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EL nuevo embajador Mr. Morrow

Ahora que ya vino a México procedente de Norteamérica, un embajador ideal representante de los grandes tiburones de Wall Street, todo hace suponer que los problemas sociales en México van a resolverse como por encanto, contándose entre ellos como el más importante de todos, el problema del hambre.

Y todavía dirán los parias que los hombres de la banca, comerciantes y gobernantes no se preocupan por sacar al pueblo de la miseria en que vive.

No sólo existe ya la circunstancia especialísima de que el embajador, Mr. Dwight W. Morrow - que así se llama el nuevo Mesías - haya sido escogido por la acertada mano del Presidente de aquélla Nación americana y sacado hábilmente del seno mismo de aquel grupo de aves de rapiña anidadas en Wall Street, sino que el nombramiento de Mr. Morrow como embajador yanqui, ha merecido también la aprobación más espontánea y excepcional de parte del gobierno callista.

Hasta en tren especial hizo su viaje desde la Casa Blanca a la ciudad de México, el nuevo representante de los millonarios yanquis, quien al despedirse de sus camaradas del otro lado del Bravo fue despedido con banquetes, diecinueve cañonazos y todos los honores propios de todo un héroe.

Esto hace suponer, pues que las relaciones más cordiales entre ambos gobiernos, poderosos puntales del capitalismo, van a efectuarse familiarmente, como en casa, a fin de hacer más modificaciones al código expedido en Querétaro por políticos trasnochados durante el calor de la Revolución.

El llamado diplomático representante del dólar, tiene la misión de ponerse al habla con los que manejan el pandero de la actual dictadura, con el fin de que las cosas se arreglen de tal suerte que el pueblo de México no se de cuenta de toda la estratagema encaminada a esclavizarlo más y chuparle hasta la última gota de su sangre.

Todo ha de ser cuestión de táctica y astuta diplomacia, y se llegará a un mutuo entendimiento. Promesas de apoyo incondicional, por ejemplo, a la dictadura Calles - Obregonista por parte del gobierno de Washington para seguir oprimiendo y explotando a los pobres parias mexicanos y las cosas podrán marchar tan pacíficamente como en los cementerios de Cuba, Puerto Rico, las islas Filipinas, Panamá y Nicaragua.

Demasiado saben ya los pueblos de la América Latina que el gobierno del otro lado del Bravo se compromete a prestar toda su ayuda moral y material - cañones, aeroplanos, lanzabombas, buques de guerra, marinos armados hasta los dientes, etc. - al gobierno que más se humille y más garantías preste a su ignominiosa labor expansionista.

Esa es en síntesis la política devoradora que por nosotros sienten aquellos tiburones, cuya espada desenvainada sobre nuestras cabezas se deja ver como un fantasma aterrador que amenaza lanzarnos al abismo.

Las palabras que el Presidente Coolidge dijo con tanta autoridad como arrogancia a los delegados burgueses en la Conferencia Panamericana reunida en Nueva York, en los primeros días del último mayo, se han grabado en el cerebro de los oprimidos como una pesadilla: hacia los gobiernos de los países que tenemos reconocidos de este lado del Canal de Panamá, sentimos responsabilidad moral que no se aplica a otras naciones.

Conforme a esa política de responsabilidad moral se pretenden justificar las invasiones, los asesinatos en masa, el despojo, la esclavitud y toda clase de crímenes llevados a cabo por la codicia de los poderosos sobre los pueblos débiles. Es esta ley del más fuerte la que oprime a los humanos en todos los rincones de la Tierra.

Hace un año que la actual administración callista, muy amiga del obrero, trataba de someter a las compañías explotadoras de petróleo en México, a ciertas leyes mexicanas referentes a tierras y minerales; pero resultó que veintidós - de más de trescientas - de esas compañías creyeron conveniente burlarse de esas leyes y se declararon en completa rebeldía y no obedecieron las disposiciones del gobierno de Calles ni hicieron caso de las citas fijadas por las autoridades y aunque se les señaló como último plazo el primero de enero de este año, las compañías rebeldes tampoco obedecieron.

Los creyentes en los procedimientos legalitarios de los gobiernos y de que todos sus actos van siempre ajustados a la ley verían que el paso lógico de la actual administración contra esas compañías, era el embargo de sus posesiones petroleras. Pero no sucedió así, sino que esas compañías solicitaron el apoyo del gobierno norteamericano, el que inmediatamente amenazó a Calles con quitarlo del poder y poner a otro en su lugar. Pero unas cuantas notas diplomáticas cambiadas secretamente bastaron para que de la noche a la mañana las cosas marcharan conforme a los deseos del gobierno de la Casa Blanca, el que exige al gobierno de México se ciña estrictamente a los compromisos que contrajo Alvaro Obregón cuando fue reconocido por aquel gobierno después del cuartelazo que terminó con el asesinato de Venustiano Carranza.

Entonces - pensamos - si como se trata de poderosas compañías millonarias, se hubiera tratado de campesinos poseedores cada uno de una choza, rodeada de un pequeño terreno con bueyes, cerdos y gallinas, pero recargadas de contribuciones, el gobierno no sólo hubiera procedido al embargo de esos terrenos, las chozas y todos sus animalitos, sino que, en caso de demostrar la menor resistencia, los pobres desarrapados se habrían hecho acreedores a ser pasados por las armas de los esbirros del gobierno o llevados a las prisiones.

He aquí lo que dice el vocero capitalista norteamericano The New York Times respecto a los compromisos que contrajo el General Alvaro Obregón antes de ser reconocido por aquel gobierno:

El Presidente Coolidge ha insistido en que las promesas hechas por el General Alvaro Obregón cuando era Presidente, a los representantes norteamericanos Warren y Payne, deberán cumplirse. Se sostiene que esas promesas precedieron al reconocimiento y que ellas significan que las prescripciones constitucionales sobre tierras y minerales no deberán aplicarse a los ciudadanos de los Estados Unidos.

Esos compromisos de Álvaro Obregón son tan humillantes que todavía el pueblo no se ha dado cuenta de ello. Pero los idólatras del manco responderán como los científicos en los bellos tiempos de la administración porfiriana: ¡Con Porfirio Díaz hasta la ignominia!

Del periódico Avante, 8 de diciembre de 1927.


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