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La política juzgada por los políticos
Durante los corrompidos tiempos de la dictadura porfirista, todos considerábamos como irónica aquella rimbombante frase de la bestia tuxtepecana: Hay que tener fe en la justicia, decía hipócritamente el viejo zorro.
Y aún refiriéndose al origen de esa célebre expresión, se oía decir entre el pueblo la anécdota aquella de una pobre anciana, que en estado de completa desesperación, se presentó un día bañada en lágrimas ante el dictador, pidiéndole merced e indulto para su único hijo procesado por un Consejo de Guerra que lo acusaba de deserción.
Hay que tener fe en la justicia, señora, le contestó el tirano. Puede usted retirarse y esperar contenta y tranquila la decisión de sus jueces.
Y la viejecita se retiró llevando en sus oídos la halagadora frase que repercutía sonriente como una promesa de salvación para su hijo querido.
Transcurrieron algunos días, cuando la infeliz madre tuvo conocimiento de que su hijo no fue indultado por el Presidente y que el mismo día que lo supo su hijo había sido pasado por las armas, a las seis de la mañana.
Pero el hecho es que aquella frase que todos teníamos olvidada y que sólo se recordaba como una burla sangrienta y descarada de lo que significaba la justicia en tiempos de aquella dictadura, hoy, sin embargo, la recuerda el General Álvaro Obregón con cierta veneración y respeto, cuando él mismo, aunque a última hora, fue de los que contribuyeron a la caída de aquella fiera odiosa, cuya tiranía hoy parece encarnar en la persona del aspirante a tirano.
Ha sido pues, la prominente figura política del General Álvaro Obregón quien recuerda la histórica frase. Lo que quiere decir que si la justicia andaba entonces por los suelos, hoy se encuentra sumida en un pantano de fétida corrupción política al grado de preocupar al mismo alto personaje que ya predice un cambio de personal cuando se llegue la hora de ocupar la codiciada silla, de donde sólo la conciencia revolucionaria del pueblo trabajador, lograra quitarlo para arrojarlo al lugar destinado a los desperdicios y cosas perjudiciales para la salud pública.
Y lo curioso del asunto es que ahora los mismos políticos son los que afirman que la política es la causante de todo el desbarajuste presente cuando esa ha sido en todos los tiempos la rutina maquiavélica que han seguido todos ellos, los políticos, para engañar al pueblo y poder encumbrarse sobre sus llagadas espaldas.
Un diario de la ciudad de México al comentar las últimas frases del General Álvaro Obregón, refiere el caso siguiente:
Dijo recientemente el General Álvaro Obregón que la administración judicial debe rehabilitarse, y agregó que en la actualidad no hay derecho para repetir la célebre frase: Hay que tener fe en la justicia, uno de los escollos para la buena administración de justicia, agregó después, lo constituyen las leyes y los jueces.
Y nosotros agregamos que toda la maquinaria oficial que constituye el gobierno, sirve de escollo formidable para la paz y tranquilo bienestar de todos los pueblos en cada rincón de este planeta Tierra.
Pero es que los políticos se encuentran ahora en un círculo vicioso al tratar de reformar las leyes con el fin de que la política no influya en las decisiones de los jueces, cosa imposible que suceda porque sin ese astuto recurso de que se valen para engañar al pueblo, no habría presidentes, gobernadores, magistrados ni jueces.
En la práctica ya sabemos que el gobernador de un Estado lo primero que hace es nombrar de lacayos a sus más adictos y serviles, desde el más alto magistrado hasta el último gendarme. Esa es la regla. No va a escoger a sus ayudantes del seno de sus propios enemigos, tiene que buscarlos entre los suyos, entre sus propios partidarios que se esforzaron por elevarlo al poder con el fin de roer ellos mismos un hueso.
Muy rara vez se lleva a un tribunal al magistrado idóneo, honorable y preparado.
Siguen diciendo de los mismos políticos.
Generalmente, y esto nadie lo ignora, el candidato sólo presenta como antecedente meritorio su amistad con políticos influyentes en el Parlamento, o su filiación política. Lo que da como pernicioso resultado que la política invada el santuario de la justicia. Los jueces y magistrados que deben sus nombramientos a la política se sienten, y en realidad lo están, ligados con la política y ven sólo los intereses de aquellos que los exaltaron al puesto que ocupan.
Así se expresan ellos mismos. Y como son los ricos los que escogen los candidatos que han de resultar electos en los comicios electorales, resulta que son ellos los beneficiados.
La política no debe influir en los fallos que se dicten, dicen los mismos políticos. ¿Y cómo hacer para que la política no influya, cuando es la política el vehículo de que se valen para transformarse en mandatarios?
Por otra parte, como la política va ligada íntimamente con el criterio del funcionario que sirve de juez, yo deduzco que jamás podrá haber jueces imparciales en sus decisiones contra sus propios enemigos. El fraile condenará en todo tiempo al ateo y al hereje al fuego eterno, así como el gobernante y el capitalista perseguirán y condenarán a la horca al anarquista que lucha también por acabar con todos ellos, los sostenedores del presente estado de desigualdades sociales e injusticias con el débil.
Sí, han sido anarquistas los primeros en denunciar la política y los políticos como los más perniciosos elementos corruptores de las conciencias humanas. Lo que pasa ahora es que ya los mismos políticos se están dando cuenta del despertar de los trabajadores. En México, con excepción de los obreros afiliados a la Confederación Regional Obrera Mexicana, casi todos los trabajadores pertenecientes a las demás organizaciones obreras independientes, ya tienen cláusulas en sus mismos estatutos en contra de la política. Y aún existe actualmente un gran número de sindicatos y uniones de donde los políticos que han logrado colarse en su seno han sido despedidos y arrojados a puntapiés; hechos prácticos, claros y evidentes que revelan ya un alto grado de cultura en las mentes de esos trabajadores, a quienes difícilmente lograrán embaucar con nuevas e ingeniosas promesas de que en lo sucesivo los gobernadores, magistrados, diputados, senadores y jueces, alcaldes, etc., al administrar justicia, no se dejarán influenciar por la política, cosa que nadie lo creerá. Porque esos cambios de frente no revelan otra cosa más que la ya conocida astucia y los ardides del lobo para atrapar a su víctima.
Del periódico Avante, 15 de mayo de 1928.
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