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IDEARIO DE HIDALGO
Alfonso Garcia Ruíz
IDEALES SOCIALES
Igualdad
La mira más alta de Hidalgo, y quizá también de sus correligionaríos, en lo social, era la igualdad. Sin embargo, no encontramos en lo dicho o escrito por él definiciones positivas de lo que pensase sobre ella. No obstante, el sentido que daba a esta expresión puede deducirse de lo que afirmaba acerca de otros aspectos íntimamente relacionados con el concepto de igualdad, o de las críticas de que hizo objeto al orden establecido.
Quizás lo que a Hidalgo parecia más esencial de la igualdad lo consideraba resuelto por la lógica universalista y generalizante del derecho moderno. La noción de ley, elaborada por Montesquieu, tiene por características esenciales el ser general y universal: La ley es igual para todos sin distinción de personas ni de sexos. LIámase a esto igualdad jurídica o legal. La universalidad se considera inherente de manera especial a los derechos del hombre, sobre los que Hidalgo insistió como parte de su ideario de libertad conslitucional, como lo vimos en el capítulo anterior. El sentido de esta idea se nos revela al comparar el orden jurídico colonial con el derecho moderno, que los insurgentes pretendían establecer por medio de la independencia. Tal como funcionaban el derecho indiano y el castellano, que integraban el orden jurídico de la Colonia, producian y aun establecían expresamente privilegios sociales, fueros particulares, jerarquías de clase, monopolios, exenciones, inmunidades. Hidalgo y los suyos entrevieron el valor de la nueva técnica del derecho como una palanca histórica que permitiría la reforma de la sociedad colonial hacia una mayor igualdad. La independencia y el enmarcamiento del Estado dentro del régimen liberal les parecían las condiciones previas indispensables para romper el sistema de privilegios característico de la Nueva España. Un nuevo tipo de relaciones sociales advendría después por sí mismo.
La reforma jurídica para establecer la igualdad de derechos entre todos los ciudadanos sin distinción de su origen, representa el capítulo más importante del intento de Hidalgo por llevar adelante la reforma de la sociedad mexicana. Responde al concepto de una patria común que los insurgentes se habían hecho, en la que no cabía considerar inferiores a unos respecto de los otros, puesto que todos, aun siendo de diferente procedencia étnica, habían contribuído por igual a la formación física y espiritual de ella y, por lo tanto, debían ser tenidos como ciudadanos nacionales con los mismos derechos. Esta idea adquiría una significación concreta e inmediata por el hecho de que daría fin a la injusta discriminación en que la mayoría de los españoles y muchos de los criollos mantenían a los indios y castas, por la sola razón de tenerlos por incapaces, racialmente inferiores, y algunas veces por irracionales. Los derechos reales y personales que las leyes indianas concedían a algunos de los españoles y criollos sobre los indios y mestizos de las castas, parecían justificar estos prejuicios sociales, aunque teóricamente se habían establecido por otras razones.
El proceso de reforma de los insurgentes para establecer la igualdad, culmina con la abolición de la esclavitud y de los tributos; con el proyecto de utilizar la repartición de la tierra como un medio para compensar la desigualdad económica, y con la solemne declaración de igualdad jurídica que en nombre de Hidalgo hizo el general don Ignacio Antonio Rayón en Tlalpujahua, el 23 de octubre de 1810, en los siguientes términos:
6. Sobre declarar como revestido de la autoridad que ejerce por aclamación de la Nación, declara iguales a todos los americanos sin la distinción de castas que adoptó el fanatismo, es consecuencia que queda abolida la mísera condición de esclavo, y libre todo el que lo haya sido como cualquiera individuo de la nación (1).
Obsérvese cómo el decreto insiste sobre la igualdad de los americanos y no habla de la situación de los españoles. A nuestro entender, esto significa dos cosas: por una parte, que los peninsulares son considerados como extranjeros, sujetos a un estatuto diferente, no rezando para ellos especialmente esta disposición, pues resulta obvio que al naturalizarse o domiciliarse en el país habían de aceptar su legislación y respetar sus principios sociales y, por la otra, que el fanatismo racista a que alude no era exclusivo de los españoles, sino que muchos de los criollos y mestizos de alcurnia lo compartían y en vista de ello se hacía necesario evitar sus agresiones en contra de los indios, castas y demás componentes de la sociedad.
