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LA ANTORCHA
(Semanario anarquista argentino)
1921 - 1932
PRESENTACIÓN
En el devenir histórico del movimiento anarquista a escala internacional, la región argentina ocupa, sin duda alguna, un puesto de considerable importancia.
Fue a mediados de la década de 1970 cuando, a raíz de la oportunidad de haber podido escuchar las opiniones de Diego Abad de Santillán, quien por aquellos tiempos estuvo en México escribiendo un libro sobre la Revolución mexicana, pudimos -mi ahora fallecida compañera Chantal y yo-, escuchar su tesis de que el movimiento anarquista argentino había tenido similar o más importancia aún que el propio movimiento anarquista en España. Esa opinión, expresada por una persona muy tendiente a considerar el anarquismo como una ideología genéticamente relacionada con lo español, puesto que Santillán era uno de tantos compas hispanos que pregonaban la idea de que el anarquismo iba estrechamente unido al carácter y a la esencia misma de lo español, generó un gran impacto tanto en mi compañera como en mi. Algo había de haber en el movimiento anarquista argentino para que Diego Abad se hubiese expresado como se expresó. Asi que, desde aquel entonces, Chantal y yo nos dimos a la tarea de indagar qué demonios se escondia tras lo dicho por Santillán.
Poco a poco fuimos atando cabos percatándonos de la enorme razón que asistía a Diego Abad en sus decires. En efecto, el anarquismo en Argentina llegó a alcanzar grados multitudinarios, esto es, llegó a constituir un movimiento que abarcó a enormes capas de la población, e incluso llegó a haber zonas en las que su predominancia fue cuasi absoluta. Sin embargo, resultaba un tanto curioso que todo esto se mantuviese, por lo menos durante aquella época de 1970, por completo olvidado. Parecía ser que a poquísimas personas les interesaba escudriñar sobre esa historia.
No obstante que la naciente generación de libertarios mexicanos o residentes en territorio mexicano, de mediados de la década de 1970, intelectualmente mamamos de lo que nos llegaba de Argentina. Me refiero a lo editado por las editoriales Americalee, Proyección, y Reconstruir, cuyas obras era posible encontrar en algunas librerias de la ciudad de Mexico, pareciamos no percatarnos de la trascendencia que en la historia del anarquismo tuvo la región argentina en cuanto punto de emisión de propaganda y de ideas enlatadas en libros, periódicos y revistas.
Pero, no podia ser de otra manera, ya que la inexistencia de una colonia de anarquistas argentinos en México, evitó que alguien nos condujera pacientemente, develándonos la, para nosotros, desconocida historia. Esa, y no otra fue la razón de nuestra lentitud para intentar asimilar, por nosotros mismos, sin la ayuda, guía o colaboración de otros, esa nebulosa historia del anarquismo argentino.
De entonces acá han pasado ya casi cuarenta años y los que en aquel entonces éramos jóvenes dinámicos y ansiosos de conocer y experimentar, somos ahora personas de la tercera edad, por decirlo de una manera elegante y en consonancia con los tiempos actuales, aunque lo correcto y sincero seria precisar que ahora somos los viejos, a quienes nos queda la posibilidad de trasmitir, de la manera que podamos, nuestras experiencias y descubrimientos a quienes puedan llegar a interesar. Y el trabajo que aquí realizo en la Hemeroteca Virtual Antorcha, ha de concebirse dentro de esa dinámica. La colocación de los archivos digitalizados del periódico anarquista argentino La Antorcha no tiene más objetivo que el poner al alcance del interesad@, el enorme acervo de información contenido en esta publicación.
Surgida en un momento de efervecencia libertaria, no sólo en Argentina sino en el mundo entero, generada por el desarrollo revolucionario ruso, La Antorcha, cuyo primer número aparecería el 25 de marzo de 1921, esto es, a inicios de la denominada era de los años felices, representará las opiniones y tendencias de un importante núcleo del anarquismo argentino que, rivalizando con otros grupos, hacíales varios reproches, entre los que destacaban tanto su proclividad hacia el centrismo dirigentista y, paralelo a ello, su labor obtruccionista de cara a otras alternativas o posibilidades en el interior mismo del movimiento anarquista. De más está el señalar que el agrupamiento a quien se destinaban tales reproches y críticas no era otro, en el campo de las publicaciones, que La Protesta, emblemática e histórica publicación anarquista argentina cuya existencia remontábase a principios del siglo XX.
