Indice de Los seis libros de la República de Jean Bodin | LIBRO TERCERO - Capítulo séptimo | LIBRO CUARTO - Capítulo tercero. | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Los seis libros de la República LIBRO CUARTO Toda República tiene su origen o en la lenta multiplicación de las familias, o en el establecimiento de una multitud hasta entonces dispersa, o en una colonia fundada por otra República, como nuevo enjambre de abejas o como rama de árbol trasplantada, la cual, una vez que echa raíces, da más frutos que la que nace de simiente. En cualquier caso, la República se establece o por la violencia de los más fuertes, o por el consentimiento de quienes, voluntariamente, someten su plena y entera libertad a otros, para que estos dispongan de ella con poder soberano, sea sin sujeción a ley, o bien bajo ciertas leyes y condiciones. Una vez que existe la República, si está bien fundada, se asegura contra la fuerza exterior y contra los males internos, creciendo, poco a poco, en poderío, hasta llegar a la cumbre de su perfección, que es el Estado floreciente; este no puede durar mucho, debido a la variedad de las cosas humanas, tan cambiantes e inciertas que las más grandes Repúblicas frecuentemente se desploman de un golpe por su propio peso, o son destruidas, cuando piensan estar más seguras, por la fuerza de sus enemigos, o van envejeciendo lentamente y mueren a causa de sus enfermedades internas ... Es necesario saber, por ello, las causas que producen los cambios de una República antes de poder juzgarla o proponerla como ejemplo. Llamo cambio de la República al cambio de Estado, es decir, el traspaso de la soberanía del pueblo al príncipe, o de los poderosos a la plebe, o a la inversa. El cambio de leyes, de costumbres, de religión o de lugar solo representa una simple alteración, si la soberanía no cambia de titular. Por el contrario, la República puede cambiar de Estado sin que las costumbres y leyes se alteren, salvo las que atañen a la soberanía, como ocurrió en Florencia, cuando el Estado popular se transformó en monarquía ... También puede ocurrir que, sin producirse ningún cambio en la ciudad, en el pueblo o en las leyes, la República desaparezca, como sucede cuando un príncipe soberano se somete voluntariamente a otro, o por testamento instituye heredero de su Estado a una República popular ...; en tal caso, no se trata de transformación de un Estado en otro, ya que la soberanía desaparece por completo. Al contrario, si de una ciudad o provincia se hacen uno o varios Estados populares o reinos, no se trata de cambio de República, sino de origen y nacimiento de una o varias Repúblicas nuevas ... Todo cambio es voluntario o necesario, o ambas cosas a la vez; la necesidad, por su parte, puede ser natural o violenta ... Así como se considera más aceptable la muerte que procede de vejez o de enfermedad lenta e insensible, también puede decirse que el cambio sobrevenido a una República en razón a su edad, tras una secular existencia, es necesario, pero no violento, ya que no se puede llamar violento a lo que es resultado del curso necesario y natural al que están sujetas todas las cosas de este mundo. El cambio puede ser del bien al mal, o de lo bueno a lo mejor, sea natural o violento, si bien este se opera súbitamente y aquel de modo lento. El cambio voluntario es el más tranquilo y el más fácil de todos, como cuando quien ostenta el poder soberano se despoja de él y transforma el Estado ... Del mismo modo que el paso de la enfermedad a la salud, o de la salud a la enfermedad, puede ser producido por las fuerzas naturales, como la alimentación, o por las propiedades interiores del cuerpo o del alma, o por la fuerza del que hiere o sana, así también la República puede sufrir cambio o arruinarse por entero a causa de los amigos o enemigos, exteriores o interiores, sea del bien al mal, o del mal al bien. Muy frecuentemente acaecen tales cambios en contra de la voluntad de los ciudadanos, a quienes es necesario constreñir ... Así como solo hay tres clases de República, según hemos dicho, solo son seis los cambios perfectos: de monarquía a Estado popular, de estado popular a monarquía, de monarquía a