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Haz de verdades
Los que desviaron mañosamente el grito rebelde campesino de Tierra y Libertad iniciado en Las Vacas desde 1906, continuado en 1908 y 1910 hasta dar al traste con la fiera tuxtepecana que después de su trágico derrumbamiento murió loca y decepcionada en París, lo hicieron, creyendo cándidamente que poniendo un buen gobierno en substitución de la dictadura, se cambiaría también ese descontento y malestar general, ocasionados por las medidas represivas, la excesiva explotación engendradoras de la miseria del pueblo.
Pero ahora, después de 18 años de sucesivos experimentos, ¿con qué nuevos argumentos nos saldrán?
La pregunta no va dirigida a los políticos, puesto que los argumentos de esos embaucadores ya son viejos y de sobra conocidos. Poseen la astucia e hipocresía jesuítica del cura y la lógica del azadón: todo para acá. Su bienestar personal es el que ambicionan y nada más.
No. No es a los políticos a quienes nos dirigimos; es a los que sinceramente y de buena fe se dejaron arrastrar como rebaño a la sonora voz de los lobos que la hicieron de pastores.
Durante esos 18 años muchos presidentes han ocupado la silla presidencial, desde Francisco I. Madero hasta Plutarco Elías Calles. A cada uno lo ha acompañado una larga estela luminosa de elogios infinitos, mucha sabiduría y grandes virtudes. Y sin embargo, ¿qué ha hecho esta legión de sabios y virtuosos presidentes en bien de la gleba, en qué han beneficiado todos ellos a ese océano inmenso de desarrapados y hambrientos seres humanos? Ninguno de ellos ha hecho el menor esfuerzo para cambiar la triste existencia de esa pobre gente; todo lo que ha hecho cada uno de esos presidentillos es sacar de los escuálidos bolsillos del pueblo todo el dinero posible, en forma de contribuciones, para cubrir los formidables gastos que ocasiona el sostenimiento innecesario y altamente perjudicial de esa maquinaria en la que tan prominente papel desempeñan los jefes de gobierno.
Y es verdad que ellos pudieran hacer mucho en bien de los pobres; pero no es esa su misión; su misión es otra y bien distinta. Cuando la avaricia insaciable de los petroleros norteamericanos orilló al gobierno de Calles a modificar a gusto de ellos las leyes del petróleo, ya vimos con cuanta facilidad se allanó el aparente conflicto, y las famosas leyes se reformaron a gusto de los petroleros del dólar. Y ahora como una prueba de tanta armonía, todavía no cesan las demostraciones de regocijo por parte de los gobiernos de ambos países. Viene Carlos Lindbergh, el héroe de la aviación norteamericana, y Calles no halla donde ponerlo. Va Emilio Carranza, el héroe aviador mexicano, y allá, en Washington, se deshacen de elogios por su gran hazaña. Dilapidando el dinero en festejos, mientras los pueblos se mueren de hambre y se baten en la miseria. Es que los gobiernos hacen con los pueblos como las nodrizas con los niños para que no lloren, distraen su atención con cualquier juguete.
En México el analfabetismo crece a pasos de gigante y la culpa principal del atraso del pueblo lo han tenido los gobiernos.
De los 290 millones de pesos presupuestados por el gobierno de Calles para cubrir los gastos en el año de 1928, destina 100 millones para el fomento y sostenimiento del ejército y sólo 27 millones para la instrucción pública.
Por donde se ve que la importancia que el gobierno concede al sostenimiento del ejército es muy superior a la de instruir al pueblo. Por cada vez que gasta un peso para instruir a la niñez, se destinan cuatro para el sostenimiento de esos focos de vicio y prostitución, llamados escuelas - cuarteles en donde se degradan y se corrompen los sentimientos humanos, instruyéndoles en el arte de matar a sus mismos semejantes.
Pero para el sostenimiento del gobierno, es también indispensable el sostenimiento de la instrucción militar. Sin el apoyo de las bayonetas, ningún gobierno duraría 24 horas en el poder. Por medio del sable es como se hace temible la autoridad. Sin el auxilio del sable y las bayonetas, no hay gobierno posible.
El gobierno y el militarismo son instituciones aliadas. Al militarismo lo mismo le da que el que mande sea Rey, Emperador o Presidente. Su misión es sostener en el poder a todas las tiranías.
Del periódico Avante, 1º de julio de 1928.
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