Si bien durante el año de 1922, el recién creado Suplemento del diario La Protesta, centró su razón de ser en su agresiva crítica al bolchevismo ruso, para 1923, amplia sus perspectivas y, sin dejar de lado la crítica del bolchevismo, aborda con mucha más intensidad la dinámica del anarquismo internacional, conformando un núcleo de colaboradores de primer nivel que, además de realzar a la publicación, otórganle una fuerza considerable para liderear en lo que denomino grilla libertaria, esto es, la lucha interna del anarquismo mundial para tomar batutas y dirigir luchas. Porque dígase lo que se diga, el anarquismo jamás fue ajeno a los forcejeos por liderear y dirigir, y el Suplemento de La Protesta se conforma en un claro ejemplo de ello.
Otro importantísimo tema que con gran tino se desarrollaría a través de este Suplemento, lo seria una excelente visión del arte. Pintura, escultura, música y literatura fueron magistralmente expuestas a través de la sección Página de Arte, lo que le otorgó un evidente plus a este Suplemento.
En el número 51, correspondiente al 8 de enero de 1923, los editores, al comentar sobre su primer año de vida, puntualizaban:
Con el presente número cumple un año de vida nuestro Suplemento semanal. Lo que al principio fue un ensayo, se convirtió en un órgano de publicidad tan necesario como el mismo diario y con una esfera de acción propia en la propaganda ideológica. La Protesta realiza así, en su ampliación semanal, todos los lunes, la obra de difusión doctrinaria y de crítica que no es posible hacer en forma amplia y metódica en las columnas de la prensa diaria, obligada a reflejar hechos del momento y a seguir los acontecimientos que se suceden en el transcurso de cada 24 horas.
Es muy importante tomar en cuenta que los objetivos buscados por sus editores mediante la publicación de el Suplemento, diferían de los propios del órgano cotidiano, del periódico que aparecía diariamente enfocado a divulgar los acontecimientos de política social, principalmente argentinos. El grupo editor buscaba otorgar al Suplemento el carácter de instrumento teórico al servicio del conglomerado propiamente anarquista, no sólo de la Argentina sino del mundo de habla hispana.
Y asi, especificaban:
Se puede decir que el Suplemento, con ser parte integrante del diario, tiene su carácter propio, una especialización que lo distingue y le dá un valor indiscutible como resumen semanal de las más importantes actividades de nuestro movimiento revolucionario. Además, hemos procurado, por todos los medios, hacer del semanario una alta tribuna de cultura, consiguiendo al efecto la colaboración de los más destacados teóricos del anarquismo y reflejando aquellas cuestiones que más de cerca atañen a la propaganda anarquista, no sólo de la Argentina, sino también de todos los países en que nuestras ideas adquirieron alguna significación.
Y, en efecto, la publicación de un conjunto de escritos tanto teóricos como históricos relacionados con el quehacer anarquista mundial, constituyó un hecho que sin lugar a dudas otorgó un particular atractivo a esta publicación, en la que el trabajo de traducción de importantes ensayos publicados en diversos periódicos y revistas de varios lados del mundo, fue sin duda, determinante.
Así, teniendo como base la universalidad de su contenido, apalancada por los ensayos y escritos de los conformantes del grupo editor, la publicación de el Suplemento, no tardó en alcanzar notoriedad a escala internacional, lo que con toda justeza enorgullecería a sus editores, quienes escribirían:
El esfuerzo que significó para nosotros sacar los primeros números del semanario, fue plenamente recompensado por la acogida que hoy tiene en los círculos libertarios de América y de Europa. La Protesta logró romper el círculo de sus lectores diarios, abriéndose camino en el exterior como un órgano de doctrina y de crítica pocas veces superado por otras publicaciones del mismo carácter. Y esto, por sí sólo, es una garantía para nosotros, anónimos y modestos contribuidores a esa obra de cultura y emancipación emprendida desde hace medio siglo por los preclaros teóricos del anarquismo.
Nos complace señalar que hace un año que sale a la luz, sin interrupción, el Suplemento Semanal de La Protesta. Porque nada dice mejor de su importancia que los 51 números publicados desde que respondiendo a indiscutibles necesidades para la propaganda ideológica y la crítica doctrinaria surgió entre nosotros la iniciativa de complementar con un semanario la labor que realiza el diario en la continua brega contra las instituciones dominantes.
