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Fin del sistema capitalista
Desde que el mundo ha sido apropiado por la insaciable codicia de unos cuantos acaparadores de todo, no se había presenciado un caos mundial de la magnitud del presente en el sistema capitalista; las quiebras de los bancos, así como de fuertes casas comerciales, son cosas que acontecen diariamente, hasta por centenares, en todos los países del mundo.
Un periódico alemán de fecha reciente, comenta esta fenomenal crisis mundial con cierto tono de broma, diciendo que sólo se trata de una tormenta sobre el capitalismo. El hecho real es que el capitalismo se hunde minuto a minuto, como gran masa de plomo en el inmenso pantano de su propio desprestigio.
Sólo en el mes de agosto del presente año se suspendieron en los Estados Unidos Norteamericanos ciento cincuenta u ocho bancos, con un total de ciento ochenta y seis millones de dólares de depósitos, y en el siguiente mes de septiembre aumentaron los bancos clausurados a doscientos noventa y ocho, con depósitos de doscientos setenta y un millones de dólares. Y todo esto acontece por la desconfianza y porque ya no hay gentes ni comerciantes en pequeño que vayan a depositar su dinero a los bancos; antes bien, debido a la falta de compradores por la miseria reinante, van y sacan de los bancos el dinero que habían guardado, y mientras los banqueros no tengan dinero en sus arcas, no habrá préstamos ni transacciones que les dejen el 5, el 10 ni el 20 por ciento de utilidades.
Este desbarajuste capitalista tiene su origen en el creciente empobrecimiento de las masas trabajadoras que son arrojadas a la calle por la máquina que las va a substituir, multiplicando la producción a favor del Capital. Pero si la máquina le economiza mucho y en poco tiempo le llena al capitalista sus almacenes, resulta, sin embargo, que no hay compradores porque los trabajadores no han tenido con qué comprar, y los almacenes bien pueden permanecer repletos indefinidamente mientras esas mercancías no tengan comprador. Los obreros que han sido substituidos por la máquina han permanecido sin ocupación y sin dinero, y no teniendo dinero, es claro que nada podrán comprar ni nada podrán consumir. La miseria y las enfermedades aumentarán su desesperación y su desgracia hasta morir de hambre frente a los graneros y almacenes repletos de todo lo que los mismos trabajadores necesitan para vivir.
En The North Newspaper Alliance, periódico burgués, escribe Jaime Menéndez lo siguiente:
Nos encontramos viviendo en un mundo donde a la par que existe un exceso de producción jamás igualado, millones de seres humanos sufren hambre y miseria. En países como los Estados Unidos, en donde no se sabe qué hacer con el trigo y el algodón que permanecen almacenados en los depósitos de la Junta Federal Agrícola, hay no menos de la quinta parte de la población necesitada de pan y de vestido. Calcúlese que en el mundo hay existencias agrícolas y manufacturadas suficientes para abastecer una población doble de la actual, y en Europa, Asia, Africa, y América hay millones de seres sufriendo privaciones. Datos recientes indican que solamente en China existen doscientos millones de personas sin trabajo y sin pan. Inglaterra cuenta con millones de personas consumiendo sólo lo que les permite la mísera pitanza de unos cuantos peniques semanarios que reciben del gobierno como limosna; en los Estados Unidos se estudia la forma de llenar en el invierno próximo los estómagos de seis o siete millones de personas desocupadas, que representan de veinticinco a treinta millones de seres humanos, si se incluye a sus familiares y dependientes.
Con fecha 24 de agosto último, Benito Mussolini, el dictador de Italia, lanzó un grito de alarma frente al espectro aterrador de la miseria en el pueblo, ocasionada por la desocupación.
Solamente en los países industriales -dice Mussolini- hay veinte millones de hombres sin trabajo. Existen naciones que en la actualidad se encuentran en el último extremo del desastre, desastre que puede en cualquier momento destruir la organización de sus Estados y crear un pánico político y social en el mundo entero. Somos testigos de acontecimientos internacionales trágicos.
Y como vuelto del estupor ocasionado por horrible pesadilla, Mussolini sigue diciendo: La proposición Hoover nos da la oportunidad de un resurgimiento comercial este invierno, y si se lleva a efecto, estaremos en el buen camino de un regreso normal. La situación reclama un remedio enérgico, porque íbamos irremisiblemente a la catástrofe.
Sublimes revelaciones son éstas, porque son nuestros mismos verdugos los que nos anuncian que el fin de su reinado no está lejos, y que el fin del sistema capitalista es cuestión de poco tiempo.
Del periódico Paso, noviembre de 1931.
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