El núcleo promotor de La Antorcha, arremetía con cierta dureza y, por qué no precisarlo, en algunos casos de manera bastante injustificada, contra La Protesta, acusándola de realizar una solapada labor dirigentista, al centralizar posibilidades y toma de decisiones fundamentales para el desarrollo del movimiento libertario argentino. Tal fue, pues, el discurso que dio razón a la existencia de La Antorcha.
A años luz de contar con las posibilidades con las que contaba La Protesta, los editores de La Antorcha lograron compensar sus evidentes carencias con la implementación de agresivas e impactantes campañas publicitarias que denotaban su chispa e inteligencia, además, y es muy impotante no perderlo de vista, su enorme entrega a la causa libertaria.
La creatividad mostrada, desde un inicio, por el núcleo editor de La Antorcha, paréceme algo indiscutible; al igual que su virulencia propagandística y militante. Personas que tenían muy claros sus objetivos y, también, que con precisión ubicaban los diques o piedritas del camino a las que había que pulverizar para abrir brecha. Una militancia fogueada en la acción, a la que no le temblaba la mano para decidir la vía de avance, y poco tendiente a perder el tiempo en disquisiciones filosóficas, configuraban el aguerrido núcleo editor.
Existe en la actualidad la errónea visión que pretende ligar el devenir de esta publicación concretamente con tres individuos: Rodolfo González Pacheco, Teodoro Antilli y Alberto Bianchi, a quienes llega a considerárseles el alma misma de La Antorcha. Sin negar la enorme importancia que tales personajes guardan en el desarrollo de este periódico, de ninguna manera, ni bajo ningún concepto, me es posible aceptar esa, en mi opinión, errónea tesis. Pacheco, Antilli y Bianchi no son sino tres individuos más de un núcleo que desarrollaba su potencialidad atendiendo a otros factores. La comprobable existencia de muchas personas, con nombres y apellidos, asi como de otras muchas anónimas, es evidente en el desarrollo de esta publicación. Y no podia ser de otra manera ya que, precisamente, una de las severas críticas que el núcleo editor de La Antorcha hacia a La Protesta era la de tener en sus puestos de dirección a personas que eternizábanse en ellos, sin procuparse en poner en práctica el constante relevo en los diferentes puestos y actividades, que debía, en su opinión, caracterizar la dinámica propia de lo libertario, de lo anarquista. Su tendencia al estancamiento y por ende al envejecimiento y al burocratismo, era un punto que constantemente los de La Antorcha le echaban en cara a los de La Protesta.
De que en La Antorcha se efectuaron varios cambios en cuanto a los administradores del periódico, eso fue evidente. De las fichas y consultas que realice al preparar la edición virtual de este vocero anarquista, pude constatar los siguientes cambios en su administración:
Del N° 1 hasta el N° 10, ejerce el cargo de administrador del semanario, Pedro Rebolledo, quien sería sustituído por Juan Ceriotti, mismo que duraría en el cargo hasta el N° 52, cuando sería relevado por Angel Petrarca, quien se mantendría como administrador de La Antorcha, hasta el N° 118. A continuación, sería sustituido por Pascual Chiarella, quien permaneceria hasta el N° 157, para ser sustituido por Alberto S. Bianchi, quien estaria al frente de la administración hasta el N° 183, siendo relevado por Rodolfo González Pacheco, quien fungiría en el cargo de administrador hasta el N° 212, para ser sustituido por Simplicio de la Fuente, mismo que se mantendría hasta el N° 237, cuando entraría como administrador Horacio Baradaco, manteniéndose en ese puesto hasta el N° 240, cuando es nombrado administrador de La Antorcha, Donato A. Rizzo, el que duraria hasta el N° 311, cuando lo sustituye Alberto S. Bianchi, quien, sorprendentemente repite en ese cargo, sin embargo tan sólo estará al frente hasta el N° 314 que representa la finalización del proceso de edición de La Antorcha. Desgraciadamente me fue imposible ubicar algún dato o referencia que indicara el por qué de esa repetición, en un cargo que durante más de once años fue de relevo constante, sin que se hubiese presentado el fenómeno de la repetición. Alguna causa de considerable peso ha de haber existido para que esto se produjera.
