Indice de Los seis libros de la República de Jean Bodin | LIBRO SEXTO - Capítulo quinto | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Los seis libros de la República LIBRO SEXTO No basta afirmar que la monarquía es el mejor Estado y con menor número de inconvenientes, si no se añade monarquía real. Tampoco basta decir que el Estado real es el más excelente, si no se pone de relieve que debe ser templado por el gobierno aristocrático y popular, es decir, por la justicia armónica, compuesta de la justicia distributiva o geométrica y de la conmutativa o aritmética, cada una de las cuales es propia de los Estados aristocrático y popular. Si se hace así, la monarquía será simple y el gobierno compuesto y templado, sin confusión alguna de las tres clases de República. Ya hemos llamado la atención sobre la diferencia que existe entre mezclar o, por mejor decir, confundir los tres Estados de la República en uno -lo que en realidad es imposible- y procurar que la monarquía sea gobernada popular o aristocráticamente. Por la misma razón que, entre las monarquías, la más encomiable es la real cuando es gobernada como queda dicho, entre los reinos, el más perfecto será el que más se acerque a la justicia armónica. Entiendo por justicia la recta distribución de las recompensas y de las penas y de lo que pertenece a cada uno de acuerdo con el derecho ... Dicha distribución solo puede realizarse por la aplicación conjunta de los principios de igualdad y de semejanza, lo que cabalmente constituye la proporción armónica ... (Platón) decía que la República nunca podría ser dichosa si no estaba gobernada por proporción geométrica, y añadía que Dios gobernaba el mundo con justicia geométrica ... En todo caso, es evidente que la justicia distributiva o geométrica se opone en todo al Estado popular, ya que este solo busca la igualdad propia de la justicia conmutativa o aritmética ... Jenofonte, amigo de Platón, pero celoso de su gloria ..., enseñó a Ciro cómo dar a cada uno lo que le correspondía: como persa que era, no debía imitar a los medos, para quienes la justicia consistía en la igualdad, sino a los persas, que trataban de establecer una justicia igual ... Tales puntos de vista dieron origen a dos facciones en Grecia: una, compuesta de los ricos y los nobles, que apoyaban la justicia geométrica y el Estado aristocrático; otra, integrada por los pobres y plebeyos, partidaria de la justicia conmutativa o aritmética y de la República popular. De estas dos facciones nació una tercera, según la cual debía observarse en toda República la justicia aritmética igualitaria, cuando se tratase de los bienes de cada uno en particular o de reparar las ofensas y delitos, y la justicia distributiva o geométrica, cuando se tratase de distribuir los dineros públicos o las tierras conquistadas, tomando en consideración los méritos y calidad de cada uno ... Ningún autor griego o latino se ha referido a la justicia armónica, sea para la distribución de esta, sea para el gobierno de la República. No obstante, se trata de la forma de justicia más divina y más excelsa, propia del Estado real, cuando es gobernado aristocrática y popularmente a la vez ... (Para el esclarecimiento de la cuestión) es preciso buscar ayuda en los principios de las matemáticas y de la jurisprudencia, ya que la incomprensión de los jurisconsultos para las matemáticas y la falta de experiencia judicial de los filósofos parecen haber sido las causas de que no se haya resuelto el problema ... La proporción geométrica es la integrada por relaciones semejantes; la proporción aritmética establece siempre la misma relación; la proporción armónica está compuesta de ambas, pero, sin embargo, es diferente de una y otra. La primera es semejante, la segunda igual y la tercera es, en parte, igual y, en parte, semejante ... La proporción armónica comienza, como las otras dos, por 3, pero las diferencias sucesivas no son siempre iguales, ni tampoco semejantes en todo, sino combinaciones equilibradas de ambas, como se puede ver mediante demostraciones matemáticas que no son del caso aquí ... La diferencia entre la proporción geométrica y la aritmética es notable. Esta establece siempre las mismas relaciones y las diferencias se mantienen iguales; aquella se expresa siempre en diferencias semejantes, no las mismas, ni iguales ... El gobierno geométrico es el que une a cada uno con su semejante; por ejemplo, la ley matrimonial de las Doce Tablas exigía que los nobles se casasen exclusivamente con las nobles y los plebeyos con las plebeyas, como aún hoy se practica rigurosamente en Ragusa ... Por el contrario, si los matrimonios