El lunes 30 de abril del mismo año de 1923, publicábase en el Suplemento correspondiente al número 67, un artículo titulado, Progresos de La Protesta. El Suplemento Semanal, en el que se puntualizaba:
Justamente el periodo en que el viejo paladín anarquista tuvo que hacer frente a más obstáculos -la reacción policial por una parte y la claudicación dictatorial de los elementos intelectuales más conocidos en nuestra propaganda regional, por otra- señala una época de notables y evidentes progresos. En estos últimos dos años La Protesta amplió su radio de acción considerablemente; ha puesto la piedra angular de un aparato de propaganda anárquica en la Argentina de que disponen pocos países en esta hora. Si cada cual cumpliese en el campo de sus actividades lo que La Protesta cumple en el terreno de la propaganda, podríamos tener derecho al más cálido optimismo. En efecto, comencemos por mencionar uno de los progresos innegables; el Suplemento Semanal. Nació en un instante de prueba; el diario debía dedicarse con especialidad a los problemas del día, a la lucha cotidiana, y esta excluía de sus columnas, o no dejaba el espacio suficiente, a los problemas de la doctrina y de la cultura revolucionarias. El Suplemento llenó una laguna en la labor de La Protesta. En el año y medio que tiene de vida logró imponerse en los círculos anárquicos de América y de Europa, como una de las publicaciones selectas y meritorias; las mejores plumas del anarquismo han venido valorizando desde el comienzo sus páginas; por su intermedio los camaradas de la región han estado al corriente de las palpitaciones de nuestro movimiento teórico internacional; el Suplemento es una publicación que tiene sus modalidades y sus características propias, y hoy que pueden ser apreciados en sus albores, los frutos de su siembra ideológica, no sabríamos abandonarlo; es indispensable a la propaganda anarquista, lo mismo que lo es el diario. Y la mejor demostración de esto la tenemos en el interés con que es solicitado y leído en el ambiente revolucionario. Además el Suplemento comienza a transpasar los límites de nuestro propio movimiento y a invadir un público de lectores cada vez más amplio, lo que, a no dudarlo, redundará en beneficio de nuestros ideales.
Razones de sobra ha de haber tenido el equipo editorial para sentirse tan satisfecho y autovanagloriarse. Nada extraño debió haber sido el que el Suplemeto Semanal de La Protesta rebasara el interés de los simpatizantes y militantes del anarquismo argentino, acaparando la atención de un conglomerado de lectores, si bien no ajenos del todo al sentir libertario, sí plenamente independientes del movimiento anarquista. Y preciso que nada de extraño ha de haber tenido, puesto que mucho de su contenido, particularmente, y vuelvo a mencionarlo, los escritos relativos al arte e incluso a la ciencia, eran capaces de llamar la atención de lectores no precisamente anarquistas, y es que el trabajo de divulgación realizado mediante la sección Página de Arte fue realmente maravilloso, puesto que los principales pintores, escultores, músicos y literatos eran abordados de manera sumamente atractiva.
Otro objetivo que el grupo editor de La Protesta diario y del Suplemento Semanal, se habían trazado, lo era la conformación de una editorial. Al respecto, en el mismo artículo, señalaban:
Otro segundo progreso de La Protesta en el curso de este año es la formalización de un plan editorial vastísimo, del cual hasta ahora no pudo ser realizado sino un fragmento insignificante, por el que no se podrá apreciar justamente nuestro pensamiento en esta dirección. El Suplemento necesitó sólo un año para arraigarse en la vida y adquirir la consistencia y la vitalidad necesarias para mantenerse a la altura de su misión. La laguna editorial de nuestra propaganda, que nos hemos propuesto llenar a toda costa, necesitará un periodo más largo antes de quedar colmada. Tenemos la pretensión de convertir a Buenos Aires en el centro editor de la literatura anarquista de habla española; queremos conquistar por medio del libro y del folleto el espíritu de los trabajadores de América; las publicaciones de nuestra editorial irán poco a poco penetrando en las masas proletarias de habla española, como mensajeros de la anarquía. En este sentido no tememos que los grandes obstáculos que se nos han de presentar sean insuperables. El año escaso de experiencia editorial que tenemos, nos autoriza a preveer que los esfuerzos que empleemos en la difusión de las obras nuevas o de los libros desconocidos de la bibliografía anarquista, serán recompensados tarde o temprano con frutos indestructibles. Si La Protesta es un órgano de combate y el Suplemento una tribuna de doctrina, la Editorial es un instrumento insustituible para la elevación moral e intelectual de los trabajadores revolucionarios.
