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La paz de los muertos
Ya en México vivimos en paz. Sí, en plena paz. Pero no en esa paz que deseamos todos los revolucionarios de verdad, los altruistas, los que luchamos por un cambio radical del presente sistema de injusticias, con el fin de establecer una sociedad en donde reine la igualdad y bienestar para todos, sino la paz fría y monótona de los muertos.
En esa paz nos encontramos. La paz en la que sólo se escuchan las lamentaciones, los estertores y quejidos de los moribundos y los ayes conmovedores de los oprimidos y los expoliados por el látigo del capataz y del representante de la autoridad.
Es la paz machadista de Cuba, en donde se engorda a los tiburones con la carne de los trabajadores, como alimentaba Hernán Cortés a sus perros, con carne de indios mexicanos.
Es la paz impuesta por el terror de Primo de Rivera en España, y por el fascista Mussolini en Italia. Es la paz en que se debaten, desde hace más de veinte años, los habitantes de Venezuela, bajo la feroz tiranía de Juan Vicente Gómez. Es la paz que hoy se disfruta en Colombia y Bulgaria por medio del terror y la muerte.
Es la paz, la negra paz de treinta y cinco largos años de la dominación de Porfirio Díaz, quien desde la tumba hoy batirá palmas satisfecho, lanzando gustoso a su dignísimo sucesor estruendosos gritos de loco frenesí, al férreo gobernante que con mano de acero ha infundido el terror, acabando, como por encanto con la libertad de pensar. Si Obregón y Calles llegaron al punto de matar la prensa enemiga violando un derecho fundamental de todo libre pensador, el actual presidente provisional ha tenido la audacia de acabar hasta con las imprentas en donde se imprimen periódicos que no le adulan; sí, hasta con las imprentas, instrumentos de progreso, que siempre respeta y dignifica todo ser civilizado.
Si Plutarco Elías Calles mató la circulación de Sagitario, editado por el grupo Hermanos Rojos, de Cecilia, el actual Presidente Provisional ha sobrepasado el punto que habían respetado sus dos antecesores: la decomización de las imprentas, pisoteando los principios de su misma Constitución que juró obedecer y respetar, y a la que los políticos actuales se refieren con orgullo, citándola como una de las conquistas de la Revolución; y en cuyas páginas puede encontrar el lector las siguientes líneas:
Es inviolable la libertad de escribir y publicar artículos sobre cualquier materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a sus autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. Las leyes orgánicas dictarán cuantas disposiciones sean necesarias para evitar que, so pretexto de las denuncias por delitos de prensa, sean encarcelados los expendedores, papeleros, operarios y demás empleados del establecimiento de donde haya salido el escrito denunciado, a menos que se demuestre previamente la responsabilidad de ellos.
Y como una prueba del respeto que se tiene al contenido de ese artículo constitucional, hoy está la imprenta de Avante desmantelada y transportada al Cuartel de la Jefatura de Operaciones Militares de Tampico por órdenes del General Eulogio Ortíz, ascendido hace poco a General de División, negándose el mismo Presidente Provisional a devolvérsela al grupo de trabajadores.
El 13 de septiembre nos escribe un camarada de Baja California:
Con esta fecha recibí notificación del correo, de que quedaba cancelado el registro de nuestro vocero Sembrando Ideas; con esto queda también muerto nuestro viril paladín que sólo llegó a contar ocho números. Su caída causa un estrago moral en nosotros, pero nos honra y estimula ver que luchó frente a frente al enemigo, fue su muerte semejante a la del atleta gladiador, que sobre la arena deja, también, jirones del rival; Así preferimos su muerte; digno y altivo cayó, como cayeron los Dioses del Olimpo, siempre de frente...
El 19 de septiembre fue confiscada y desmantelada la imprenta del periódico La Defensa Proletaria, editado en la misma ciudad de México, confiscando la edición.
Y como para coronar la serie de atentados contra el bienestar social, el actual Presidente socialista de Estado ha encajado con toda precipitación un código del trabajo enteramente contrario a los intereses de los trabajadores, mil veces peor todavía que el famoso seguro obrero de Álvaro Obregón. Todo esto va siendo aprobado con la velocidad de la electricidad por la administración del actual gobierno socialista, que en lugar de adoptar como lema la socialización de todas las cosas para el uso y beneficio de todos, lo ha cambiado por el de monopolización de todas las cosas para el uso y beneficio de unos cuantos.
Por eso es oportuno recordar las frases históricas de aquel célebre dictador que dijo al General Bernardo Reyes, en un banquete servido después de los asesinatos del 2 de abril, en Monterrey: ¡Así se gobierna! y ¡Cartucheras al cañón quepan o no quepan!
Del periódico Avante, 10 de octubre de 1929.
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