Índice de Manifiesto político y social de la democracia pacífica de Victor ConsiderantAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

6.- Miseria creciente de los trabajadores por depreciación del salario; efecto de la libre concurriencia.

Lo que es evidente respecto de clase a clase, de la clase de los proletarios desprovistos de todo a la de los poseedores de los capitales e instrumentos de trabajo, lo es también dentro de cada una de ellas, de los fuertes con respecto a los débiles.

De este modo la libre concurrencia entre proletarios y las necesidades de la existencia, constriñéndoles a hallar cada día y en condiciones durísimas trabajo y dueño, los conducen forzosamente a colocar sus brazos a bajo costo. De tal modo que, cuando los trabajadores abundan -lo que generalmente ocurre- la libre concurrencia entre estos desgraciados los compele a ofrecer sus brazos al más bajo precio posible y la tasa de la jornada tiende a caer por doquier al último límite de las necesidades extremas de la existencia, lo que agrava, sobre todo, la posición del proletario cargado de familia. Por otra parte, la concurrencia entre los dueños obliga a cada uno de ellos, cualquiera sea su sentimiento de humanidad, a fijar los salarios más exiguos; porque un jefe de empresa no podría pagar a sus obreros salarios más elevados que el de sus concurrentes, sin correr el riesgo de una ruina inevitable. De modo que el odioso mecanismo de la libre concurrencia sin garantías, rompe con todas las leyes de la justicia y de la humanidad. Es suficiente que en un sitio y en un ramo determinados el salario de los obreros descienda, para que los dueños se vean obligados forzosamente a imponer en seguida en todos los otros lugares igual nivel en el mismo ramo. Disminuyendo el salario, los precios decrecen y se nivelan; y los dueños se hallan pronto en las mismas condiciones recíprocas, sin realizar más beneficios que antes. Solamente la condición de las masas ha empeorado ...

La libre concurrencia, es decir, la concurrencia anárquica e inorgánica, tiene entonces un carácter inhumano y execrable: siempre y en todas partes es depreciadora del salario. Después de haber sumergido en masa a las clases obreras en la vorágine de la miseria, las hunde bajo un peso gradualmente creciente. En Irlanda, en Inglaterra, en Bélgica, en Francia, doquier reina la libre concurrencia y donde nada detiene el vuelo desordenado de un industrialismo sin freno, la suerte de las clases obreras se torna necesariamente más miserable y abyecta; y no sólo esas clases tienen que luchar contra ellas mismas, sino también contra las máquinas, que únicamente gastan algunos céntimos por fuerza de hombre.

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