También, en lo referente al domicilio de la publicación, logré entresacar de lo expresado en diferentes números, seis domicilios que sirvieron de oficinas de La Antorcha. Sarmiento 3239; Alsina 3223; Tacuari 653; Estados Unidos 3545; Rioja 1689; y, Venezuela 4146.
En cuanto a colaboradores regulares de la publicación, la lista es muy grande, pero podemos recordar los nombres de Rodolfo González Pacheco; Teodoro Antilli, quien, por cierto, fallece a mediados de 1923, sin embargo y por la gran estimación que parece ser le guardaban los miembros del grupo aglutinado en La Antorcha, sus escritos continuaron publicándose a través de muchos de los números posteriores a su muerte. Igual atención debemos de tener sobre Mario Anderson Pacheco; Severiano Domínguez; Simplicio de la Fuente; Helios; Jacobo Corro; Alberto S. Bianchi; María Alvarez; Anatol Gorelik; Vilkens; Fernando del Intento; Gastón Leval; George King; Horacio Badaraco; Eugenio Almada; Jacobo Prince; Emilio Meza; E. Bazal; Angel Petrarca, Luis Bertoni, Luiggi Fabri; E. Armand; Victor Yañez; Francisco Martínez; E. Roqué; José Tato Lorenzo; Jorge Galart; E. Hernández; Severine; Antonio Pérez; Miguel A. González; Antonio Lizárraga; Valentín de Rol; Tomás Soria; Manco Kapac; Crotto Pérez y muchos más. Todos con nombre y apellido, porque, además, encontrábanse los que de manera anónima también ponían su granito de arena en la construcción de este medio informativo.
La labor realizada por el núcleo editor de La Antorcha abarco muchas facetas.
Sus tenaces campañas en pro de las liberaciones de Sacco y Vanzetti; Ricardo Flores Magón y Librado Rivera; Ascaso, Durruti y Jover; y, Radowitzky, fueron sorprendentes muestras de solidaridad. En estas campañas, además de la constante difusión de la problemática que enfrentaban los defendidos, iniciábase, de manera paralela, una campaña de recopilación de fondos buscando atenuar las precarias situaciones tanto de las víctimas al igual que de sus parientes o seres queridos cercanos. Por ejemplo, en el caso de la campaña emprendida por La Antorcha en favor de la liberación de Ricardo Flores Magón y Librado Rivera, quienes encontrábanse prisioneros en Leavenworth, Kansas, E.U., abriose, igualmente, una campaña de recolección de fondos para completar pago de fianza y gastos de defensa jurídica. Pues bien, a raíz de la muerte de Ricardo Flores Magón en el interior de la prisión, La Antorcha, explica puntualmente el destino de los fondos hasta aquel momento recabados, precisando su origen.
En el plano cultural, la labor realizada por este núcleo anarquista fue realmente esplendorosa, puesto que la misma se expresó tanto en el montaje, difusión y realización de obras teatrales -principalmente las escritas por Rodolfo González Pacheco-; en veladas artísticas literarias donde se realizaban recitales poéticos, conferencias y charlas-debate sobre temas artísticos del momento, e incluso llegaron a realizar cíclos de proyecciones cinematográficas -en aquella época de la segunda década del siglo XX-, a las cuales agregábase la particularidad de la charla-debate de la película exhibida. Esto, que en los tiempos actuales no representaria mayor problemática, debemos situarlo en la década de 1920, cuando no ha de haber sido fácil el hacerse de un proyector de películas, ni tampoco lograr el alquiler de un recinto acondicionado.