aristocracia, de aristocracia a monarquía, de aristocracia a Estado popular y de Estado popular a aristocracia. Para cada Estado hay seis cambios imperfectos: de Estado real a señorial, de señorial a tiránico, de tiránico a real, de real a tiránico, de tiránico a señorial, de señorial a real; otro tanto puede decirse de la aristocracia legítima, señorial o facciosa, así como del Estado popular legítimo, señorial y turbulento. Llamo a este cambio imperfecto ..., porque se trata solo de cambio en la calidad de los señores ... Cuando digo Estado floreciente de una República, no quiero decir que sea el colmo de la perfección, porque nada perfecto hay en las cosas perecederas, y menos aún en las acciones humanas; llamo Estado floreciente de una República cuando alcanza el más alto grado de su perfección y hermosura o, para decirlo mejor, cuando es menos imperfecta; esto solo se puede apreciar después de su decadencia, cambio o ruina ... No debe medirse la virtud con el palmo de las riquezas, ni la perfección de una República por la extensión del país. Los romanos nunca fueron más poderosos, ricos y grandes que bajo el imperio de Trajano ..., y, sin embargo, la ambición, la avaricia, los placeres y el lUjo habían ganado de tal modo a los romanos, que no les quedaba ni sombra de la antigua virtud ... Respecto a las causas de los cambios, si bien Son numerosas, podemos señalar algunas: la falta de descendencia de los príncipes, que empuja a los grandes a mover guerra por el Estado; la pobreza extremada de la mayor parte de los súbditos y la riqueza excesiva de unos pocos; el reparto desigual de las dignidades y honores; la ambición desmedida por el mando; la venganza de los agravios; la crueldad y opresión de los tiranos; el temor de ser castigado cuando se ha merecido; el cambio de leyes y religión; el goce desenfrenado de los placeres; la determinación de acabar con quienes deshonran con placeres excesivos y bestiales las más elevadas dignidades ... He mostrado antes que las Repúblicas nacieron como tiranías violentas, constituyéndose después, unas, en monarquías señoriales, otras en monarquías reales, por derecho hereditario ... Más tarde, al comprobar los pueblos, a través de los siglos, que las monarquías eran más seguras, más útiles y más duraderas que los Estados populares y aristocráticos, en especial las monarquías fundadas sobre el derecho hereditario del varón más próximo, estas se propagaron por doquier ... No debe extrañarnos el hecho de que haya pocos príncipes virtuosos. Los hombres virtuosos son escasos y no es entre este pequeño número donde se eligen los príncipes. Por tanto, será extraordinario encontrar alguno excelente y milagroso que persevere en su virtud después de verse tan alto que, salvo Dios, no reconoce superior, y asediado, como está, por todas las seducciones capaces de hacer flaquear a los más fuertes. Por ello, el resplandor de justicia en un príncipe, como faro que alumbra desde una elevada torre, es tan luminoso que sigue reluciendo mucho tiempo después de su muerte y determina que sus hijos, aunque perversos, sean amados por el recuerdo del padre ... Todas las monarquías nuevamente establecidas sobre las ruinas de una aristocracia o de un Estado popular deben, casi siempre, su origen al hecho de que uno de los magistrados, capitanes o gobernadores, decide usar de las fuerzas a su disposición, y de igual se convierte en señor y soberano, o al hecho de que un extranjero los ha sometido, o por su sumisión voluntaria a las leyes e imperio de otro. Respecto al primer caso, que representa el cambio más ordinario, nos sobran ejemplos: los Pisístratos en Atenas, los Cypselidios en Corinto, Trasíbulo, Gelón, Dionisio, Hierón, Agatocles en Siracusa ..., y otros muchos que, de simples capitanes y gobernadores, se convirtieron en señores mediante la fuerza. En materia política existe una máxima indiscutible: es dueño del Estado quien dispone de las fuerzas armadas. Por ello, en las Repúblicas aristocráticas y populares bien ordenadas las grandes dignidades se otorgan sin poder de mando, y quienes poseen algún poder no pueden ejercerlo sin asociado; cuando es imposible dividir el mando entre varios -como en