Resulta, pues, bastante claro el papel que a cada herramienta de difusión otorgaba el equipo conformante de La Protesta. Ahora bien, tan incesante como explosiva labor implicaba el enfrentar y resolver particulares problemáticas inherentes a las labores realizadas.
A este respecto, el grupo editor, de manera breve, pero bastante clara, señalaba:
A medida que eran ampliadas las facetas de la propaganda de este diario, que más que un simple diario, es una institución regional de los anarquistas destinada a llenar una misión esencial en la vida revolucionaria, surgían apremiantes las dificultades materiales de los instrumentos imperfectos. Fue necesario reponer la máquinas, renovar tipos, enriquecer en general los talleres que debían ser la base firme de los proyectados desenvolvimientos. Y esto se hizo en el periódo álgido de la lucha contra La Protesta, en la época más furiosa del odio de los renegados, cuando en medio de una desorientación general, hemos quedado casi solos aferrados al pendón de nuestra intransigéncia. Consideramos esto como un doble triunfo: un triunfo material que facilita el desarrollo de la propaganda y un triunfo moral por lo que hemos contribuído a mantener en alto los principios del anarquismo. El mejoramiento de los talleres no ha terminado; aún queda mucho por hacer en cada rama de la actividad en que estamos empeñados. Pero los progresos son innegables. Y esos progresos revelan dos cosas indiscutibles: que cumplimos, en la medida de nuestras fuerzas, con nuestro deber y que los anarquistas de la región Argentina siguen estando en íntima solidaridad con su viejo vocero.
De más está el precisar que al mencionar la época del odio de los renegados, el grupo editor se está refiriendo a las consecuencias que en el plano internacional trajo para con el anarquismo el momentáneo triunfo bolchevique en Rusia, lo que llevó a muchos anarquistas y simpatizantes a convertirse al credo vencedor y, paralelamente, a abominar de sus antiguas ideas, generándose un tira y afloja entre los elementos propicios a tirar por la borda todo el bagaje propiamente libertario y abrazar las triunfantes concepciones autoritarias, y quienes, negándose a ello, dieron una desesperada, pero íntegra, lucha sin cuartel en contra de las desviaciones autoritarias. Momentos sumamente difíciles han de haber sido aquellos para quienes anhelaban y tenazmente luchaban en pro de un mundo pletórico de libertad, el tener que enfrentar a antiguos camaradas quienes habíanse pasado al bando contrario.
Con todo, el Suplemento de La Protesta, realizó un excelente trabajo de difusión. Artículos como el de Pedro Kropotkin recordando al internacionalista James Guillaume, las máximas y pensamientos de Tolstoi, el referente al movimiento anarquista en Austria de Appenzeller, los pensamientos y cuentos de Mirbeau, las colaboraciones de Pierre Ramus, Max Nettlau, Sebastian Faure, Vigné d´Oton, Volin, Luigi Fabbri, Armand, Alejandro Berkman, Bernard Shaw, Armando Borghi, Han Ryner, Rudolf Rocker, Shapiro, Agustín Souchy, Paul Guille, Rafael Barret, Guyau, Anatole France, Hugo Trene, Arnold Roller, Errico Malatesta, Cohn, William Holmes, Archinof, y tantos, tantos más cuyos nombres se me escapan. Y junto a estas colaboraciones internacionales, los escritos de Enrique Nido, Abad de Santillán, López Arango, Alvaro Yunque, por tan sólo mencionar algunos, otorgaban al Suplemento una dimensión particular que, por supuesto, colocábanlo entre las principales publicaciones libertarias del mundo de habla hispana. La labor de divulgación realizada por medio de esta publicación, fue enorme y de gran trascendencia.
