Parece bastante cierto que estas pirámides pequeñas servían de sepultura a los jefes de las tribus.
Otro monumento antiguo muy notable es el atrincheramiento militar de Xochicalco, al S. S. O. de Cuernavaca, cerca de Tetlama.
Es una colina de 117 metros de altura, dividida en cinco terrazas revestidas de mampostería. Las piedras están cortadas muy regularmente y adornadas con figuras jeroglíficas entre las que se distinguen cocodrilos echando agua y, lo que es muy particular, hombres sentados con las piernas cruzadas a la manera asiática. La plataforma superior tiene cerca de 9,000 metros cuadrados, y presenta las ruinas de un pequeño edificio cuadrado que sin duda sirvió de último asilo a los sitiados.
Por el interés que inspiran a quienes estudian la conquista de México por los españoles, señalaré algunos lugares que se pueden llamar clásicos.
El palacio de Moctezuma estaba donde hoy se halla el del duque de Monteleone, llamado Casa del Estado, en la Plaza Mayor, al S. O. de la Catedral. Se componía de un gran número de casas espaciosas, pero de poca altura, que ocupaban el terreno comprendido entre el Empedradillo, la calle de Tacuba y el convento de la Profesa. Después de conquistada la ciudad, Cortés hizo su palacio en frente de las ruinas del de Moctezuma, donde hoy está el de los virreyes; pero el Gobierno se lo hizo ceder para la Audiencia, y recibió el nombre de Casa del Estado. Los descendientes de Cortés recibieron en cambio el solar del antiguo palacio de Moctezuma, y allí construyeron el hermoso edificio en que hoy están los archivos del Estado. Cuando el conquistador hizo su primera entrada en la ciudad, el 8 de noviembre de 1519, él y sus tropas se alojaron en un edificio que había habitado el rey Axayácatl, y del cual aún se ven algunos vestigios detrás del convento de Santa Teresa, en la esquina de las calles de Tacuba y del Indio Triste.
Un puentecillo cerca de Buenavista ha conservado el nombre de Salto de Alvarado, en memoria del prodigioso salto que dió Pedro de Alvarado en el desastre de la noche triste de 1 de julio de 1520. Parece que ya en tiempo de Cortés se ponía en duda la verdad histórica de este hecho, que por tradición popular se conserva entre los habitantes de México.
El Puente del Clérigo, cerca de la plaza mayor de Tlaltelolco, se enseña a los extranjeros como el lugar donde cayó prisionero Cuauhtemotzin; pero de las indagaciones que he hecho con el P. Pichardo resulta que el joven monarca cayó en manos de García Holguín en un gran estanque que había entre la Garita de Peralvillo, la plaza de Santiago Tlaltelolco y el puente de Amaxac. Cortés estaba en la azotea de una casa de Tlaltelolco cuando le llevaron al rey prisionero.
Después de la destrucción de Tenochtitlán, Cortés permaneció con los suyos durante cuatro o cinco meses en Coyohuacan, y estuvo perplejo acerca del lugar donde debía reedificar la ciudad, hasta que se decidió por el emplazamiento antiguo. Es imposible determinar con alguna certidumbre el número de habitantes del antiguo Tenochtitlán. De los pocos datos conocidos, puede deducirse que su población era por lo menos el triple de la del México actual. Según los datos más recientes, parece que la población actual (inclusa la tropa) es de 135 a 140,000 almas. El censo de 1790 dió 112,926, pero se sabe que este resultado está disminuído en más de una sexta parte. Puede admitirse como muy probable que la población actual consiste en:
2,500 blancos europeos.
65,000 blancos criollos.
33,000 indios.
26,500 mestizos.
10,000 mulatos
Lo que nos da un total de población de 137,000 habitantes.
En los veintitrés conventos de hombres que tiene la capital, hay 1,200 individuos aproximadamente, entre los que se cuentan cerca de 580 sacerdotes y coristas.
En los quince conventos de mujeres hay 2,100 personas, de las cuales cerca de 900 son religiosas profesas.