En el terreno propio de la propaganda y la agitación, el núcleo de La Antorcha, también realizaba una labor muy destacada, ya que a los mítines y manifestaciones, unía las, para ellos imprescindibles, charlas-debate. Incluso llegaron a aventarse la puntada de organizar una charla-debate contra enemigos políticos, alquilando un teatro e invitando a la gente interesada a asistir para que pudiese cotejar las diferentes opiniones sobre puntos específicos. Es más, su ansiedad por debatir todo, llevoles a organizar una charla-debate contra todos los que estuviesen en contra de lo que ellos planteaban, precisando que en tal dia y a tal hora, fulano, zutano y mengano, miembros del nucleo editor de La Antorcha, iban a estar presentes para debatir con todo aquel que quisiese presentarse, sobre el tema que se propusiese.
Otra labor, cuyo desarrollo fue muy interesante, lo constituyó la organización de pic-nics, en cuanto recurso para allegarse fondos. Incluso llegaron a organizar un crucero anarquista, fletando una embarcación. Esa actividad, prodújoles un soprendente acopio de recursos, ya que a tal crucero llegaron a inscribirse quinientas veinte personas, con donación realizada, o, si se prefiere, con boleto comprado.
Las giras de propaganda fue otra de las actividades constantes realizadas por este núcleo. La finalidad, por supuesto, centrábase en ampliar la difusión y, por ende, el radio de acción de La Antorcha. Dentro de estas giras propagandísticas, adquirirían particular relevancia la realizada en Chile que generó persecuciones y muchos contratiempos al conferenciante que encabezó aquella gira, esto es, a Rodolfo Gonzalez Pacheco; igual acontecería con la realizada durante la misma época, pero teniendo como destino el Norte de Argentina, por Alberto Bianchi, y la que Severiano Domínguez encabezó en la Pampa.
Fue precisamente por esa constante y tenaz labor de giras propagandísticas que La Antorcha, llegó a sentar sus reales en muchas zonas territoriales de Argentina, puesto que por lo general una de las labores paralelas a la gira, era la creación de comités o agrupamientos afines, esto es, pequeños grupos locales ligados regionalmente entre si y de manera, digamos nacional, con el núcleo de La Antorcha radicado en Buenos Aires.
En cuanto a las secciones del periódico, destacan, en mi opinión, las denominadas Notas, Notas administrativas y el Pequeño Correo de La Antorcha. La primera porque contiene un auténtico tesoro de información de las actividades anarquistas, tanto en Argentina como en otras regiones del mundo; la segunda porque constituye un importante referente en cuanto a la situación financiera de la publicación; y, la tercera, porque plasma el sentido humano de las personas relacionadas con este nucleo anarquista.
Ciertamente, la sección de Notas administrativas es, quizá, una manera puntual de poder realizar un acercamiento a La Antorcha, ya que por su conducto nos es posible profundizar en su problemática financiera y, sobre todo, en cómo buscaba superarla.
Uno de los principales problemas que hubo de enfrentar La Antorcha durante todo su desarrollo, se centró en la diversidad de actividades que desarrolló. En efecto, La Antorcha lejos, muy lejos estuvo de ser única y exclusivamente el proyecto de edición de un periódico, sino que sus actos y objetivos en mucho, pero en mucho rebasaron eso. De hecho, el pluriactivismo de este núcleo anarquista conllevole a contaminar, por decirlo de alguna manera, su desarrollo normal en cuanto publicación semanal. Con esta afirmación me refiero a que si bien llegó a tener una considerable fuente de ingresos, producto de ventas, suscripciones, donaciones y captación de recursos mediante actividades paralelas como lo fueron rifas, venta de libros y actividades culturales y recreativas, de la misma manera tenía un elevado nivel de gastos no relacionados cien por ciento con la publicación en sí, sino que se realizaban para mantener el conjunto de actividades propiamente políticas del núcleo, llamémosle, antorchista, lo que, por supuesto, en más de una ocasión desequilibraba gravemente las finanzas de la publicación, orillándola a tener que convivir con un constante y, a veces, angustiante deficit, mismo que en vez de reducirse tendía, por lógica, a incrementarse conforme las actividades del nucleo se agrandaban.