En lo referente a nuestro México lindo, existe, en el N° 51, correspondiente al 8 de enero de 1923, un interesante artículo titulado: La lucha por el petróleo - El capitalismo organiza la nueva conspiración, en el que se dice:
Desde la firma del Tratado de Versalles, se han ido sucediendo toda suerte de conferencias para el arreglo del mundo. Los expertos en cuestiones políticas y militares, los técnicos en economía y finanzas, hombres de ley y hombres de negocios, se reunieron en diferentes ciudades de Europa y Estados Unidos con el declarado propósito de restablecer las condiciones anteriores a la guerra. Pero, ni las reuniones para la limitación de los armamentos impidieron la continuación de la política de la paz armada, ni las discusiones políticas y comerciales aliviaron la situación de los pueblos empobrecidos por la última sangría y esquilmados por los que aumentaron su poder económico a costa del hambre, la miseria y la desolación que imperan en Europa.
En la Conferencia de Lausana, convocada por los aliados para arreglar la cuestión del vecino Oriente, se puso claramente en evidencia esa lucha mantenida por los diversos bandos capitalistas a fin de conquistar los yacimientos petrolíferos de Turquía. El petróleo turco inspira la política intransigente de Inglaterra, la calculada tolerancia de Francia y la interesada espectativa de los Estados Unidos. A costa de los turcos, simulando protegerles en sus reivindicaciones nacionalistas, el capitalismo afila sus uñas y extiende sus tentáculos en las regiones que guardan en rico mineral cuantiosas riquezas.
El embajador norteamericano Mr. Child, enviado a Lausana por los plutócratas yanquis en carácter de observador, salvó la situación crítica en que se encontraba la Conferencia, al plantearse el asunto de las capitulaciones y la protección de las minorías turcas. Los delegados kemalistas defendían el concepto de la soberanía nacional y negaban a los aliados el derecho a establecer tribunales propios, fuera de la jurisdicción de la justicia turca, en los lugares donde existieran minorías cristianas o intereses extranjeros. Y el representante de los petroleros de Wall Street, terciando en el asunto, dijo al respecto, lo siguiente:
Los Estados Unidos tienen una posición independiente fundada, primero, en la santidad de las obligaciones. Nos encontramos entre las naciones cuyos derechos a las capitulaciones Turquía no puede ignorar, excepto repudiando su propia firma. No creemos que Turquía quiera seguir el ejemplo de naciones que fundan su independencia en el simple repudio de su obligación internacional. Segundo, en un principio fundamental de equidad por el cual los Estados Unidos, que invirtieron el trabajo personal como también fortunas materiales en Turquía, esperan que el gobierno turco no les niegue la protección por cuanto las inversiones hechas no pueden ser retiradas sin cometerse una verdadera injusticia.
Con respecto de los clamores de Turquía por su soberanía, los Estados Unidos simpatizan mucho con esa idea, pero no pueden dejar de recordar que la soberanía crea solemnes obligaciones; y en materia de vigilar esos derechos y obligaciones, siempre hemos estado dispuestos a colaborar con los otros gobiernos, tal como lo hacemos actualmente aquí, haciendo un tratado de paz. Creemos que solamente esas soberanías progresistas que tienen confianza en ellas mismas y están siempre listas para colaborar en fines prácticos, son las verdaderas.
El fondo de ese ampuloso discurso se apoya en este único hecho: las aspiraciones del capitalismo yanqui a sacar una buena tajada en el reparto del petróleo turco.
Pero no solamente es en Lausana donde los petroleros desarrollan sus bajas maniobras y conspiran contra la paz de los pueblos. La lucha por el petróleo se manifiesta en todas las regiones del globo en que abunda el rico material. Y México es quizás uno de los países en que el petróleo ejerce mayor influencia en su vida interna y en las relaciones internacionales que mantiene, tanto con su codicioso vecino -los Estados Unidos- como con los Estados capitalistas y monopolistas de Europa.
Hace unos días informaba un telegrama de la ciudad de México, que los capitalistas británicos, franceses, belgas e italianos se aseguraron uno de los contratos mayores de petróleo de los hechos por el gobierno mexicano. Según dicha información, el coronel J. L. O´Connor, del ejército británico en Mesopotamia, firmó un contrato por el que obtiene derechos de exclusividad para la perforación y explotación del petróleo en todas las zonas federales, de propiedad del gobierno de México, y en todos los ríos y lagunas.
El gobierno mexicano tiene opción para recibir el cuarenta por ciento de la producción bruta de petróleo y no cobrará ni tarifas ni impuestos.
Esta adquisición de la corporación petrolífera, fue hecha después de haber conseguido hace varios meses reunir el capital extranjero necesario. La llamada Corporación Americana de Petróleo Extranjero tiene como subsidiarias a las compañías Productos Públicos y El Sol.