Pero Hidalgo no se mantuvo en esta consideración abstracta. Orientó su acción al cambio de la realidad misma. Sus críticas al orden de relaciones sociales creadas por los españoles revelan por sí mismas su intención reformadora. Y estaban bien fundadas en la realidad, pues, en efecto, la situación de los indios, de los criollos y de los mestizos respecto de los españoles peninsulares resultaba claramente postergativa. Privilegios de todas formas (2) hacían de éstos, si no estrictamente una clase, sí un grupo dominador que disfrutaba y vivía de la mayor porción de utilidad colectiva. Los indios daban la fuerza de trabajo a las haciendas, las estancias, los obrajes, los ingenios; tributaban, pagaban obvenciones, y mediante la venta legal o la usurpación muchos habian perdido sus tierras de comunidad, el único bien que les permitía vivir con autonomía socialmente, los indios sueltos eran peones u obreros, los mestizos tenían generalmente este mismo destino. Pocos ascendían en la escala social más allá de curas, oficinistas o administradores, los criollos llegaron a tener verdadero poder económico y cierta consideración social, especialmente en aquellas actividades que los españoles despreciaban por considerarlas indígnas de su rango de señores, dueños de la tierra conquístada por gentes de su misma nación. Pero el desarrollo de aquéllos se veía obstruído por múltíples barreras (inferioridad de sus capitales, dificultades para convertirlos en moneda, monopolios de inversión y de comercio, rentas graciosas, bloqueo de los puestos polítícos, despreCIo de sus valores humanos y culturales, etc., etc.), todas en manos de los españoles empresarios o gobernantes.
En suma, era una sociedad de profundas diferencias que el derecho en gran parte mantenía y sancionaba. Hidalgo, como en el fondo todos los criollos, los mestizos y los indios, deseaba ante todo hacer desaparecer esas barreras e igualar en lo posible la situación de las clases. En la práctica, el propósito social de la revolución coincidía con su objetivo político, pues los representantes del rey a quienes había que arrebatar el poder en nombre del pueblo, eran parte y por ello protegían los intereses del grupo que dominaba en aquella sociedad. A este régimen de diferencias sociales, Hidalgo y los suyos oponían el que se produciría al romper el pueblo los lazos que lo sujetaban a los intereses de una nación extraña, y permitirle esto manejarse por sí mismo conforme al dictado de sus propios ideales.
Al parecer, los insurgentes liberales confiaban demasiado en el efecto automático que la independencia produciría. Fue esta confianza característica del liberalismo de aquella época. Aunque Hidalgo participaba de él, según se ve claramente, no era la única fuerza que le movía. En su persona se aunaban profundamente el pensamiento y la acción hasta el grado de ser una misma cosa. Ello le llevó a poner siempre en práctica sus ideas. Así fue cómo en las reuniones sociales que organizaba en sus curatos de San Felipe y de Dolores, impulsó a sus concurrentes a tratarse siempre como iguales y libres, haciéndose por ello famosas esas reuniones (3).
Además, en el terreno de las cuestiones sociales, Hidalgo llevó adelante planes que muestran no sólo su propósito de transformar la vida de los mexicanos por medio de las oportunidades que el derecho garantiza a todos los individuos sin distinción, sino también su idea de cómo organizar el trabajo dentro de una comunidad, que más tarde podria ser la nación entera, a fin de lograr una mayor equidad en el trabajo y en el reparto de la riqueza, estableciendo una igualdad material más efectiva. Esto llevó sus preocupaciones al centro del problema social, más allá del formalismo liberal. De esta manera nos damos cuenta de que Hidalgo concebia el cambio de la sociedad no sólo por medio del derecho; quería, además, que se produjese una real transformación en beneficio de todos los mexicanos y especialmente de los de abajo. Aparte de la igualdad formal ante el derecho fomentaba la igualdad en las relaciones efectivas de los hombres.
