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IDEARIO DE HIDALGO
Alfonso Garcia Ruíz
Sobre su formación cultural
Entre otros aspectos, la cultura adquirida por don Miguel Hidalgo y Costilla en las diferentes etapas de su vida, es decisiva para comprender su mundo de impulsos, acciones y propósitos.
Dos notas parecen esenciales en la formación cultural de Hidalgo: Por una parte, su educación religiosa y humanista; por la otra, la influencia que recibió de las corrientes del pensamiento moderno.
Es realmente infundado juzgar a Hidalgo sólo como un jacobino sin tener en cuenta que esa no fue su formación primera, ni la fundamental. Sabido es que, durante los primeros años de su juventud, Hidalgo estudió en el Colegio de San Francisco Javier de Valladolid, bajo la dirección de los jesuítas, aprendiendo gramática latina y retórica. Más tarde, en el Colegio de San Nicolás Obispo, también de Valladolid, cursó artes y filosofía, incluyendo en ellas la física y la lógica. En la Real y Pontificia Universidad de México, vino a adquirir el grado de Bachiller en Artes. De retorno a Valladolid cursó teología escolástica y teología moral, lo cual le facultó para obtener luego, nuevamente en México, el grado de Bachiller en Teología. Después de esto, en Valladolid, hizo los estudios canónicos a fin de obtener las órdenes eclesiásticas correspondientes, las menores (ostiorado, lectorado, exorcistado, acolitado) y el subdiaconado a título de idioma otomí, es decir, para alcanzar la facultad de doctrinar indios en esa lengua, y las de diácono y presbítero -con potestad para celebrar la Eucaristía, confesar y absolver de los pecados- a título de administración, para poder regir en lo económico y en lo espiritual un curato.
Esta primera etapa en la formación cultural de Hidalgo debe ser meditada y estudiada desde varios puntos de vista. Significa, en primer término, su incorporación a la cultura universitaria en el grado más alto que una persona podía alcanzar entonces. (El hecho de que no hubiese deseado obtener el grado de doctor en teología, no limita en forma esencial su capacitación científica, como lo muestra el hecho de haber figurado en el magisterio de las disciplinas filosófica y teológica en el propio Colegio de San Nicolás, donde hizo sus estudios, y del cual llegó a ser, como rector, su más alto directivo).
Esa cultura, además, era la que generalmente se impartía en las universidades y los colegios de altos estudios que había en la Nueva España, y en todo el orbe de habla española. Con los conocimientos alcanzados, Hidalgo había llegado a dominar el panorama del saber y la cultura humanista que por entonces se difundía en España y en toda Hispanoamérica, y que aqui en México, no era mejor ni peor que en esas otras partes. Es decir, que Hidalgo, con el esfuerzo de su voluntad y su intelígencia había alcanzado la cima de la tradición cultural española, que en el siglo XVI había dado teólogos y humanistas como Nebrija, Vives, Soto, Cano y Suárez, junto a Las Casas, Sahagún, Mendieta y Ledezma.
Cierto que esa tradición se encontraba entonces, por todas partes, como amortecida y anquilosada. En lugar de estudiar y meditar profundamente los textos y sacar de ellos el jugo vital con que habían sido concebidos, la mayor parte de los profesores universitarios, por rutina y por falta de crítica, los convertían en fruta seca en labios insensibles. La teología escolástica, que en la Suma de Santo Tpmás, como en Aristóteles, su modelo, era soberbia arquitectura que la inteligencia vivificaba en poderosa visión, había quedado reducida a esquemas y métodos vacíos, a frías fórmulas que, muy lejos del amor, es decir, de la pasión de conocimiento que suponen los solos términos de filosofía y teología, poco decían al hombre. El latín mismo, la lengua madre que sostenía las creaciones culturales del cristianismo y era una puerta que daba acceso al mundo de la antigüedad greco-latina, se desviaba hacia funciones de verbalización intrascendente.
Pero esta situación de la cultura en el mundo hispánico tocaba ya a su fin mediante el movimiento de interna renovación que en el campo de la filosofía y la teología venía imponiendo la incorporación de la ciencia. que tanto se había desarrollado en Europa en la centuria anterior. Este movimiento estuvo representado en México. sin duda en forma brillante, por la cultura de la ilustración que desde Europa, y particularmente desde Inglaterra, Francia y España, irradió durante la segunda parte del siglo XVIII y alcanzó a América, ya en vísperas de iniciar su revolución emancipadora. Figuraron en él, especialmente los jesuítas, como Clavijero, Alegre, Abad, Guevara, Alzate, Bartolache, Gamarra y otros más. Por tener características propias, y, sobre todo, por estar orientado hacia la exaltación de los valores físicos, humanos y culturales de nueslro país, en forma que anuncia el advenimiento de una conciencia nacional, algunos han propueslo que se llame ilustración mexicana. Hidalgo recibió su influencia. Así se explica el sentido revolucionario que tienen su famosa Disertación Teológica, que le dió el más grande triunfo científico, y las medidas que propuso para que en las cátedras de San Nicolás se suslituyese el viejo texto del Padre Gonet por el de Serry.
Hidalgo fue, pues, un humanista moderno, tanto más cuanto que alcanzó también por su propio esfuerzo 'el dominio del latín, de varios idiomas indígenas -que le dan un rango de americanista- y extranjeros, como el francés y el italiano, que le permitieron enterarse de las manifestaciones culturales en esas lenguas. Sabemos con certeza que tradujo a Moliére, a Racine y a otros dramaturgos y que hizo representar sus obras en el pueblo de Dolores. La casa que habitó Hidalgo en San Felipe era llamada la Francia chiquita, según testimonio dado anle la Inquisición.
El otro aspecto de su formación cultural se refiere a su actitud ante las ideas modernas. Bastan las consideraciones anteriores para damos cuenla de que Hidalgo füe un espíritu en constante movimiento. y que por el camino de sus estudios en idiomas extranjeros, hubo de llegar al conocimiento y valoración de las ideas que los enciclopedistas habían puesto a circular en el mundo. Existen datos que nos permiten imaginar algo a esle respecto.
Ahora bien, aquel a quien sus compañeros llamaban el zorro y constaba ser de genio travieso en línea de letras. como lo afirmó otro testigo ante la Inquisición, ¿hasta dónde habrá absorbido la doctrina enciclopedista en sus extremos más radicales como el deísmo? ¿Cómo armonizaría las novedades con la tradición humanista de la cultura hispánica, en que sus maestros se esforzaron por apoyar las nuevas aspiraciones?
Hidalgo fue, asimismo, encarnación de otros ideales, que más de cerca alzaban su vuelo por encima de la realidad mexicana, y que precisamente habían servido en otro tiempo a hombres como Las Casas y Vasco de Quiroga para orientar el ensayo, ahora ya no puramente utópico, de una sociedad más humana y más justa. Los obradores por él establecidos; las industrias cultivadas; las instrucciones impartidas a los obreros -en aquella especie de falansterio que el cura tenía organizado en Dolores- acusan su preocupación por el mejoramiento de las masas, comenta su biógrafo Castillo Ledón. Y sus medidas sociales a lo largo de la Guerra de Independencia proyectan estas mismas inquietudes en el orden legislativo. con alcances más amplios.
El pueblo de Dolores fue así un doble símbolo, de un afán de libertad contra el despotismo y la opresión política. y de un deseo de justicia social.
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