Según Alejandro Laborde, el clero de Madrid se compone de 3,470 personas.
El número de nacimientos, tomando un término medio de cien años, es de 5,930, y el de muertos de 5,050.
En 1802 hubo 6,155 nacidos y 5,166 muertos, lo que, suponiendo una población de 137,000 almas, daría un nacimiento por cada 22 y 1/2 individuos y un fallecimiento por cada 26 y 1/2.
La ciudad de México es la más poblada del Nuevo Continente. Tiene cerca de 40,000 habitantes menos que Madrid, que según Laborde cuenta 156,272 habitantes, y unos 200,000 incluyendo la población flotante.
El consumo de carne es en México de 92 y 1/2 kilogramos anuales por individuo. Lavoisier halló que en su tiempo cada habitante de París consumía 79 7/10 kilogramos.
El consumo del vino ha aumentado mucho desde 1791. Sólo las clases acomodadas beben vinos de España. Los indios, los mestizos, los mulatos y la mayor parte de los criollos beben pulque, del cual se consume anualmente la enorme cantidad de cuarenta y cuatro millones de botellas de cuarenta y ocho pulgadas cúbicas cada una.
El consumo de pan es igual al de las ciudades de Europa, y el del maíz casi iguala al del trigo.
El mercado de México está abundantemente provisto de comestibles, sobre todo de legumbres y frutas. La mayor parte de las legumbres se cultivan en las chinampas, que los europeos llaman jardines flotantes, cuya invención parece venir de fines del siglo XIV.
El valle de México posee dos fuentes de aguas termales: la de Nuestra Señora de Guadalupe y la del Peñón de los Baños. Estas aguas contienen ácido carbónico, sulfatos de cal y de sosa y muriato de sosa. En la del Peñón, cuya temperatura es bastante elevada, se han establecido baños muy saludables y bastante cómodos.
El virrey Gálvez eligió el montículo de Chapultepec para hacer una casa de recreo. La disposición del edificio es muy singular. Está fortificado por el lado de la ciudad, en el que se ven muros salientes y parapetos para colocar cañones, aunque a todo esto se ha dado la apariencia de simples ornatos arquitectónicos. Del lado del N. hay fosos y subterráneos capaces de contener provisiones para muchos meses. En México es opinión muy generalizada el mirar esta casa de los virreyes como una fortaleza disfrazada.
El valle de México está entrecortado en varias partes por lagos y por pequeños ríos, cosa interesante para el físico y para el ingeniero constructor. La superficie de los cuatro lagos principales (de Xochimilco o de Chalco, de Tezcuco, de San Cristóbal y de Zumpango) ocupa casi una décima parte del valle, o sea 22 leguas cuadradas. El valle es una olla rodeada de un muro circular de elevadas montañas porfídicas. La parte más baja de la olla está a 2,277 metros sobre el nivel del mar.
Toda la humedad que viene de las cordilleras que la rodean se reúne en el valle. De éste no sale ningún río, excepto el arroyo de Tequisquiac, que por un barranco de poca anchura atraviesa la cordillera por el N. y afluye al río Tula o de Moctezuma.
Los principales afluentes del valle son: los ríos de Papalotla, de Texcuco, de Teotihuacán y de Tepeyacac (o Guadalupe), que desaguan en el lago de Tezcuco; y los de Pachuca y Cuauhtitlán, que desaguan en el de Zumpango.
Los lagos se elevan a proporción que se alejan del centro del valle, donde está situada la capital, y esta diferencia de nivel se ha hecho sentir en las grandes inundaciones a que ha estado expuesta la ciudad durante muchos siglos. En todas ellas, el curso de los fenómenos ha sido siempre el mismo.
El lago de Zumpango, engrosado por los ríos de Cuauhtitlán y de Pachuca, vierte sus aguas en el lago de San Cristóbal. Este, a su vez, rompe la calzada que le separa del de Tezcuco y vierte en él su exceso de aguas, y las que rebosan del último inundan las calles de México. Para evitar el riesgo de las inundaciones, se hizo el desagüe de Huehuetoca, después de cuya apertura sólo hubo una inundación en la ciudad, la de 1629.
