Índice de Manifiesto político y social de la democracia pacífica de Victor ConsiderantAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

3.- Separación del principio democrático y del principio revolucionario.

El nuevo derecho, es decir, el derecho democrático, fue consagrado después del 89 por el primer artículo de nuestras diversas constituciones: Todos los franceses son iguales ante la ley, las funciones y los cargos públicos.

Al entrar al mundo este derecho nuevo por medio de una revolución, al ser proclamado, establecido y defendido por una revolución y debiendo su victoria al triunfo de una revolución, no sorprende que durante mucho tiempo se confundiese el principio democrático con el revolucionario.

El derecho nuevo pudo encarnarse en la sociedad por un noble movimiento de reforma y de organización progresivas, que habrían concluído pacíficamente con la transformación natural muy avanzada, en todas sus manifestaciones, de la vieja Sociedad feudal.

Pero el estallido se produjo porque el movimiento natural de absorción y reabsorción, que operaría la transformación regular de la sociedad antigua, no fue prohijado y dirigido con inteligencia por los sucesores de Enrique IV, de Richelieu y de Luis XIV y porque ese nuevo espíritu no fue sabia y ampliamente gobernado en su poderosa expansividad.

El viejo régimen ha sido destruído violentamente; y sobre sus despojos los dos principios, abordándose por sus caras más hostiles y topándose en un conflicto que ha conmovido a Europa hasta sus cimientos, han iniciado una guerra que puede ser larga y cruel, pero cuya salida estaba decidida por las leyes eternas que gobiernan al mundo. El pasado sucumbe fatalmente si libra combate con el porvenir, cuando le ha llegado el instante en que ha de transformarse.

Como el curso de los acontecimientos ha conducido al movimiento contemporáneo por la senda de la protesta violenta, de la Revolución y de la Guerra, ellas fueron durante mucho tiempo las primeras y capitales manifestaciones políticas y sociales del espíritu nuevo. En lugar de encarnar en la organización social su principio de libertad, igualdad proporcional o justicia, se ha ocupado casi exclusivamente de su lucha contra el pasado; a tal punto que las generaciones que han clausurado el siglo XVIII y las que han inaugurado el XIX, creían firmemente que terminada la revolución y concluída la guerra, abolidos los privilegios del nacimiento e inscripto victoriosamente en la ley el principio de la igualdad, de hecho la flamante obra quedaría terminada y el orden nuevo fundado y establecido.

Era un grave error.

La tarea de organización del Orden Nuevo estaba aún íntegramente por realizarse.

Tal tarea es el problema y la misión de nuestra época; el enigma que el genio de los Destinos le ofrece para resolver.

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