Indice de Los seis libros de la República de Jean Bodin | Presentación de Chantal López y Omar Cortés | LIBRO PRIMERO - Capítulo primero. | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Los seis libros de la República PREFACIO (1) Puesto que la conservación de los reinos e imperios y de todos sus pueblos, depende, después de Dios, de los buenos príncipes y sabios gobernantes, es justo, Monseñor, que cada uno les ayude a conservar su poder, a ejecutar sus santas leyes o a llevar sus súbditos a la obediencia, mediante máximas y escritos de los que resulte el bien común de todos en general y de cada uno en particular. Esto, que siempre ha sido estimable y digno, nos es ahora más necesario que nunca. Cuando el navío de nuestra República tenía el viento de popa, solo se pensaba en gozar de un reposo sólido y estable, sin que faltasen todas las bufonadas, farsas y mascaradas que son capaces de imaginar los hombres duchos en toda suerte de placeres. Pero, después que la tormenta impetuosa ha castigado al navío de nuestra República con' tal violencia que hasta el propio capitán y los pilotos están cansados y agotados por el continuo trabajo, se hace preciso que los pasajeros echen una mano, quien a las velas, quien a las jarcias, quien al ancla, y que quienes carezcan de fuerzas den un buen consejo o eleven sus votos y plegarias a Aquel que tiene poder para desencadenar los vientos y amainar las tempestades, ya que todos juntos corren el mismo peligro. No incluyo en el número a los enemigos que aguardan en tierra firme, complaciéndose por el naufragio de nuestra República y prestos para acudir al botín, aunque ya se enriquecieron con el incesante chorro de cosas preciosas que se ha arrojado por la borda para salvar este reino ... He aquí la razón para que, por mi parte, no pudiendo hacer cosa mejor, emprenda esta disertación sobre la República, que desarrollo en lengua vulgar, tanto porque las fuentes de la lengua latina están casi agotadas -y se secarán completamente si la barbarie producida por las guerras civiles continúa-, como para ser mejor entendido por todos los buenos franceses, quiero decir, por aquellos que, en toda ocasión, desean y quieren ver al estado de este reino en todo su esplendor, floreciente en armas y leyes. Pero puesto que nunca ha habido, ni habrá jamás República tan excelente en belleza que no envejezca, sujeta como está al torrente fluido de la naturaleza, que arrastra todas las cosas, procuremos que el cambio sea pacífico y natural, si ello es posible, y no violento o sangriento ... Quizá parezca, a quienes aprecian la brevedad, que yo me extiendo demasiado, pero no faltará quien piense lo contrario. En realidad, por extensa que sea la obra, siempre será demasiado pequeña para la importancia del tema, casi sin límites. Sin embargo, entre un millón de libros que se ocupan de todas las ciencias, apenas encontraremos tres o cuatro sobre la República, princesa, no obstante, de todas las ciencias. Platón y Aristóteles fueron tan expeditivos en sus disertaciones políticas que, en vez de satisfacer a sus lectores, nos dejan con el gusto en la boca. Por otra parte, la experiencia acumulada en los dos mil años transcurridos desde que ellos escribieron, nos ha hecho conocer perfectamente que la ciencia política se encontraba aún, en aquellos tiempos, oculta por tinieblas muy espesas ... Quienes han venido después a escribir superficialmente de las materias políticas y a discurrir sobre los asuntOs del mundo sin ningún conocimiento de las leyes y ni siquiera del derecho público, que queda atrás en razón al provecho que de ello se obtiene, tales autores, digo, han profanado los misterios sagrados de la filosofía política, lo que ha dado ocasión a la alteración y destrucción de hermosos Estados. Tenemos, por ejemplo, un Maquiavelo, de moda entre los cortesanos de los tiranos, al cual Paul Jove (3), si bien coloca entre los hombres insignes, denomina ateo e ignaro de