Sin embargo, la situación de la capital es tanto más peligrosa cuanto que de año en año disminuye la diferencia de nivel entre la superficie del lago de Tezcuco y el terreno donde están edificadas las casas. El nivel de este terreno es fijo, especialmente desde que el conde de Revillagigedo hizo empedrar todas las calles; pero el fondo del lago se eleva progresivamente a causa de las tierras en suspensión que llevan consigo los torrentes.
Es natural que en el orden de las obras hidráulicas emprendidas para preservar a la capital de las inundaciones haya precedido el sistema de los diques al de los canales de desagüe. La construcción de diques, iniciada por los aztecas, fué continuada por los españoles, hasta que, al sobrevenir la inundación de 1607, el virrey marqués de Salinas decidió abrir un canal de desagüe, cuya ejecución confió al cosmógrafo e ingeniero Enrico Martínez. La famosa galería subterránea de Nochistongo se empezó el 28 de noviembre de 1607, y en diciembre de 1608, Martínez invitó al virrey y al arzobispo a que fuesen a Huehuetoca para ver pasar las aguas del lago de Zumpango y del río de Cuauhtitlán por la galería subterránea, la cual, con sus 6,600 metros de largo y una sección transversal de 10 y 1/2 metros cuadrados, es una obra que en nuestros días y hasta en Europa llamaría la atención de los ingenieros, teniendo en cuenta sobre todo que se hizo en menos de un año.
Apenas había comenzado a correr una parte del agua del valle de México hacia el océano Atlántico, cuando se empezó a criticar a Enrico Martínez por haber hecho una bóveda que no era bastante ancha ni duradera, ni suficientemente profunda para recibir el agua de las grandes crecidas. En el mismo año de 1608 ya empezaron a discutir los ingenieros mexicanos sobre la conveniencia de ampliar las obras y de construir nuevos desagües para dar salida a las aguas del lago de Tezcuco. El virrey, marqués de Gálvez, tuvo la temeridad de ordenar a Martínez que tapase la boca del túnel, y en consecuencia de esto, el 20 de junio de 1629 sufrió la capital una gran inundación, que duró cinco años, hasta 1634. Durante este tiempo aumentó extraordinariamente la miseria de las clases pobres; el comercio se paralizó, muchas casas se cayeron y otras quedaron inhabitables. Entre tanto fueron presentados cuatro proyectos diferentes de desagüe al virrey marqués de Cerralvo, y todos ellos se discutieron largamente, aunque no se adoptó ninguno. Este virrey puso en libertad a Enrico Martínez, preso desde 1629 por habérsele considerado culpable de la inundación que tuvo lugar en dicho año, y mandó construir la calzada o dique de San Cristóbal. En los años subsiguientes se hicieron modificaciones y ampliaciones de la obra de Martínez, y se construyeron nuevos canales para dar mayor efectividad al desagüe.
Actualmente, la seguridad de la capital descansa:
1°, en diques de piedra que impiden a las aguas de Zumpango que viertan en el lago de San Cristóbal, y que las de éste entren en el de Tezcuco;
2°, en los diques y esclusas de Tláhuac y Mexicaltzingo, que impiden la salida de madre de los lagos de Chalco y Xochimilco;
3°, en el desagüe de Enrico Martínez, por el cual el río de Cuauhtitlán pasa al valle de Tula;
4°, en los dos canales abiertos bajo la dirección de Mier y Trespalacios, cuyas obras comenzaron en 1796 y 1798, y con los cuales los lagos de Zumpango y de San Cristóbal se pueden desaguar a discreción.