caso de guerra, a causa del peligro que conlleva-, el período de la comisión o de la magistratura es corto ... Si bien la discordia -común entre los iguales en poder-, imposibilita, a veces, la ejecución de los asuntos provechosos, sin embargo, una República tal no correrá tanto riesgo de transformarse en monarquía como si hubiese un único magistrado supremo, del tipo del gran arconte de Atenas ... El cambio de Estado popular en aristocracia se produce, generalmente, cuando se pierde alguna gran batalla o la República recibe algún daño de consideración de los enemigos. Al contrario, el Estado popular se refuerza y asegura cuando obtiene alguna victoria. Tal afirmación podemos comprobarla en dos Repúblicas coetáneas: Atenas y Siracusa; habiendo sido vencidos los atenienses por los siracusanos, por culpa del capitán Nicias, transformaron inmediatamente el Estado popular en aristocracia de cuatrocientos hombres ..., al propio tiempo que los siracusanos. ufanos de su victoria, transformaron la aristocracia en Estado popular ... La razón de estos cambios radica en la inconstancia y temeridad de un populacho irreflexivo e insensato, versátil a todos los vientos y tan presto a conmoverse por el menor revés como insoportable se muestra tras la victoria ... Así, el mejor medio para
mantener el Estado popuiar es mover constante guerra e inventar enemigos cuando no los hay ... La transformación del Estado popular en monarquía es, sin embargo, más corriente, cuando la causa del cambio es la guerra civil o la ignorancia del pueblo, que otorga poder excesivo a uno de los súbditos, como dije más arriba. Por ello, decía Cicerón: ex victoria cum multa, eum certe tyrannis existit, al referirse a la guerra civil entre César y Pompeyo. Por el contrario, el cambio de la tiranía a causa de guerra civil, normalmente, conduce al Estado popular, porque el pueblo, lejos siempre del término medio, una vez que se desembaraza de la tiranía, movido por el odio que siente contra los tiranos y temeroso de recaer en ella, se ve empujado por la pasión de un extremo al otro ... Ya he dicho que la transformación del Estado popular en tiranía es normal cuando la causa es la guerra civil. Si se trata de un enemigo extranjero, el vencedor lo une al suyo o lo organiza de modo semejante, dejándole el gobierno. Así procedían los espartanos, que cambiaban todos los Estados populares en aristocracias, o los atenienses que cambiaban todos los Estados aristocráticos en populares, según los conquistaban. Debido a esto, hay que distinguir entre cambios exteriores e interiores ... Los Estados aristocráticos son más estables y duraderos que los populares, a condición de que los señores actúen de completo acuerdo, pues, en caso contrario, deberán hacer frente a un doble peligro: su propia facción o la rebelión del pueblo. Si luchan entre sí, no tardará el pueblo en abalanzarse sobre ellos, como vemos en la historia de Florencia ..., o como ocurrió en todas las ciudades griegas gobernadas por la nobleza o por los ricos. Un peligro mayor se corre cuando los señores abren las puertas del país a los extranjeros. Poco a poco, estos se multiplican y, no teniendo acceso a las magistraturas, aprovechan la menor ocasión, cuando son maltratados y cargados de impuestos, para rebelarse y expulsar a los señores naturales; así sucedió en Siena, Génova, Zurich y Colonia ... Todos los cambios de aristocracia a Estado popular han sido violentos y sangrientos ... En cambio, los Estados populares se transforman en señorías aristocráticas a través de un cambio lento e insensible ... El cambio de Estado a causa de la desaparición de la nobleza no puede producirse en la monarquía, salvo si todos los príncipes de la sangre desapareciesen ... De este modo, los mayores y más notables cambios se producen en las señorías aristocráticas y populares. El motivo más común es la ambición de los poderosos, quienes, al no conseguir las dignidades que pretenden, se hacen amigos del pueblo y enemigos de la nobleza ... Esto ocurre fácilmente si a los hombres indignos se les confieren las dignidades principales y se excluye de ellas a quienes las merecen, pues nada hay que más irrite a las personas honestas ... Donde más debe temerse esto es en la aristocracia gobernada aristocráticamente, es decir, cuando el pueblo no participa en los oficios, puesto que es doblemente irritante ser excluido de todos los oficios y beneficios y ver que estos se distribuyen entre los más indignos, debiéndoles obediencia y sumisión. En tal caso, aquel de los señores que acaudilla la sedición, con poco que el pueblo le favorezca, transformará la aristocracia en Estado popular; no sucederá tal cosa si los señores obran de común acuerdo, porque, como ya dije, el antagonismo y división de los señores es lo que más debe temerse en el Estado aristocrático ... En ocasiones, los cambios y destrucción de las Repúblicas tienen su origen en los procesos que se siguen a los poderosos, con razón o sin ella, para que den cuenta de sus acciones. Los procesados, aunque sean honrados, tienen miedo a las calumnias y al resultado incierto del proceso, que, a veces, significa la pérdida de la vida, los bienes y la honra de los acusados ...; este fue el motivo para que Pericles, temiendo el resultado de las cuentas que se le pedían acerca de las finanzas públicas que había manejado y, en general, de sus acciones, lanzase al pueblo ateniense a una guerra que destruyó varias Repúblicas y cambió por completo el gobierno de otros Estados en toda Grecia ... Tales cambios son más frecuentes cuando la República es de poca extensión ... Una República pequeña fácilmente se divide en dos bandos, en tanto que una grande difícilmente se divide, ya que entre los grandes señores y los pequeños, entre los ricos y los pobres, entre los virtuosos y los malos, existe gran número de personas medianas que ligan a unos con otros, gracias a que comparten propiedades de ambos extremos, a los cuales ponen de acuerdo ... En una misma ciudad la diversidad de localización es la causa, muchas veces, del cambio de un Estado ... Nos dice Plutarco que la República de Atenas sufrió varias sediciones y cambios, debido a que los habitantes del puerto y los marineros vivían lejos de la ciudad alta, por lo cual siempre andaban en disputa, hasta que Pericles prolongó las murallas para abarcar el puerto ... Ocurre con frecuencia que las sediciones internas producen cambios exteriores. Generalmente, el príncipe vecino se abalanza sobre el Estado al ver derrotados a sus vecinos, como hicieron los normandos después de la jornada de Fontenay, en la que la nobleza de Francia fue casi exterminada ... Este cambio exterior producido por las sediciones internas es más de temer cuando los vecinos no son amigos y aliados, porque la proximidad abre el apetito a la ambición, para apoderarse del Estado ajeno, antes que se pueda poner remedio ... No acontece lo mismo con las Repúblicas grandes y poderosas, que tienen muchas provincias y gobiernos; cuando uno se pierde es socorrido por los otros como miembros de un cuerpo robusto que se socorren mutuamente en caso de necesidad. En esto ofrece ventajas la monarquía sobre los Estados aristocráticos y populares, puesto que en estos solo hay una ciudad ..., que, cuando se pierde, es como si se perdiera el Estado; por el contrario, el monarca puede ir de un lugar a otro, e incluso su prisión no significa la pérdida del Estado ... Cuando el rey cae prisionero, generalmente es liberado mediante rescate, pero, si el enemigo no lo acepta, los Estados pueden proceder a nueva elección, o nombrar al príncipe de la sangre más próximo ... Así como un edificio construido sobre buenos cimientos y de materiales resistentes, bien trabajados y ensamblados todos sus elementos, no teme ni vientos ni tormentas y resiste a la violencia, así la República fundada sobre buenas leyes, unidos y ensamblados todos sus miembros, no es presa fácil de las alteraciones. Por el contrario, las hay tan mal construidas y desunidas que se vienen abajo al primer viento. Sin embargo, no hay República que, con el paso del tiempo, no sufra cambio y no termine por desaparecer. En todo caso, es más tolerable el cambio que se opera lentamente ...
Jean Bodin
CAPÍTULO PRIMERO
Del nacimiento, crecimiento, florecimiento, decadencia y caída de las Repúblicas.
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