Los balances económicos reproducidos, con cierta continuidad, en las páginas del semanario, se convierten en una valiosísima fuente de información al respecto.
Centrándonos ahora, exclusivamente, en la labor política que el núcleo de La Antorcha desarrollaba al interior mismo del movimiento anarquista argentino, nos percataremos del enorme desgaste que sus actividades generaban para el mismo, debido al continuo forcejeo de lucha política interanarquista.
Las diferencias con los núcleos o agrupaciones divergentes, llegaron a ser de tal magnitud que incluso provocaron choques violentos, y en algunos casos hasta sangrientos. Ejemplo de esto último lo tenemos en la agresión perpetrada en contra de las oficinas de un vocero muy cercano al núcleo de La Antorcha, esto es, al periódico Pampa libre, el cual fue agredido por núcleos anarquistas opuestos y de cuya agresión resulto muerto un militante de la Federación Obrera Regional Argentina, cercano colaborador del periódico La Protesta.
Abordar los pormenores de este triste episodio no son objeto de esta presentación, por lo que quien esté interesado en ello, puede enterarse de todo este asunto consultando los números de La Antorcha aquí incluidos.
Esos tristes y, al parecer, inevitables enfrentamientos, constituyeron el pan de todos los días en el devenir histórico de La Antorcha. La constante polémica entre corrientes anarquistas, con frecuencia llegaba a rispideces de agresividad bastante pronunciada.
Hay quienes ven en esto una notoria pugna por el poder, y habemos quienes lo vemos como una lógica consecuencia del desarrollo de un movimiento multitudinario en el que se agitan pasiones, opiniones, objetivos y tendencias divergentes que, por lógica social, tienden, de vez en vez, a producir choques de más o menos consideración.
Esto, que es algo completamente natural en el desarrollo de amplios movimientos sociales, y que de ello no hay que alarmarse, ni buscarle, como se dice comunmente, tres pies al gato, adquiere caracteres de tragedia bajo otras ópticas.
No se trata, pues, de sacar conclusiones precipitadas, ni mucho menos de jalar agua al propio molino, tendencia seguida, en mi opinión, por quienes, santigúandose, ven tales enfrentamientos como el sumum del pecado, cuando no buscando en ello la justificación de ciertas actitudes ideológico-políticas. ¡Es la lucha por el poder!, gritan, rasgándose las vestiduras y, autoflagelándose, buscan, mediante absurdas penitencias ideológicas, exorcisar los presentes demonios del autoritarismo; mientras otros, más cínicos aún, se empeñan, con disimuladas sonrisas, en buscar demostrar, a propios y extraños, mediante esas pugnas, la validez de sus principios autoritarios, señalando la inevitabilidad de lo que ellos denominan la lucha por el poder.
En realidad, y vuelvo a repetirlo, estas, llamémoslas actitudes discordantes, vienen a ser consubstanciales en el desarrollo de cualquier movimiento de carácter político-social, sea cual sea la bandera ideológica que le guíe, y no debemos extrañarnos de ello, sino aceptarlo como lo que es: una manifestación acorde a la dinámica social de determinados agrupamientos humanos.
Pues bien, La Antorcha, o mejor dicho, el núcleo que la editaba, estuvo constantemente bajo la terrible presión que tales conflictos generan, lo que, por supuesto, traía consecuencias a su basamento de finanzas, ya que en no pocas ocasiones fue objeto de boicots abiertos u ocultos por parte de sus oponentes. Y hablar de boicots en aquella época no era asunto de poca monta, ya que cuando alguna organización declaraba un boicot a alguna publicación en especial, este, por lo general, era cabalmente cumplido por sus miembros y simpatizantes, ocasionando severos daños. Y contra La Antorcha, en más de una ocasión produjéronse llamados de boicot en su contra entre las organizaciones obreras y gremiales inmersas, sí, en los medios anarquistas, pero no afines a la causa ideológica del, permítaseme así llamarlo, anarquismo antorchista.