Además, mientras yo estaba en Huehuetoca en enero de 1804, el virrey Iturrigaray ordenó la construcción del canal de Tezcuco, ya proyectado por Martínez, canal que debe empezar en la extremidad N. O. del lago de Tezcuco, pasará después por la árida llanura en que se hallan las montañas de las Cruces de Ecatepec y de Chiconautla, y se dirigirá en seguida por la hacienda de Santa Inés hacia el canal de Huehuetoca. Su largo total, hasta la compuerta de Vertederos, será de unos treinta y dos kilómetros. Una vez construído, nada estorbará la libre navegación de las canoas atravesando el valle de México. Pero el mayor beneficio de un canal navegable desde Chalco a Huehuetoca sería para el comercio interior de la Nueva España, llamado comercio de tierra adentro, que va directamente desde la capital a Durango, Chihuahua y Santa Fe de Nuevo México.
Huehuetoca podría llegar a ser el depósito de este importante comercio, en que se emplean más de 50 a 60,000 bestias de carga.
Las principales ciudades y villas de la intendencia de México son las siguientes:
México, capital del reino de la Nueva España. Altitud, 2,277 metros; población, 137,000 habitantes.
Tezcuco. Manufacturas de algodón muy venidas a menos por la competencia de las de Querétaro. Población, 5,000 habitantes.
Coyoacán. Convento de monjas fundado por Cortés, en el que éste dispuso en su testamento que se le enterrase, disposición que no ha sido cumplida.
Tacubaya. Palacio del arzobispo y hermoso plantío de olivos de Europa.
Tacuba, antiguo Tlacopan, capital del reinecillo de los tepanecas.
Cuernavaca, antiguo Quauhnahuac. Clima templado y muy propio para el cultivo de los árboles frutales europeos. Altura, 1,655 metros (1,542 según las mediciones más recientes).
Chilpancingo. Fértiles campos de trigo. Altura, 1,380 metros (1,290 según las últimas mediciones).
Tasco (Tlachco). Hermosa iglesia parroquial que construyó y dotó a mediados del siglo XVIII un francés (Existe aquí un evidente error de Humboldt, ya que José de la Borda, que era su nombre correcto, era en sí español) llamado José de Laborde. Altura, 1,783 metros (1,755 según las mediciones más recientes).
Acapulco. La población, casi exclusivamente de hombres de color, llega a 9,000 almas cuando arriba la nao de la China; pero ordinariamente no pasa de 4,000.
Zacatula, puertecillo del Pacífico, en los confines de la intendencia de Valladolid, entre los puertos de Zihuatanejo y de Colima.
Lerma, en la entrada del valle de Toluca. Terreno pantanoso.
Toluca, en un valle abundante de maíz y maguey. Altura, 2,687 metros.
Pachuca. Con Tasco, el paraje de minas más antiguo del reino. Altura, 2,482 metros (2,426 según las últimas mediciones).
Cadereyta. Bellas canteras de pórfido.
San Juan del Río. Huertas con viñas y anonas. Altura, 1,978 metros.
Querétaro, célebre por la belleza de sus edificios, por sus acueductos y por sus fábricas de paños. Altura, 1,940 metros (1,821 según las últimas mediciones). Población habitual, 35,000 habitantes.
Las minas más importantes de esta intendencia, por su riqueza actual, son: la Veta Vizcaína de Real del Monte, cerca de Pachuca, Zimapán, el Doctor y Tehuilotepec, cerca de Tasco.
II. INTENDENCIA DE PUEBLA.
Población en 1803: 813,300 habitantes.
Extensión: 2,696 leguas cuadradas.
Habitantes por legua cuadrada: 301.
Esta intendencia, situada toda ella en la zona tórrida, sólo tiene veintiséis leguas de costa bañada por el Pacífico. Confina al N. E. con la intendencia de Veracruz, al E. con la de Oaxaca, al S. con el océano Pacífico, y al O. con la intendencia de México.
La mayor parte está cruzada por las altas cordilleras del Anáhuac. Más allá de los 18° de latitud, toda la región está formada por una llanura muy fértil en trigo, maíz, maguey y árboles frutales. Esta altiplanicie tiene una altitud de 1 800 a 2,000 metros. Se encuentra en esta intendencia la montaña más alta de la Nueva España, el Popocatépetl (Este es otro evidente error de Humboldt, puesto que el Pico de Orizaba es más alto que el Popocatepetl).