La corporación tiene derecho a disponer de todas las tierras del Estado que le sean necesarias, además del derecho de construir una gran cañería de Pánuco a Tampico.
Y agregaba que esta era una de las primeras tentativas de Francia y Bélgica para independizarse en lo posible de la situación en que se encuentran con respecto del petróleo, de su dependencia de Inglaterra y los Estados Unidos.
El coronel O´Connor, representante de ese grupo de capitalistas británicos, franceses, belgas e italianos, para explicar el por qué de esa enorme concesión dijo que creía que había llegado el momento psicológico para invertir dinero en México. Y, como el momento psicológico fue bien aprovechado por ese grupo de petroleros, anuncian que no usarán para nada el capital norteamericano en la explotación de las concesiones hechas por el gobierno de México.
La reproducción casi completa del artículo, pienso que resulta muy necesaria sobre todo en los momentos actuales que vivímos en México, con todo y el famoso Mexican moment, el que parece ser que en el pasado se entendía como el momento psicológico.
También vale la pena la mención del interesantísimo artículo, publicado en el N° 57 del 19 de febrero de 1923, titulado La decoración del libro, en el que de manera puntual se dice:
Es una opinión admitida en todos los tiempos, que un texto, manuscrito o impreso, gana al ser decorado. Los miniaturistas e iluministas de la Edad Media y del Renacimiento, han dejado páginas historiadas cuya vista es, tanto para el ojo como para el espíritu, un raro placer. Esas páginas tienen, en la hora actual, el valor de una bella enseñanza.
El mismo deseo de alegrar sus obras obsesiona a los primeros tipógrafos, aunque con los caracteres de imprenta solamente, de un dibujo, casi enseguida excelente, compusieron libros de una ejecución tan perfecta, con los negros y blancos bien repartidos, que a nosotros nos asombra que ellos pretendieran todavía más. Sin embargo aumentaron pronto el interés de sus impresiones agregándoles letras adornadas y figuras relacionadas, más o menos estrechamente, con el espíritu del texto. La ilustración pura ha suplantado después esa gentil ornamentación. Hasta se conquistó tal lugar que, desde hace años, la expresión bello libro implica generalmente la presencia de numerosas imágenes.
(...)
... ¿qué es lo que se necesita para hacer un buen libro?
Un editor ilustrado y artista que coordine el esfuerzo de todos sus colaboradores, como el director de orquesta acorda cobres y violines; un fundidor de caracteres que provea tipos de acuerdo con el espíritu de la obra; un impresor experto; y sobre todo artistas -dibujantes, grabadores- bien compenetrados de su rol y capaces de colaborar íntimamente para el mayor éxito del volúmen en preparación.
El rol de creador de imágenes no es mediocre: Debe ante todo traducir plásticamente la idea de un escritor, sin traiciones y sin vulgaridad. Es una lucha entre él y el autor; pero mientras el autor ha podido elegir su asunto, él está obligado a supeditarse al asunto que se le impone.
Tiene también que prever el efecto de sus dibujos en la compaginación.
En cuanto al grabador, es preciso que haga librescas sus ilustraciones, es decir, que armonice las líneas y colores con la impresión. Los medios son el grabado en madera -muy tipográfico- o el grabado en cobre -buril o aguafuerte, de apariencia más preciosa.
(...)
El libro se industrializó y se hizo vulgar y ramplón. Pero la industria hizo renacer el grabado en madera y, con el renacimiento del grabado en madera comenzaron también las tentativas de ilustrar artísticamente los libros, en ediciones de lujo y, naturalmente, de poco tiraje, cuya influencia no ha trascendido.
(...)
En resumen, el libro, como toda obra de arte, debe ser un total armónico. Sus componentes: texto, tipo, ilustraciones, papel, deben supeditarse al efecto de conjunto, determinando, en este caso, también, por el elemento primordial, el texto. Además, todo debe obedecer a las necesidades del medio de impresión: la tipografía. Es decir: decorado únicamente con medios tipográficos.