se decidiesen por la suerte, una esclava podría llegar a casarse con un rey y los pobres y el pueblo bajo no hallarían método mejor para igualar todo ... Estas dos formas de gobierno implican desventajas diversas; en una, el pueblo es oprimido, en la otra se menosprecia a los nobles. El gobierno armónico une, en la medida de lo posible, las proporciones iguales y semejantes, sin confundir desordenadamente toda clase de personas. Sin salir del ejemplo del matrimonio, quien quisiese conservar el gobierno armónico, no exigiría cuatro cuarterones de nobleza a los contrayentes, en el caso de matrimonio entre nobles, como aún se hace en algunos lugares de Alemania ... Por esto decian los antiguos que el amor nació de Poro y Penia, es decir, de la riqueza y la pobreza, al meterse el amor por medio, como el tenor entre el bajo y el contralto, para producir un acorde dulce y melodioso. Así como el anfitrión de un banquete no debe sentar en los principales sitios a los llegados en primer lugar, sin discriminar de acuerdo con su importancia, tampoco debe sentar los más dignos exclusivamente en los sitios de mayor honor, ni los sabios junto a los sabios, ni los ancianos junto a los ancianos, ni las mujeres junto a las mujeres, ni los jóvenes junto a los jóvenes, ni los locos juntos, de acuerdo con la proporción geométrica que solo busca lo semejante ... El sabio simposiarca sentará al hombre alegre entre dos sabios, al hombre apacible entre dos pendencieros, al hombre parco entre dos sofistas, al viejo charlatán al lado de un joven, al pobre ambicioso junto al rico liberal, el colérico y vehemente entre dos hombres reflexivos y fríos. Al hacerlo así, no solo evitará la envidia de unos y los celos de otros, lo que no es poco tratándose de cuestiones de prestigio, sino que, además, de orden tan perfecto resultará una dulce y agradable armonía de unos con otros y de todos en conjunto ... El fundamento principal de los matrimonios y de la sociedad humana reside en la amistad, y esta no puede ser duradera sin la armonía y concordia recíproca. Tal armonía no puede lograrse mediante la justicia y el gobierno geométrico o aritmético, ya que la proporción de ambos fácilmente se disocia. Por el contrario, la naturaleza de la proporción armónica une siempre los extremos con un término medio que concierta a ambos ... El gobierno igualitario, regido por proporción aritmética, es propio de los Estados populares, cuya meta es la distribución igual de las dignidades, honores, beneficios, oficios, dineros públicos y tierras conquistadas. Cuando en ellos se trata de hacer leyes, nombrar oficiales o condenar a muerte, todo el pueblo debe ser convocado y el voto del loco o del temerario tiene tanto peso como el del sabio ... El Estado popular es como la regla de Policleto, tan derecha y rígida que no se podía plegar por ningún lado, siendo el patrón sobre el cual todos los arquitectos ajustaban su regla. De igual modo, en el gobierno popular, todo se decide por suerte y mediante leyes invariables, sin interpretación equitativa, sin privilegio ni excepción de persona, de tal modo que los nobles están sujetos a las mismas penas que los plebeyos, las penas pecuniarias son iguales para ricos y pobres y el premio se otorga sin discriminación al valiente y al cobarde, al capitán y al soldado. Por el contrario, el gobierno aristocrático, regido por proporción geométrica, se asemeja a la regla de Lesbos, que se plegaba, por ser de plomo, en cualquier dirección y permitía no dañar la piedra ... Por esta razón se dice que es preciso adaptar la ley al caso que se juzga; ahora bien: de igual modo que una regla deja de serlo si se tuerce como regla de Lesbos, la ley también deja de ser ley si es maleable como la cera y permite que el juez de servidor se convierta en señor. Así, pues, para evitar tanto la rigidez inmutable de la regla de Policleto como la maleabilidad e incertidumbre de la regla de Lesbos, es necesario forjar una tercera regla que no sea tan rígida que no se pueda plegar dulcemente cuando sea menester, siempre que se enderece de inmediato. En otras palabras: es necesario seguir la justicia armónica y combinar: ley, equidad, ejecución de la ley y obligación del magistrado, tanto en la distribución de la justicia como en el gobierno del Estado. En estos cuatro números -4, 6, 8, 12- existe la misma relación entre 4 y 6 que entre 8 y 12, y entre 4 y 8 que entre 6 y 12. La relación existente entre la ley y la equidad o entre la ejecución de la ley y la obligación del magistrado, es la misma que existe entre la equidad y la obligación del magistrado, o entre la ley y su ejecución.
