Indice de Los seis libros de la República de Jean BodinLIBRO SEGUNDO - Capítulo segundoLIBRO SEGUNDO - Capítulo cuarto.Biblioteca Virtual Antorcha

Los seis libros de la República
Jean Bodin

LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO TERCERO
De la monarquía real.


El monarca real es aquel que se muestra tan obediente a las leyes de la naturaleza como él quiere que lo sean sus súbditos hacia él, dejando la libertad natural y la propiedad de los bienes a cada uno. He añadido estas últimas palabras para diferenciarlo del monarca señorial, que puede ser príncipe justo y virtuoso y gobernar a sus súbditos con equidad, y enseñorear, sin embargo, las personas y los bienes de sus súbditos. Si un monarca señorial, tras haber conquistado justamente el país de sus enemigos, les concede de nuevo la libertad de sus personas y la propiedad de sus bienes, deja de ser señor para convertirse en rey y cambia la monarquía señorial en real ...

El verdadero atributo de la monarquía real consiste, pues, en que el rey se muestre tan dúctil y flexible ante las leyes naturales, como grande es su deseo de que los súbditos le obedezcan. Así será si teme a Dios sobre todo, si es piadoso con los afligidos, prudente en sus resoluciones, osado en las empresas, modesto en la prosperidad, constante en la adversidad, firme en sus promesas, sabio en su consejo, preocupado de sus súbditos, compasivo para los amigos, terrible para los enemigos, cortés con los hombres de bien, temido por los malvados y justo con todos. Si los súbditos obedecen las leyes del rey y el rey las leyes naturales, la ley será señora de todos, o -como dice Píndaro- reina. Como resultado, surgirá una amistad recíproca entre el rey y sus obedientes súbditos, y reinará una apacible y dulce armonía entre los súbditos y entre estos y el rey. Por ello, tal monarquía debe llamarse real y legítima, sea que el rey obtenga el Estado por derecho hereditario ..., sea que el reino le sea deferido en virtud de la ley ..., sea que el rey lo obtenga por elección ..., sea que se le confiera por donación ..., sea que se le atribuya por testamento ..., sea que el rey usurpe el Estado por astucia y maña -con tal que reine justamente- ..., sea que el reino le sea deferido por suerte ..., sea que el príncipe conquiste el reino por la fuerza de las armas -con razón o sin ella, siempre que gobierne con equidad el reino conquistado- ..., sea que se elija al rey por su nobleza ..., o por su ancianidad ..., o por su fuerza ..., o por su belleza ..., o por su altura ..., o por ser un buen bebedor ...

Dejo de lado la definición de Aristóteles, según la cual es rey quien es elegido y manda a gusto de los súbditos; en otro lugar añade que el rey se convierte en tirano por poco que mande contra la voluntad de los súbditos. Tales definiciones no solo carecen de fundamento, sino que son perniciosas. Su falsedad se deduce del hecho de que el título real sería incompatible con la majestad y poder soberano que, sin embargo, implica, si el rey no tuviese poder de dar ley a los súbditos, y estuviese, por el contrario, constreñido a recibirla. En tal caso, los príncipes más justos del mundo serían tiranos y no existiría un solo rey; este no sería más que simple magistrado ... Demostraremos, sin lugar a dudas, a su debido tiempo, no haber cosa más peligrosa para un Estado que establecer los reyes mediante elección ...

La diferencia de los monarcas no debe establecerse por la forma de acceso al trono, sino por el modo de gobierno, del cual existen tres clases, a saber: señorial, real y tiránico ... El título de rey siempre ha sido augusto y el más honroso que puede tener el príncipe soberano. Por esta causa, el hábito, los atributos y las insignias reales fueron siempre propios e intransmisibles, como, antiguamente, la diadema y el cetro. Nada había en Roma que hiciera la majestad de los reyes tan venerable como los adornos reales, que Tarquino Prisco había traído de los antiguos reyes de Etruria ...
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