Las conocidas actividades de Hidalgo en relación con el desarrollo de cultivos e industrias relegados a último término en la economia unilateral que privaba durante la Colonia, significan más en el sentido social que en el puramente económico y técnico. No sólo tenian por mira mostrar a sus feligreses el camino positivo de la superación mediante lo que hoy llamamos apertura de nuevas fuentes de riqueza, explotando recursos que podrían llegar a tener un futuro próspero y aplicando técnicas adecuadas que el propÍo cura estudiaba y les enseñaba, sino, sobre todo, un propósito social que tenía por fin crear en ellos hábitos de cooperación y solidaridad. Estos hábitos resultaban una novedad ante la incuria y la inercia que la tradición habia originado. Don Pedro García explica la organización de esas empresas de la siguiente manera: Quería que toda industria fuera protegida por sociedades, que, a más de proveerla de un fondo suficiente, cada socio tomaría una o más acciones; pero muy particularmente, los oficiales o trabajadores cooperarían con el valor de su trabajo, dándoseles a buena cuenta una anticipación que los hiciera subsistir interín se dividía la utilidad en la que todos, a proporción, habían de tener su parte. Era, en fin, opuesto a la tiranía del capital (4).
Puede hacerse hincapié en algunos rasgos de la reforma proyectada que parecen revelar en Hidalgo una motivación utópica semejante a la que ensayaron don Vasco de Quiroga, Las Casas y otros humanistas en el siglo XVI y los jesuítas en el XVIII. El croquis de la hacienda de los Dolores, en la cual estaban instalados los diversos talleres de sus empresas nos recuerda la organización. de las misiones jesuítas en el norte del país, y la de los establecimientos educativos del obispo Quiroga en México y en Michoacán (5).
El influjo de estas ideas en el padre Hidalgo es más que probable si se toma en cuenta su formación humanista que le llevó a beber directamente en las fuentes del pensamiento de esta tendencia. Sin embargo, es de notar que sus proyectos, aun cuando desarrollan la solidaridad social, no dejan de estar fundados en el concepto individualista, según cabe deducir de la índole de los incentivos puestos en juego y de las finalidades generales de su organización. Y no pierden por ello su significado reformista, ya que, por una parte, pretendían sustituir el sistema de egoísmos sociales de la época colonial por el estímulo de la asociación cooperativa de beneficios mutuos, y aplicar esta organización al grupo de la sociedad menos provisto de instrumentos de defensa, uniendo su éxito al destino histórico de la clase que, al estallar el movimiento revolucionario, había de ser su apoyo más importante.
La interpretación complementaria de García, respecto a que Hidalgo era opuesto a la tiranía del capital tiene, como es evidente, un sentido peculiar, ajeno quizás al pensamiento de aquél. Hidalgo seguramente no tuvo a la vista tendencias que en su tiempo no aparecían con claridad. Pero, en cambio, es indudable que sus empresas tenían el propósito de fomentar el acceso de ciertos grupos de individuos al capital para, de esta manera, generalizar lo más ampliamente posible su participación equitativa en las utilidades comunes, provocando una alza de su nivel de vida y un alivio en las diferencias económicas, entonces demasiado profundas. En esta forma, Hidalgo se nos muestra como un decidido partidario de la igualdad social tanto como lo era de la igualdad jurídica y de la igualdad política.
Y su vocación a ella la mostró por medio de la acción más radical. En resumen, podemos afirmar que, aun cuando no haya sido teóricamente desarrollado, el propósito implícito en su actividad revolucionaria fue el de hacer saltar las estructuras espirituales y materiales creadas por la sociedad colonial en perjuicio de sus más importantes componentes: el indio, el criollo y el mestizo, para permitir adelante la organización de una sociedad más justa y más libre.
Notas
(1) Copia de este decreto aparece en un Bando que el Dr. José Ignacio Muñiz remite al Sr. D. Ignacio Antonio Rayón sobre varias materias, publicado por Hernández y Dávalos: Ob. cit. I. No. 49. p. 116.