El arte así comprendido no cuesta dinero, es cuestión de conocimiento, de buen gusto en el editor. Una buena composición tipográfica en una tapa, es decir, letras y espacios distribuidos, claridad, sencillez, valen más, pero infinitamente más que los alimbicados mamarrachos que estamos hartos de ver en las carátulas de libros y folletos. Y lo mismo dígase de las páginas del texto, generalmente atiborradas de letras, sin márgenes adecuados ni espacios suficientes.
Economía, dicen. Economía de centavos que hacen desagradables un libro y su lectura.
Ya en el terreno propio de lo que me atrevo a llamar política anarquista, el suplemento semanal de La Protesta, deviene en interesante portavoz de un cúmulo de opiniones y teorías originales y, en cierto sentido, contrapuestas a las teorías o tácticas clásicas del, llamémosle, anarquismo europeo.
Un claro ejemplo de lo que aquí señalamos es la férrea oposición, fundamentada en argumentos, que el grupo editor del Suplemento mantenía en torno a las tácticas unitarias y al concepto del sindicalismo vaciado de contenido ideológico, que tanto atraían a los anarcosindicalistas europeos. Y así, en un artículo debido a la pluma de Emilio López Arango, publicado en el N° 68 correspondiente al 7 de mayo de 1923, leemos:
Un poco por temor al calificativo de divisionistas, y otro poco porque han hecho un verdadero culto de la unidad del proletariado -unidad de clase, ya que ideológicamente las divisiones en grupos doctrinarios representa el aspecto más característico del movimiento social contemporáneo-, hay compañeros que creen factible llegar a descubrir una fórmula integral que concilie, en las organizaciones obreras, las diversas opiniones que provocan los actuales antagonismos. A nuestro modo de ver, se repite, al sentar ese criterio unitario, el viejo error neutralista que hizo posible la degeneración del sindicalismo revolucionario y dejó al movimiento obrero librado a la infuencia de los peores elementos políticos.
Por supuesto que la base de la tesis de López Arango céntrase en la afirmación de que el elemento básico en el desarrollo del movimiento obrero en sí, no se centra en un criterio economicista, sino más bien en uno de carácter cultural y político. Para Emilio, imaginar un movimiento obrero sólidamente unido, no viene siendo más que un sueño guajiro, ya que ello no es real. Las diferencias existentes en el mundo obrero son de tal importancia que sus contradicciones y divisiones internas han de ser valoradas a la luz de lo que ideológicamente representan.
¿O es que los anarquistas debemos aceptar la premisa de que el proletariado, por ser una clase económicamente bien determinada, representa moral e intelectualmente una unidad indisoluble y coherente en todas sus manifestaciones y realiza por lo mismo acciones revolucionarias bien definidas? Eso sería, a juicio nuestro, dar demasiada importancia al factor económico y subordinar a las influencias del medio -desarrollo del capitalismo, agitaciones provocadas por la desocupación, la carestía de la vida, etc.-, los problemas del espíritu y de la conciencia, que para los anarquistas constituyen el móvil de todos los avances progresivos de la humanidad.
Bajo ese particular prisma que concede mayor importancia a la manifestación de carácter cultural sobre lo económico, López Arango fundamenta su postura precisando que resulta imposible menospreciar el caracter cultural como punto de unión, pero también de desunión, en la filas proletarias. Un ejemplo que podría argüirse en favor de la tesis de Arango lo seria las uniones proletarias -léase, sindicatos-, basados en la creencia religiosa de sus miembros. Así, habría sindicatos católicos, al igual que judios o de otras religiones. El elemento cultural devendría en principal eje de unión dentro de esa agrupación obrera, convirtiéndose en un elemento sine qua non. Este ejemplo, que por supuesto Emilio no desarrolla, constitúyese, a mi modo de ver, en un punto que favorece su tesis. Así, al igual que el peso otorgado al factor religioso, podría señalarse la tendencia por tal o cual ideología de carácter político, y bajo tal premisa, nada de extraño tendrá el encontrar sindicatos comunistas, socialistas, fascistas o anarquistas, hecho que, indiscutiblemente pone en predicamentos a los partidarios o promotores de la unión proletaria basada en un economicismo ramplón.
Porque si el movimiento obrero -sentencia Emilio-, es algo más que un medio económico para la lucha económica, y el proletariado representa un rol más importante que el que supone esa lucha por la conquista del pan, debemos admitir que los mismos motivos de divergencia deben existir, para nosotros, en el sindicalismo y determinar una posición doctrinaria no concordante con el concepto de los marxistas.