En cuanto a la postura de este vocero en relación con la tendencia proclive a la violencia en el seno del anarquismo, cabe precisar que, efectivamente, si nos atenemos, por ejemplo, a la constante y repetitiva reivindicación de personajes como Kurt Wilckens o Simón Radowitzky, resultará claro que el nucleo conformante de La Antorcha, claramente reivindicaba el uso de medidas extremas, ya que no es posible pasar por alto el hecho de que tanto Wilckens como Radowitzky participaron en atentados, por lo que la reivindicación de sus personas conlleva, en sí, a una justificación o, si se prefiere, a cierta tolerancia, de sus acciones.
Obviamente no todas las corrientes libertarias argentinas de aquella época comulgaban con tales posturas, y como ejemplo de ello podemos destacar la actitud de Emilio López Arango y su círculo de seguidores, todos ellos pertenecientes al nucleo editor de La Protesta, quienes no sólo no compartían el entusiasmo de La Antorcha por las acciones realizadas por Wilckens y Radowitsky, sino que de plano las combatían, considerándolas negativas para el desarrollo del movimiento libertario.
El acercamiento del nucleo editor de La Antorcha para con las acciones violentas llegó al extremo de llegar a manifestar cierto entendimiento con el grupo encabezado por Severino Di Giovanni, grupo que se caracterizaba por su abierta proclividad en pro de acciones violentas.
El acercamiento a que hago referencia queda plasmado al haberse permitido en La Antorcha la publicación de un artículo de Di Giovanni, lo que no cualquier publicación libertaria argentina hubiese tolerado, máxime si tenemos en cuenta que las corrientes del anarquismo argentino contrarias a las acciones del grupo de Di Giovanni, no dudaban en etiquetar a dicho grupo como de anarco-bandidos.
Además, no se debe pasar por alto la polémica que en el seno del movimiento libertario argentino acarreó el asesinato de Emilio López Arango, y la postura que La Antorcha esgrimió al respecto.
Finalmente, las problemáticas que cotidianamente enfrentaba el núcleo editor de La Antorcha, tendieron a acrecentarse de manera excesiva, y asi, la famosa década de los años felices abruptamente terminaría por efecto del crack bursatil de octubre de 1929 que hundió al mundo entero en lo que se conoce como la gran depresión; y de manera casi paralela, ocurriría el golpe de Estado fascistoide de septiembre de 1930 encabezado por el general José Félix Uriburu para derrocar al gobierno de Hipólito Yrigoyen. Esto, aunado a la desaparición física de una generación de libertarios que no encontraria relevos que la suplieran, conllevaría, por lógica, a un panorama desolador en el que resultaba prácticamente imposible la continuación de este vocero. Y así, el 9 de diciembre de 1932, aparecería el último número de La Antorcha. Curiósamente, en el mismo, dábase la noticia del fallecimiento de Errico Malatesta, importantísimo teórico libertario italiano estrechamente relacionado con el desarrollo del movimiento anarquista en la Argentina. También, en ese número, el núcleo editor había determinado substancial cambio en la cabeza de la publicación, otorgándole un loock mucho más atractivo y modernizante.
En sus doce años de duración, La Antorcha, constituyó un claro referente de la acción libertaria argentina, dejándonos un importantísimo legado de historia y de experiencias sin número. A través de sus páginas es posible encontrar auténticos tesoros documentales e importantísimas referencias del acontecer libertario internacional. Polémicas, reportajes, noticias, artículos de fondo, etc., etc., están al alcance del interesado en las páginas de este importantísimo vocero libertario. Las referencias a México, por ejemplo, son constantes, al igual que la publicación de artículos y cartas de libertarios mexicanos como Ricardo Flores Magón, Práxedis G. Guerrero y Librado Rivera, o de personas que colaboraron estrechamente con ellos como fue el caso de William C. Owen, de quien, por cierto, se publica la noticia de su fallecimiento. También es posible encontrar rastros de lo que pudiése denominarse como los inicios del anarquismo postmagonista, en esta publicación.
Es de esperar que todo aquel interesado en el desarrollo de los movimientos libertarios tanto en latinoamérica como en el mundo, logre extraer de la presente edición virtual, todo el provecho posible.
México, julio de 2014
Omar Cortés
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