Mas no basta haber dispuesto así estos cuatro elementos en proporción geométrica y aritmética a la vez, si no se los combina por proporción armónica. Esta viene a unir y conjugar los dos números centrales, 6 y 8, y el segundo al cuarto y el primero al tercero, de donde resulta una melodiosa armonía ... De modo semejante puede afirmarse que si el príncipe, el pueblo o la nobleza, titulares de la soberanía bajo forma monárquica, aristocrática o popular, gobiernan sin ley, abandonando todo a la discreción de los magistrados, o por sí mismos, distribuyendo las penas y recompensas según la importancia o condición de cada uno ..., estaremos en presencia de un gobierno que no será duradero ni estable, porque le falta la unión entre los poderosos y los humildes y, por consiguiente, la concordia. Aún habrá menos estabilidad si todo se gobierna por principios igualitarios y leyes inmutables sin adaptar la equidad a la diversidad de lugar, tiempo y personas ... Estos dos modos de gobierno, aritmético y geométrico -uno exclusivamente mediante las leyes, el otro sin leyes, por el arbitrio del gobernante-, terminan por aniquilar las Repúblicas, pero combinados en proporción armónica conservan los Estados ... Es evidente que la ley no se hizo para el soberano ..., sino principalmente para los magistrados, cuyos ojos, muy a menudo, se ciegan tanto por la pasión, la avaricia o la ignorancia que son incapaces de ver la belleza de la justicia. Aunque fuesen ángeles y nunca se equivocaran, los súbditos tendrían siempre necesidad de la ley como de una luz con la que guiarse en las tinieblas de las acciones humanas ... El mejor argumento para probar esto es la promulgación de la ley de Dios ... Antes de su promulgación, no se tiene noticia de ningún legislador ... La palabra equidad tiene acepciones diversas. La equidad de un príncipe consiste en declarar o corregir la ley. La del magistrado consiste en plegar las leyes para aliviar su rigor o endurecer su lenidad, cuando es necesario, o en suplir su silencio, cuando la ley no ofrece solución al caso que se presenta ... La ley sin equidad es un cuerpo sin alma, puesto que solo toma en cuenta las cosas generales, en tanto que la equidad inquiere las circunstancias particulares, que son infinitas. Las leyes deben adaptarse a estas circunstancias, tanto si se trata de materias jurídicas como políticas, a fin de evitar soluciones absurdas o injustas. Ahora bien: el magistrado no puede plegar tanto la ley que la rompa, aunque parezca muy dura, si es suficientemente clara. Cosa diferente es cuando la ley es inicua respecto a un caso concreto, porque, en tal caso, según el jurisconsulto, es necesario que el magistrado modere las consecuencias de la ley ... El magistrado opera bajo el poder de la ley, pero en su alma debe anidar la equidad, gracias a la cual suple las lagunas de la ley y descubre su razón de ser, ya que la recta interpretación de la ley no es otra cosa que la propia ley ... Las costumbres y ordenanzas de este reino determinan taxativamente las penas pecuniarias, lo cual significa que pobres y ricos pagan las penas con un criterio igualitario y aritmético. Si Platón está en lo cierto, sería menester reformar todas estas leyes y dejar al arbitrio y autoridad de los magistrados el incremento o disminución de la pena; sin embargo, la mayor parte de los edictos y ordenanzas penales insertan la siguiente cláusula: Prohibimos a nuestros jueces disminuir las penas. Cuando el condenado no tiene con qué reparar las consecuencias de la falta cometida por dolo o fraude, la ley general y común a todos los pueblos exige que sea castigado corporalmente. Se podrá decir que es injusto condenar a un pobre hombre a sesenta libras de pena como castigo a su apelación temeraria y no hacer pagar más al rico. En efecto, la justicia geométrica exige que, si el pobre, que no tiene más de cien libras de patrimonio, paga sesenta de pena, que el rico, que posee cien mil libras, pague sesenta mil de pena ... Vemos, pues, que por la justicia geométrica los más ricos se ven despojados de sus privilegios sobre los pobres, en tanto que la justicia aritmética constituye, en este caso, el medio para que el rico arruine al pobre bajo velo de justicia. Por esta causa, las ordenanzas permiten a los jueces condenar a pena extraordinaria, además de la ordinaria, cuando el caso lo requiere, como antiguamente se hacía en Grecia ... Observando estos principios, se practicaría la verdadera justicia armónica, la cual combina los principios de igualdad y de semejanza; la igualdad se aplicaría a las relaciones entre hombres de mediana fortuna y la proporción geométrica a las relaciones entre los potentados y los pobres, conforme a la equidad y discreción de los jueces ... Quien quisiere observar estrictamente la justicia geométrica y determinar la pena de acuerdo con la fortuna y con los delitos, no tendría necesidad de la ley, porque la variedad de personas, circunstancias, tiempo y lugar es infinita e incomprensible. Por otra parte, también sería injusta la nivelación de las penas por justicia aritmética, como fue el caso de las leyes romanas sobre la suntuosidad ... Si bien en el Estado popular predominan las leyes iguales y la justicia aritmética y, por el contrario, en el Estado aristocrático, la proporción geométrica, sin embargo, tanto uno como otro, si quieren conservarse, deben, en alguna medida, aplicar la proporción armónica. Si la señoría aristocrática excluye al pueblo bajo de todos