La población de esta intendencia está distribuída con más desigualdad aún que la de la de México. Se encuentra reconcentrada en la meseta que se extiende desde la falda oriental de los Nevados hasta las inmediaciones de Perote, sobre todo en los hermosos llanos entre Cholula, la Puebla y Tlaxcala.
Casi todo el territorio que se extiende desde la mesa central hacia San Luis e Iguala está desierto, aunque es muy bueno para el cultivo del azúcar, algodón y otras preciosas producciones de los trópicos.
El llano de Puebla presenta vestigios notables de la más antigua civilización mexicana. Las fortificaciones de Tlaxcala son de construcción posterior a la de la gran pirámide de Cholula, monumento interesante que consta de cuatro terrazas o pisos y mide cincuenta y cuatro metros de altura.
Esta intendencia ofrece también a la curiosidad del viajero uno de los más antiguos monumentos vegetales: el ahuehuete de Atlixco, que mide 23.30 metros de circunferencia.
El distrito de la antigua República de Tlaxcala, habitado por indios celosos de sus privilegios y muy propensos a disensiones civiles, formaba de muy antiguo un gobierno particular. Hoy está agregado a la intendencia de México.
En 1793, la población de la intendencia de Puebla, sin contar los distritos de Tlaxcala, Cuautla, Igualapa y Tlapa, ascendía a 508,028 habitantes, de los que 373,752 eran indios; 55,010, blancos; 77,908, mestizos; 585, eclesiásticos seculares; 446, frailes, y 427, monjas. Esta población se hallaba distribuída en seis ciudades, 133 parroquias, 607 pueblos, 425 haciendas, 886 ranchos y treinta y tres conventos.
En 1793, el gobierno de Tlaxcala tenía 59,177 habitantes, de los que 42,878 eran indios, distribuídos en veintidós parroquias, 110 pueblos y 139 haciendas. Los privilegios de los ciudadanos de Tlaxcala son los siguientes:
1°, la ciudad se gobierna por cuatro alcaldes indios, los cuales dependen de un cacique o gobernador indio, que está sujeto al intendente español;
2°, los blancos no pueden tener asiento en el ayuntamiento de Tlaxcala;
3°, el cacique o gobernador indio goza de los honores de un alférez real.
En la misma fecha, el distrito de Cholula tenía 22,423 habitantes; se contaban cuarenta y dos pueblos y cuarenta y cinco haciendas. Cholula, Tlaxcala y Huejotcingo son las tres Repúblicas que resistieron por siglos enteros al imperio mexicano, aunque la desgraciada aristocracia de su constitución apenas dejaba más libertad al pueblo que la que hubiera tenido bajo el régimen feudal de los reyes aztecas.
Los progresos de la industria y del bienestar de los habitantes de esta provincia han sido muy lentos. El comercio de harinas, muy floreciente en otro tiempo, ha decaído mucho, y el de sombreros y loza ha cesado por completo. Pero el mayor mal que se opone a la prosperidad pública consiste en que los cuatro quintos de todas las fincas pertenecen a manos muertas, es decir, a comunidades de frailes, cabildos, cofradías y hospitales.
La intendencia tiene salinas bastante importantes cerca de Chila, y en Jicotlán, Ocotlán y Zapotitlán. De las canteras de Teotimehuacán y de Tecali se saca un hermoso mármol.
Los indígenas de esta provincia hablan tres idiomas: mexicano, totonaco y tlapaneco; el primero en Puebla, Cholula y Tlaxcala; el segundo en Zacatlán, y el tercero en las inmediaciones de Tlapa.
Las ciudades más notables de la intendencia son:
Puebla de los Angeles, fundada por los colonos españoles, es la ciudad más considerable de las colonias españolas, después de México, Guanajuato y La Habana. Altitud, 2,196 metros. Población, 67,800 habitantes.