las bellas letras ... Pone como fundamento doble de la República la impiedad y la injusticia y denuncia a la religión como enemiga del Estado. Por el contrario, Polibio, preceptor y lugarteniente de Escipión el Africano y estimado como el más sabio político de su tiempo, pese a ser ateo, recomienda la religión sobre todas las demás cosas, como el fundamento principal de toda República, de la ejecución de las leyes, de la obediencia de los súbditos a los magistrados, del temor a los príncipes, de su amistad recíproca y de la justicia entre todos ... En cuanto a la justicia, si Maquiavelo hubiese echado una ojeada sobre los buenos autores, se hubiese dado cuenta de que Platón titula a sus libros sobre la República, los libros de la justicia, considerando a esta como uno de los más sólidos pilares de la República ... Así como el gran Dios de la naturaleza, infinitamente sabio y justo, manda a los ángeles, así los ángeles mandan a los hombres, los hombres a las bestias, el alma al cuerpo, el cielo a la tierra, la razón a los apetitos, a fin de que quien esté menos dotado para el mando sea dirigido y guiado por aquel que, como recompensa a su obediencia, le puede preservar y dar seguridad. Pero cuando, por el contrario, sucede que los apetitos desobedecen a la razón, los particulares a los magistrados, los magistrados a los príncipes, los príncipes a Dios, se ve cómo Dios acude a vengar sus injurias y a ejecutar la ley eterna por El establecida, dando los reinos e imperios a los príncipes más sabios y virtuosos o, para ser más exactos, a los menos injustos y más expertos en el manejo de los negocios y en el gobierno de los pueblos, a quienes, en ocasiones, hace ir de un extremo al otro de la tierra, ante el asombro de vencedores y vencidos. Cuando digo justicia quiero decir la prudencia de mandar con rectitud e integridad. Constituye, pues, una enorme incongruencia en materia de Estado, preñada de consecuencias peligrosas, enseñar a los príncipes las reglas de la injusticia para asegurar su poder mediante procedimientos tiránicos, pues no existe fundamento más ruinoso que este ... Quizá son más peligrosos quienes (4), con pretexto de exención de cargas y de la libertad popular, inducen a los súbditos a rebelarse contra sus príncipes naturales, abriendo las puertas a una licenciosa anarquía, peor que la tiranía más cruel del mundo. Se trata de dos clases de hombres que, mediarrte escritos y procedimientos en todo contrarios, conspiran a la ruina de las Repúblicas, no tanto por malicia como por ignorancia de los negocios del Estado, a cuyo esclarecimiento está dedicada la presente obra ... Jean Bodin Notas (1) Este prefacio aparece, con ligeras variantes, en todas las ediciones francesas, pero las posteriores a 1578 -entre ellas la nuestra, de 1593- van también precedidas de una Epístola latina dirigida al propio Señor de Faur. En ella, Bodin trata de responder tanto a algunas de las críticas formuladas a la República -especialmente, las de Cujas-, como a los ataques precedentes de los defensores de la soberanía popular, a los que solo se alude de pasada en el prefacio. (2) Guy du Four de Pibrac (1529-1584), célebre humanista, ocupó importantes cargos públicos. Conocido, sobre todo, por Les Quatrains Moraux (París, 1574), que Montaigne estimó tanto. (3) Paolo Giovio (1483-1552), fecundo historiador y literato italiano, autor, entre otras obras, de La vida y chronica de Gonzalo Hernández de Córdoba, llamado el Gran Capitán (traducida al castellano en Zaragoza, 1553) y del famoso Dialogo delle impresse militari e amorose (Roma, 1555), modelo de este género literario. (4) Bodin alude aquí, sin duda, a la literatura hugonote, probablemente a la Franco-Gallia de Hotman, escrita en 1573. Sobre el significado de esta obra y su relación con la República.
Jean Bodin
A Monseñor De Faur, señor De Pibrac, Consejero del rey en su Consejo Privado (2)
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