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MI ÚLTIMO PRIMERO DE MAYO (1)

Bartolomé Vanzetti

El 5 de abril la corte suprema de Massachusetts sostuvo por segunda vez la decisión del juez Thayer:

¡Al verdugo con Sacco y Vanzetti!

El nuevo procurador, Wilbur, digno sucesor de Katzmann, había dicho en substancia, hace ya meses:

Cuanto antes quemen a Sacco y Vanzetti, antes se extinguirá la agitación en su favor, y cesará para nosotros todo peligro.

Yo haré lo que me permita la ley para liquidarlos lo antes posible.

Por eso no perdieron tiempo: Raney, el asistente procurador, pidió a Thayer que dictase sentencia lo antes posible, y así decidieron para el sábado de la misma semana.

Al amanecer del 9 de abril fui despertado por los guardianes:

Arriba, Bart, prepárate para ir a Dedham ...

En aquella mañana primaveral, en la sala, inundada de sol y de azul, de la Corte superior de Dedhan, un ujier dijo: Nicolás Sacco: levántese.

Nicolás se levantó y, Thayer, cubriendo la alegría anterior con una exterioridad inanimada, comenzó a leer:

Es considerado y ordenado por la Corte, que usted, Nicolás Sacco, sufra la pena de muerte por medio de una corriente de electricidad que atravesará su cuerpo, la semana que comienza con el domingo 10 de julio, en el año del señor, 1927. Esta es la sentencia de la ley.

Thayer no pronunció la última fórmula de la formal sentencia de muerte:

Y pueda Dios, en su infinita bondad, tener compasión de vuestra alma.

El juez-verdugo se calló y por algunos segundos reinó el silencio, un silencio de muerte, pero vibrante de vida, en la sala, llena de cielo y de sol, de Dedhan, Mass.

Después Thayer, descarnado, lívido y cadavérico apoyó ambas manos sobre el sillón. y se levantó lentamente, con trabajo. Quería miramos a la cara para reirse de nosotros por última vez, enmascarando la burla atroz con un presunto saludo. Yo le miré fijamente y vi que le faltó el valor: apartó los ojos de nosotros, se contrajo levemente, alargó el corte de su boca y su boca y su rostro se contrajeron en una mueca débil pero horrible que quería aparecer una sonrisa.

Volviéndose para salir llevó rápidamente la mirada hacia los espectadores sentados en los sillones de los jurados, intentó una sonrisa invitando a la aprobación, pero nadie le miró. Entonces se encolerizó en su fuero interno y huyó, como un delincuente, de la sala. Se le había caído la máscara: era él, la fiera salvaje.

La prensa dice:

Cuando Thayer llegó a su gabinete, parecía nerviosísimo y después de haber recorrido la estancia a pasos concitados, varias veces, se detuvo y dijo rápidamene: Habría podido prolongar su vida algunos años, pero ¿por qué iba a hacerlo?

No hay una línea de las evidencias que no la haya estudiado.

Estoy listo para comparecer ante Dios en este momento.

Con tales palabras Thayer confiesa que había acelerado la hora de nuestro suplicio para poder luego, finalmente, disfrutar en paz la vida y la victoria ahora lo harán juez de la Corte suprema de Massachusetts.

Que había estudiado bien los testimonios, de eso estábamos segurísimos por la manera con que ignoró los más esenciales, y falsificó -para reforzarlos y gozar con ello- los conducentes a error, dándoles vuelta, invirtiéndolos, falseándolos todos, y mintiendo e inventando en justificación de sus cuatro decisiones iguales:

Al verdugo con Sacco y Vanzetti.

Que Thayer esté pronto para comparecer ante su dios (si no puede hacer otra cosa), él, que teme a los hombres, no nos sorprende: el dios del verdugo Thayer no puede estar hecho más que a su imagen y semejanza: un dios carnicero y liberticida. Eso explica por qué Thayer se embriaga con nuestra sangre y con los jirones de nuestras carnes, con la agonía de nuestras compañeras y de nuestros padres, con las lágrimas de nuestros hijos; y pasaría en éxtasis sobre nuestros cadáveres y exterminaría a los revolucionarios y a los libertarios todos -esa es su siembra: porque él, carnicero y liberticida, siervo abyecto del privilegio y de la tiranía, cree tener la sanción de su dios verdugo y liberticida y factor máximo de injusticia y de tiranía.

La historia, la ciencia y la experiencia nos dicen que tal fue y es la psicología de los más grandes criminales y tiranos que tienen un dios a su imagen y semejanza que sanciona sus horripilantes crímenes. Es preciso deshacerlos o perecer.

Después el lobo telefoneó a la loba, en Worcester, que todo había ido bien y él estaba en salvo ... gracias a dios.

¡Vil! Nosotros, atados y los pocos presentes inermes, estábamos virtualmente en un campo de esbirros, bajo las bocas de las ametralladoras.

Al día siguiente, sino al mismo día, el asistente procurador Ranney declaró que él no dejará sin tocar ningún resorte para quemarnos.

Hay que decirlo: los sucesores de Katzman y de William, Wilbur y Ranney, están tan sedientos de nuestra sangre como los primeros -aun sin tener el atenuante de las pasiones y de los resentimientos personales, comprensibles en sus predecesores que habían proseguido el caso, pero no comprensible en ellos que no participaron en él.

La conducta de aquellos y de los jueces supremos es una prueba tangible de cuanto Kropotkin dice en el Apoyo Mutuo de los gobernantes.

¿Será este mi último primero de mayo?

Todo me induce a creerlo.

Pero yo quiero cantarlo igualmente una vez más y saludar otra vez a los oprimidos y a los rebeldes y a los libertarios todos en la gloria de su sol luminoso.

Quiero saludar:

A las gentes del trabajo que, encorvadas sobre la máquina, sobre el surco, sobre el mar y en las minas, da ocio y honores a quien nada produce y todo lo posee.

A los compañeros desterrados en una patria que cada día se toma más madrastra.

A los prófugos por las vías del mundo.

A los confinados en las islas penales.

A los sepultados vivos en las bastillas del capitalismo.

A los desterrados en Siberia.

A vosotros todos, oprimidos, perseguidos, martirizados, que habéis llorado todas vuestras lágrimas.

A vosotros todos, que no doblegásteis ni doblegaréis el corazón indómito y la voluntad férrea.

Quiero saludar, en fin, la tumba, las fosas conocidas y desconocidas de todos los caídos y cubrirlos de las flores más rojas del jardín de mi corazón. Flores a vosotros, muertos quéridos; flores y recuerdos de pensamientos vengadores.

A los vivos les digo:

Valor.

Resistid.

A toda noche sigue la aurora.

Vendrá la hora de la rebelión y de la victoria.

¡Salve, compañeros!

Y al bello sol de mayo lanzo mi ¡viva la anarquía y la revolución social!

Bartolomé Vanzetti



Notas

(1) Publicado en el semanario L´Aduanata dei Reffratari de Newark, N.Y., el primero de mayo de 1927.

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