Tlaxcala. Población, 3,400 habitantes, de los cuales sólo 900 indios.
Cholula, rodeada de bellas plantaciones de maguey. Población, 16,000 habitantes.
Atlixco. Muy buen clima, campos muy fértiles y abundantes frutas, sobre todo chirimoyas y parchas.
Tehuacán de las Granadas, antiguo Tehuacán de la Mizteca, uno de los santuarios más visitados por los mexicanos antes de la llegada de los españoles.
Tepeaca o Tepeyacac, perteneciente al marquesado de Cortés. Se llamó, al principio de la conquista, Segura de la Frontera. En su distrito se halla el hermoso pueblo indio de Huacachula, antiguo Quauhquechollan, situado en un valle rico en árboles frutales.
Huejotcingo o Huejocingo, fue capital de una pequeña República enemiga de las de Tlaxcala y de Cholula. Se benefician poco las minas de oro y plata. Están casi abandonadas o es insignificante el trabajo que se desarrolla en las de Ixtacmaztitlán, Temeztla y Alatlauquitepec, en el partido de San Juan de los Llanos; las de la Cañada, cerca de Tetela de Jonotla; y las de San Miguel Tenango, cerca de Zacatlán.
III. INTENDENCIA DE GUANAJUATO.
Población en 1803: 517,300 habitantes.
Extensión: 911 leguas cuadradas.
Habitantes por legua cuadrada: 586.
Esta provincia, situada enteramente sobre el lomo de la alta cordillera de Anáhuac, es la más poblada de Nueva España y en la que está la población distribuida con más igualdad.
Su altura máxima es el cerro de los Llanitos, con 2,815 metros (3,360 según las últimas mediciones).
La cultura de esta provincia, que era parte del antiguo reino de Michoacán, se debe casi enteramente a los españoles que en el siglo XVI llevaron a ella las primeras simientes de la civilización. En aquellas regiones, en las orillas del rio Lerma, llamado en otro tiempo Tololotlán, fueron vencidos los pueblos nómadas cazadores que los historiadores llaman chichimecas y que pertenecían a las tribus de los indios pames, capuces, samues, mayolias, guamanes y guachichiles. Al abandonar el territorio estas naciones vagabundas y guerreras, los españoles lo repoblaron con indios aztecas. Al principio, las minas no tuvieron gran desarrollo; pero de treinta o cuarenta años a esta parte han llegado a ser superiores en riqueza a las de Pachuca, Zacatecas y Bolaños. Su producción es hoy mucho mayor que lo ha sido nunca la de Potosí o de cualquier otra mina de ambos continentes.
En la intendencia de Guanajuato se cuentan tres ciudades:
Guanajuato,
Celaya y
Salvatierra;
cuatro villas:
San Miguel el Grande,
León,
San Felipe y
Salamanca;
treinta y siete pueblos,
treinta y tres parroquias,
448 haciendas,
225 individuos del clero secular,
170 frailes,
treinta monjas y
más de 180,000 indios, de ellos 52,000 tributarios.
Las poblaciones más notables son:
Guanajuato, o Santa Fe de Guanajuato, cuya construcción empezaron los españoles en 1554. Su población actual es de 417,000 habitantes en el casco de la ciudad, y 29,600 en las minas cercanas, entre los cuales hay 4,500 indios. Altitud, 2,084 metros.
Salamanca, ciudad pequeña pero bonita, situada en un llano que asciende insensiblemente hacia Guanajuato. Altura, 17757 metros.
Celaya. Bella iglesia de los carmelitas. Altitud, 1,835 metros (1,757 según medidas más recientes).
Villa de León, en un llano muy fértil en trigo, cebada y maíz.
San Miguel el Grande (hoy San Miguel Allende), célebre por la industria de sus habitantes, que fabrican telas de algodón.
En esta provincia se hallan las aguas calientes de San José de Comanjillas, cuya temperatura es de 96.3 o centígrados.
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