los cargos, oficios y dignidades, así como de la distribución del botín de guerra y de las tierras conquistadas, el pueblo se rebelará a la primera ocasión que se le presente, por poco belicoso que sea, y se transformará el Estado, como ya hemos visto con muchos ejemplos. Esta es la razón de que la señoría de Venecia, aristocracia como la que más, se gobierne solo en parte aristocráticamente. En efecto, en Venecia se distribuyen los grandes honores, dignidades, beneficios y magistraturas a los gentiles hombres, y los oficios poco importantes que carecen de potestad al pueblo bajo, de acuerdo con la proporción geométrica según la cual debe darse mucho a los grandes y poco a los pequeños. Además, para contentar al pueblo bajo, la señoría le ha dejado el cargo de canciller, uno de los más dignos y honrosos, además de ser vitalicio, así como las secretarías de Estado, cargos también muy honrosos; por si fuera poco, la menor ofensa cometida por un noble contra cualquier habitante tiene su castigo. La dulzura y libertad de vida de que gozan todos da mayor impresión de libertad popular que de gobierno aristocrático ... Se puede, pues, decir que se trata de un Estado aristocrático, pero conducido, en cierta medida, por proporción armónica ... Roma floreció en armas y leyes mientras se conservó un gobierno armónico, es decir, una combinación de Estado popular y aristocrático ... El Estado real es necesariamente proporcionado a las razones armónicas y cuando es gobernado y conducido realmente, es decir, armónicamente, es el más hermoso, excelso y perfecto de todos. No me refiero aquí a la monarquía señorial ..., ni a la tiránica ..., sino a la legítima, tanto si se transmite por elección, suerte o sucesión, como si se funda en la sumisión voluntaria de los conquistados a los que gobierna paternalmente. En cualquier caso, el rey puede gobernar su reino popularmente, mediante proporción igual, distribuyendo entre todos los súbditos, sin distinción, todos los honores, sin tomar en consideración sus méritos o capacidad, sea por sorteo o por rotación. Existen pocas o ninguna de tales monarquías. El rey puede también gobernar su Estado aristocráticamente, otorgando las dignidades y cargos honrosos y distribuyendo las penas y recompensas mediante proporción geométrica, es decir, tomando en consideración la nobleza de unos y la riqueza de otros, y excluyendo a los plebeyos, cuyos méritos y virtudes no cuentan, sino solo el dinero y el nacimiento. Si bien los dos tipos de gobierno son malos, sin embargo, el proporcionado geométricamente es más tolerable, pues se acerca a la suavidad armónica ... El rey sabio debe, por consiguiente, gobernar su reino armónicamente, combinando mesuradamente nobles y plebeyos, ricos y pobres, pero con el tacto debido para que los nobles gocen de alguna ventaja sobre los plebeyos. Es justo que para ocupar las dignidades de la judicatura o de la milicia, sea preferido el gentilhombre al plebeyo, cuando ambos están igualmente dotados en leyes o en armas. Del mismo modo, se preferiría el rico al pobre, aun siendo iguales desde otros puntos de vista, cuando se trata de oficios que dan mayor honra que provecho, y el pobre al rico, en el caso contrario. De ese modo, ambos quedarán contentos, porque el rico solo busca el honor y el pobre el provecho ... Si las dignidades son colegiadas y dobles, será conveniente emparejar al noble con el plebeyo, al rico con el pobre, al anciano con el joven ..., a fin de evitar la envidia que normalmente existe entre iguales. Además, esta combinación trae como resultado que cada uno defiende las prerrogativas y derechos de su Estado; así ocurre en los tribunales supremos, corporaciones y colegios, compuestos por personas de toda calidad, donde está la justicia mucho mejor ordenada que si fuesen todos del mismo Estado. El único modo de unir humildes y poderosos, plebeyos y nobles, pobres y ricos, consiste en atribuir los oficios, cargos, dignidades y beneficios a quienes lo merezcan, como ya he dicho. Ahora bien: existen méritos de muy diversa índole. Si los oficios y cargos honrosos se otorgasen exclusivamente a personas virtuosas, la República se vería constantemente en peligro, ya que los hombres virtuosos son siempre escasos y fácilmente serían desplazados por los más. Por eso, si se emparejan, como dije, los hombres virtuosos con los nobles o con los ricos, aunque estén desprovistos de virtud, se sentirán, estos últimos, honrados al verse junto a los hombres virtuosos, a la vez que estos se sentirán satisfechos por ocupar los puestos de honor. Si se obra así, la nobleza, de una parte, queda complacida al ver cómo se respeta su rango en la distribución de las recompensas, a la vez que, de otra parte, los plebeyos se sienten sumamente satisfechos y honrados. En efecto, se sienten honrados al ver cómo el hijo de un pobre médico llega a ser canciller de un gran reino, o cómo un pobre soldado llega a condestable; tal fue el caso de Bertrand du Guesclin y de Michel de l'Hópital y de muchos otros que, por sus virtudes ilustres, se elevaron a los más altos grados del honor ... Para armonizar unos con otros se debe, pues, combinar las personas de modo que complementen sus faltas y sus virtudes. De otro modo, existirá la misma armonía que si se separan los acordes, buenos en sí, pero incapaces de producir una consonancia si no están unidos ... Si el príncipe sabio actúa de este modo, concertará a sus súbditos entre sí y a todos juntos con él mismo.
