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LIBRO SEGUNDO

Primera parte

Capítulo séptimo

Lo que inclina el espíritu de los pueblos democráticos hacia el panteismo

Haré ver más tarde de qué manera el gusto predominante en los pueblos democráticos hacia las ideas muy generales, se encuentra también en la politica; pero desde ahora quiero indicar su efecto principal en la filosofía.

No se puede negar que el pantíesmo ha hecho grandes progresos en nuestros días, y los escritos de una parte de Europa llevan visiblemente esta marca. Los alemanes lo introducen en la filosofía y los franceses en la literatura. La mayor parte de las obras de imaginación que se publican en Francia encierran algunas opiniones o algunas pinturas tomadas de las doctrinas panteístas, o dejan por lo menos percibir en sus autores una especie de tendencia hacia esta misma doctrina. No creo que proceda sólo de un accidente, sino más bien de una causa durable.

A medida que, haciéndose las condiciones más iguales, cada hombre en particular llega a ser más parecido a los otros, más débil y más pequeño, se toma la costumbre de no pensar en los ciudadanos, para considerar sólo al pueblo, y se olvida a los individuos para no ocuparse sino de la especie.

En tales tiempos, el espíritu humano quiere abrazar a la vez una multitud de objetos diversos, y aspira constantemente a poder deducir muchas consecuencias de una sola causa. La idea de la unidad lo obsesiona; la busca por todas partes, y cuando cree haberla encontrado, se ensancha y se tranquiliza, no contentándose con descubrir en el mundo una sola creación y un creador. Esta primera división de las cosas lo incomoda todavía, y trata de engrandecer y simplificar su pensamiento comprendiendo a Dios y al universo en una sola idea.

Si encuentro un sistema filosófico por el cual las cosas materiales e inmateriales, visibles e invisibles que contiene el mundo, no sean consideradas más que como las diversas partes de un ser inmenso, el único que permanece eterno en medio del cambio continuo y la transformación incesante de todo lo que lo compone, no tendré dificultad en concluir que semejante sistema, aunque destruya la individualidad humana, o más bien, porque la destruye, tiene atractivos secretos para los que viven en las democracias, porque todos sus hábitos intelectuales los preparan para concebirlo y los ponen en el caso de adoptarlo. Atrae naturalmente su imaginación y la fija; sustenta el orgullo de su espíritu y lisonjea su abandono.

De los diversos sistemas con que la filosofía trata de explicar el universo, el panteísmo me parece uno de los más propios para seducir al espíritu humano en los siglos democráticos y, por esta razón, todos los amantes de la verdadera grandeza del hombre deben unirse contra él y combatirlo.

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