IDEARIO DE HIDALGO

Alfonso Garcia Ruíz

IDEALES SOCIALES

Idea de la Revolución Social

Si claro y preciso es el sentido que tienen las ideas políticas y jurídicas de los insurgentes, especialmente en los aspectos que hemos comentado en el capítulo anterior, mayor concreción alcanzan en la formulación de sus ideales sociales y económicos, que nos ocuparán en el presente capítulo.

Para los caudillos de la Independencia, ésta, la libertad y las demás nociones de orden político, eran más un problema de acción que de elaboración teórica, sobre todo antes de que el movimiento insurgente tuviese una base real de poder a partir del cual pudiesen proyectar lo que en el futuro habría de ser el Estado de derecho que se proponían establecer. En cambio, los problemas sociales debieron ser atacados de inmediato por dos razones principales: una, porque era urgente al movimiento mismo resolver las demandas que el núcleo del pueblo participante planteaba a sus dirigentes y, otra, porque al darles solución se denunciaban al mundo las deficiencias de todo orden sobre las que estaba edificado el Estado en la época anterior, y se atraía la voiuntad de lucha de los que reconociesen su injusta estructuración social. Para el fin positivo que se perseguía, estas soluciones eran, en cierto modo, más importantes que las fórmulas jurídico-políticas que se proyectaban, puesto que hacian ver el sentido concreto y efectivo que el movimiento tenía. Dadas las circunstancias históricas por que nuestro país atravesaba en aquel momento, la Revolución de Independencia no podía ser un movimiento puramente político. El impulso al que debió al fin su triunfo, nació de su actitud ante la situación concreta de la sociedad, y de la expresión que dió al ansia de liberación del sufrimiento y del cúmulo de injusticias que el antiguo régimen amparaba, anhelo sentido por la gran mayoría del pueblo.

No eran indispensables una filosofía o una teoría social o política determinadas para hacer conscientes a los mexicanos de los males del sistema que hasta entonces prevalecía. Cada uno de ellos, cualquiera que fuese su procedencia, indio, mestizo o criollo, los sufría de alguna manera en carne propia. Este fondo de común desconsideración hermanaba sus intereses. Para conseguir su adhesión completa a la causa de la revolución sólo hacía falta que se les mostrase que había llegado el momento de actuar y que había alguna probabilidad de triunfo. Sin embargo, ciertas ideas generales jugaron un papel muy importante. La tradición cultural de España e Hispanoamérica permitía, en cierto grado, la crítica de las instituciones y relaciones de la sociedad e indicaba el fin de las reformas, rasgos que se ampliaron y profundizaron con la dirección humanista que nuestra cultura adoptó en el siglo XVIII. Como lo muestra el interesante movimiento de ideas que hubo en la Nueva España durante la segunda mitad del mismo siglo, los criollos aprovecharon en su favor las conclusiones a que llegaba la crítica humanista, y los indios y mestizos quedaron también comprendidos dentro de ellas. La ilustración, corriente cultural que se difundió más tarde, permitió asimismo hacer la crítica social cada vez más radical. Y, finalmente, el liberalismo, que alcanzó amplio desarrollo al final del siglo y principios del siguiente; vino a hacer culminar esta revolución ideológica, que dió a los mexicanos argumentos decisivos de valor universal en aquel momento, para justificar sus críticas, sus actitudes y sus propósitos. El pensamiento que Hidalgo expresó al actuar y legislar en materia social, es este que podríamos igualmente calificar de mexicano, por cuanto se aplicó a la crítica y superación del sistema social estructurado en México desde la Conquista.

La Guerra de Independencia mexicana tuvo, pues, el sentido de una revolución social tanto como el de una revolución política. Insertó en la cultura mexicana los móviles de la transformación que por entonces se estaba verificando en todo el mundo contra el sistema de clases privilegiadas, heredado de la época feudal por las monarquías en las naciones occidentales, pero dándoles aplicación local contra el sistema imperante en México, en el cual el núcleo más fuerte de los privilegiados era también el de los extranjeros, extraños a nuestra nacionaidad: los gachupines.

Para dar todo su sentido a las ideas sociales profesadas por Hidalgo, y por él mismo llevadas a la práctica en gran parte, sería necesario hacer un análisis de la situación real que pretendieron resolver y de su significación histórica, el cual nos llevaría a hacer una historia social de la Nueva España, que no es oportuno tratar de hacer aquí. Nos limitaremos a exponer lo indispensable para comprender lo que se diga en cada párrafo.

En términos generales podemos afirmar que lo hecho por el libertador enfocó aquellos aspectos más urgentes de resolver, los cuales eran, por lo mismo, los que más agobiaban a los mexicanos. En sus considerandos y resoluciones predomina un criterio fundado en los argumentos de la filosofía liberal, aun cuando motivaciones de otro origen surjan también de vez en cuando del fondo de la filosofía tradicional, en la que el propio Hidalgo se había formado, según lo haremos observar cuando sea oportuno.