Las reformas jurídicas de tipo liberal., producto de la difusión de estas ideas en todo el mundo, comenzaron a ser implantadas simultáneamente en varios países. En España se hizo indispensable adoptar algunas de ellas durante la época en que el pueblo, por ausencia del legítimo monarca, asumió la soberanía y ejerció su derecho a legislar, especialmente en aquellos asuntos que la guerra de independencia contra Napoleón hacía urgentes. Uno de estos asuntos surgió cuando se tuvo noticia del levantamiento armado de varios de los pueblos de América, el cual en la Península se interpretó como producido, entre otras causas, por las grandes desigualdades sociales. Para, en lo posible, restar fuerzas a este levantamiento, las Cortes españolas, reunidas en la Real Isla de León en el año de 1810, consideraron conveniente proceder a declarar la abolición de los tributos qne pagaban los indios de Nueva España, y la igualdad de derechos entre los españoles, los americanos y los indios. Las fechas en que esto se hizo, son anteriores a las de los decrelos de Hidalgo ordenando reformas semejantes en el campo insurgente. Sin embargo, no nos parece admisible la idea de que la legislación española es un antecedente de la mexicana de Hidalgo. Los motivos reales e inmediatos de uno y otro acto son completamente diferentes. Mientras las Cortes españolas obraron impulsadas por el temor de perder su hegemonía sobre los pueblos americanos, Hidalgo, de la misma manera que otros de los caudillos de América, decretó la igualdad con miras a una reforma efectiva de la sociedad en favor de los que, en los paises de este continente, habian sufrido por siglos el desprecio y la explotación de las clases que por su origen se reputaban superiores: los criollos y los españoles.
Los decretos de las Cortes que aquí se mencionan, fueron publicados más tarde en México por el Virrey en turno y se pueden compulsar en Hernández y Dávalos: Ob., cit. II. Nos. 70. 201 y 202. p. 138 y 378-381, respectivamente.
(2) Véase el párrafo de El Despertador Americano que transcribimos en el apartado referente a Libertad y democracia.
(3) Al interrogar los inquisidores a doña Josepha López Portillo acerca de cómo explicaba ella el nombre Francia chiquita con que se conocía la casa de San Felipe en que tenían lugar esas reuniones, contestó: que esto lo entendió -la declarante- por la igualdad con que se trataha a todos, aunque tamhién le dijeron que lo hacía con el fin de agradar a las gentes de todas clases, a quienes llevaha a su casa, y los obsequiaha con bailes. Hernández y Dávalos: Ob. cit. I. No. 40. p. 82.
(4) Memoria ... p. 186.
(5) El croquis aparece en la obra del señor de la Fuente, varias veces citada. Personas de la época de la Independencia tenían la misma impresión. Don Carlos Ma. de Bustamante nos dice: El Cura de Dolores D. Miguel Hidalgo y Costilla con mayor ilustración que el de Carácuaro, sentía igualmente los impulsos de la venganza, mirando esclavizado a su pueblo querido. Era además testigo presencial de la miseria en que había sido condenada toda su feligresía impidiéndole que elaborase el vino de la uva que cosechaha, por fomentar el gohierno español la importación del de Cataluña; ni podia ser indiferente su corazón oyendo los suspiros de tantos miserables que yacían en la desnudez más oprobiosa; asi es que para repararla en parte plantó en su curato fábricas de loza y de tejidos, y se dedicó al cultivo de la seda; estableció una escuela de música, y se propuso formar alli una colonia semejante a la que proyectaha el Sr. D. Fr. Bartolomé de las Casas en la costa firme, y que frustró la malicia y astucia de los primeros mandarines de la Isla Española. Tales eran las ideas liberales que animaban al Cura Hidalgo, y por las que su nombre se registrará en el templo de la Memoria. Lloraha en secreto y en el seno de sus amigos nuestros desastres, y de sus conversaciones tenidas con el Capitán D. Ignacio Allende resultó que uno y otro se decidiesen a conquistar la lihertad de su Patria. Cuadro histórico de la revolución mexicana. (México, 1843-46). I. p. 19 y 20.
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