Indice de Los seis libros de la República de Jean Bodin | LIBRO SEGUNDO - Capítulo tercero | LIBRO SEGUNDO - Capítulo quinto. | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Los seis libros de la República LIBRO SEGUNDO La monarquía tiránica es aquella en la que el monarca, hollando las leyes naturales, abusa de la libertad de los súbditos libres como si fueran sus esclavos y de los bienes ajenos como de los suyos. La palabra tirano es griega y en su origen tenía un significado honroso; se aplicaba antiguamente al príncipe que se había apoderado del Estado sin el consentimiento de sus ciudadanos, elevándose de igual a señor. Tal príncipe se llamaba tirano, aunque fuese muy prudente y justo ... Quienes mediante fuerza o astucia habían obtenido la soberanía, al considerar que sus vidas estaban a merced de sus enemigos, se vieron obligados, para seguridad de ellos y de sus bienes, a mantener guardias de extranjeros a su alrededor y fuertes guarniciones en las fortalezas y, para pagarlas y conservarlas, a imponer grandes tributos e impuestos; al comprobar, en fin, que no estarían seguros mientras contasen con amigos pobres y enemigos poderosos, mataban y desterraban a estos para enriquecer a aquellos ... De aquí nació que los tiranos fuesen muy odiados y peor vistos ... No hay que fijarse en los títulos que se atribuyen los príncipes, pues siempre ha ocurrido que los más perversos y odiosos han adoptado las más hermosas divisas y los títulos más excelsos ... También ha sucedido que los cargos y oficios más sagrados han llegado a ser abominables a causa de la perversidad de sus titulares: así, el título real horrorizaba a los romanos, a causa de Tarquino el Soberbio, y el de dictador, a causa de Sila ... Hay tiranías de varias clases y en grados diversos. Así como no hay tan buen príncipe que no tenga algún vicio notable, tampoco existe tirano tan cruel que no posea alguna virtud o algún rasgo digno de encomio. Por ello, es peligroso formar Juicio funesto de un príncipe, si no se conocen a fondo sus actos y proceder y no se contrapesan prudentemente sus vicios y sus virtudes ... La diferencia más notable entre el rey y el tirano estriba en que el rey se conforma a las leyes de la naturaleza y el tirano las pisotea. Aquel cultiva la piedad, la justicia y la fe; este no tiene ni Dios, ni fe, ni ley. Aquel hace todo lo posible en provecho del bien público y seguridad de los súbditos; este solo tiene en cuenta su propio interés, venganza o placer. Aquel se esfuerza en enriquecer a sus súbditos por todos los medios imaginables; este edifica su casa con la ruina de ellos. Aquel venga las injurias públicas y perdona las propias; este venga cruelmente las suyas y perdona las ajenas. Aquel protege el honor de las mujeres decentes; este se complace con su vergüenza. Aquel gusta de ser informado libremente y censurado cuando ha errado; este aborrece al hombre grave, de espíritu libre y virtuoso. Aquel procura mantener a los súbditos en paz y unión; este siembra la discordia para procurar su ruina y engordar con las confiscaciones. Aquel se complace en dejarse ver y oír en ocasiones por sus súbditos; este siempre se esconde de ellos, como de enemigos. Aquel aprecia el amor de su pueblo; este el temor. Aquel solo teme por sus súbditos; este los teme a ellos. Aquel grava a los suyos Con los tributos imprescindibles y solo por necesidad pública; este bebe su sangre, roe sus huesos y chupa la medula para enflaquecerlos. Aquel busca personas decentes para los cargos; este los cubre. con ladrones y malvados, para servirse de ellos como de una esponja. Aquel dona las dignidades y oficios, para evitar que el pueblo sea rObada y exprimido; este los vende al mejor postor, para darle ocasión de empobrecer al pueblo y después degollar a los ladrones y tener fama de justiciero. Aquel mide sus hábitos y acciones con la vara de la ley; este pone las leyes al servicio de sus costumbres. Aquel es amado y venerado por todos sus súbditos; este odia a todos y por todos es odiado. Aquel, en la guerra, recurre solo a sus súbditos; este solo a ellos hace la guerra. Aquel recluta su escolta y guarnición entre los suyos; este entre extranjeros. Aquel goza de un reposo seguro y de una gran tranquilidad; este se consume en perpetuo temor. Aquel espera la vida beatífica; este no puede apartarse del castigo eterno; aquel es honrado en vida y recordado después de su muerte; este es difamado en vida y maldecido después de su muerte. No hay por qué probarlo con ejemplos que son conocidos por todos ... Todas las historias antiguas están llenas de ejemplos que nos muestran que las vidas de los tiranos estuvieron siempre acechadas por innúmeras e inevitables desventuras ... Cuando leemos las terribles crueldades de Falaris, Busiris, Nerón y Calígula, ¿quién no se siente indignado justamente contra ellos? Hasta aquí, las diferencias más notables entre el rey y el tirano. Estas no son difíciles de apreciar cuando se trata de los dos extremos, es decir, de un rey muy justo y de un tirano muy perverso. Pero no es tan fácil el juicio cuando se trata de un príncipe que ofrece rasgos de buen rey y de tirano. Según sean el tiempo, el lugar, las personas y las ocasiones, los príncipes se ven obligados a realizar actos que parecerán tiránicos a unos y dignos de encomio a otros ... Al tirano no debe medírsele por su severidad, muy necesaria a un príncipe, ni por el número de guardias y fortalezas, ni por la majestad de los mandatos, más deseables que los dulces ruegos de los tiranos que llevan consigo inevitable violencia ... Tampoco son necesariamente índice de tiranía las muertes, destierros, prisiones y otros actos o hechos violentos que se producen en los cambios de las Repúblicas, o en su restauración; los cambios violentos siempre existieron y no puede ser de otro modo ... Por el contrario, sucede muchas veces que la República se viene abajo debido a la indulgencia del príncipe, siendo restaurada por la crueldad de otro ... No se puede llamar tirano al príncipe que tiene corto de la brida a un pueblo enfurecido durante el cambio de un Estado popular a monarquía; al revés, Cicerón llama tiranía al libertinaje del populacho desenfrenado ... De todos los tiranos, el menos detestable es el que persigue a los grandes y preserva la sangre del pobre pueblo ... Sin embargo, es mejor para el pueblo y la conservación de un Estado tener un príncipe riguroso y severo que otro demasiado indulgente y complaciente ... En esta forma debe entenderse el antiguo proverbio que dice de mal hombre, buen rey, muy crudo si se toma al pie de la letra ... No se debe, pues, juzgar que el príncipe sea tirano por ser severo o riguroso, con tal que no contravenga las leyes de Dios y de la naturaleza ...
Jean Bodin
CAPÍTULO CUARTO
De la monarquía tiránica.
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