Dios ha dispuesto armónicamente los cuatro primeros números para mostrarnos que el Estado real es armónico y debe gobernarse armónicamente ... Por encima de todos los súbditos, se nos aparece el príncipe, cuya majestad es tan indivisible como la unidad, de la cual, pese a no constituir un número, derivan todos los demás su virtud y poder. Bajo el príncipe aparecen los tres Estados, dispuestos del modo como casi siempre lo han estado en todos los reinos y Repúblicas bien ordenadas: el Estado eclesiástico, el primero por la dignidad de su ministerio divino, compuesto de nobles y plebeyos; en segundo lugar, el Estado militar, integrado también por nobles y plebeyos, y, finalmente, el pueblo bajo, compuesto de letrados, mercaderes, artesanos y labradores. Cada uno de estos tres Estados debe participar de los oficios, beneficios, judicaturas y cargos honrosos, de acuerdo con el mérito y condición de las personas. El resultado será una placentera armonía de los súbditos entre sí y de todos juntos con el príncipe soberano. Otro tanto puede decirse del hombre, que es la verdadera imagen de la República bien ordenada; el intelecto representa la unidad y es indivisible, puro y simple; en segundo lugar, el alma racional, separada por todos los filósofos antiguos del intelecto; en tercer lugar, el apetito vindicativo, que reside en el corazón, como los soldados, y, finalmente, la codicia animal, localizada en el hígado y en los demás intestinos que alimentan el cuerpo humano, como los labradores ... Así, cuando los tres Estados son conducidos por la prudencia, la fuerza y la templanza, y estas tres virtudes morales se conciertan entre sí y con su rey, es decir, con la virtud intelectual y contemplativa, se establece una forma de República perfecta y armoniosa. Del mismo modo que de la unidad depende la unión de todos los números, cuyo ser y poder derivan de ella, así también se requiere un príncipe soberano de cuyo poder dependan todos los demás ... Ya los antiguos teólogos concibieron la idea, cuando dieron a Themis tres hijas, denominadas Eunomía, Epikeia y Eirene, es decir, Ley Justa, Equidad y Paz, las cuales se refieren a las tres formas de justicia, aritmética, geométrica y armónica. La paz, que representa la armonía, es el fin y perfección de todas las leyes y sentencias y, por supuesto, del verdadero gobierno rea ... De la misma manera que con voces y sonidos contrarios se compone una dulce y natural armonía, así de los vicios y virtudes, de las cualidades diferentes de los elementos, de los movimientos contrarios y de las simpatías y antipatías ligadas por medios inviolables, se compone la armonía de este mundo y de sus partes. Y así también, la República se compone de buenos y malos, de ricos y pobres, de prudentes e insensatos, de fuertes y débiles, unidos por aquellos que constituyen un término medio entre unos y otros, de modo que siempre el bien es más que el mal y la concordia predomina sobre la discordia. Y de la misma manera que la unidad sobre los tres primeros números, el intelecto sobre las tres partes del alma, el punto invisible sobre la línea, la superficie y el cuerpo, así también se puede decir que ese gran Rey eterno, único, puro, simple, indivisible, elevado por encima del mundo elemental, del celeste y del inteligible, une los tres puntos, haciendo relucir el esplendor de la majestad y la dulzura de la armonía divina en todo este mundo, a ejemplo del cual el rey sabio debe conformarse y gobernar su reino.
Jean Bodin
CAPÍTULO SEXTO
De la justicia distributiva, conmutativa y armónica y de su proporción en el Estado real, aristocrático y popular.
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