Al movimiento obrero, si en realidad le concedemos valores revolucionarios, debemos llevar nuestras ideas sin temer a las desgarraduras que podamos producir con nuestros exclusivismos en ese pretendido organismo homogéneo de clase. ¿O es que debemos atenernos a esa supuesta unidad económica, buscando los puntos de contacto que puedan unirnos con nuestros adversarios en ideas y renunciando a los principios que más fundamentalmente nos separan?
Podrá estarse de acuerdo o en desacuerdo con la postura de López Arango, sin embargo no es posible el desecharla por falta de argumentos. Además, es importante señalar que este tesis logró, hasta cierto punto, rebasar las fronteras de Argentina e influir en algunos movimientos anarquistas de latinoamérica, como lo fue en el caso de México, donde no serían pocos los anarquistas que compartirían este punto de vista, negándose sistemáticamente a la integración de los famosos frentes únicos, que tanto se afanarían en promover los comunistas autoritarios. Ciertamente, y hay que decirlo, esa terca oposición al frentismo, orilló al anarquismo sindicalista, por lo menos aquí en México, a ser desplazado y arrinconado.
Como nosotros no creemos -señala López Arango-, que el proletariado sea una entidad moral homogénea, capaz de contener en sí mismo -por su condición de clase explotada- los valores ideológicos que enaltecen al hombre y lo colocan a un nivel superior, de ahí que rechacemos ese concepto de las organizaciones obreras al margen de los grupos políticos o doctrinarios.
Porque el movimiento proletario, además de un propósito económico interpreta un grado de cultura y de civilización, aceptamos esa división que imponen las ideas en el terreno sindical. Los sindicatos obreros deben representar los diversos matices de la ideología socialista: ser un medio de acción para cada uno de los grupos doctrinarios que desarrollan sus acividades en el seno de la clase trabajadora. Pero ¿es que realmente no existe un sindicalismo coordinante con la propaganda de cada fracción doctrinaria, ya sea respondiendo a la influencia de los socialistas o comunistas autoritarios, ya interpretando prácticamente el concepto puramente clasista del sindicalismo prescindente, o bien coordinante, en lo que le permiten las circunstancias, con la prédica libertaria de los anarquistas?
El realismo mostrado por Arango en esta, su interpretación, es, definitivamente, muy atractivo.
La realidad del movimiento obrero -concluye Arango-, está en esa división en medios o radios de influencias. En el conjunto sindical -en el medio impreciso que conocemos como proletariado- se agitan las ideas más contradictorias e irreconciliables, y el choque es permanente en las agrupaciones obreras que no llegaron a una síntesis ideológica para precisar su conducta, o, en el peor de los casos, a darse una norma de disciplina que impida la acción disolvente de los descontentos.
(...)
En consecuencia, lo que nos interesa a los anarquistas, es desarrollar una organización concordante con nuestra ideología en el movimiento obrero, para así llegar al sindicalismo libertario; a la teoría anarquista aplicada a la táctica del sindicalismo y encuadrada en un movimiento de liberación realizado por los trabajadores en el terreno de la lucha económica.
La verdadera conciliación debemos buscarla entre la doctrina anarquista y el movimiento obrero susceptible de transformarse en un movimiento ampliamente emancipador y libertario.
En el campo específico del anarquismo, los editores del Suplemento desarrollaron también una serie de tesis que les diferenciaban de las demás corrientes prevalecientes tanto en la Argentina como en campo internacional.
En la Argentina se reventaron dos que tres agrias polémicas con representantes de la corriente, muy en voga en aquellos años, llamada de los nuevos anarquistas, misma que se generó a partir de los acontecimientos de Rusia con el encumbramiento de los bolcheviques al poder. Los editores del Suplemento semanal de La Protesta, no paraban en señalar a los neo-anarquistas, como anarco-bolcheviques. Su crítica era despiadada, y así leemos, en un artículo titulado Anarquismo y organización, firmado por Emilio López Arango, y publicado en el N° 74 del 18 de junio de 1923, lo siguiente:
Cuando entre nosotros se insinuó la tendencia poco definida de organizar específicamente al anarquismo -al margen de la F.O.R.A. y posiblemente frente a ella- hemos expuesto al respecto nuestro modo de pensar. No aceptábamos, porque en ello veíamos un peligro para el futuro, la imposición de un organismo que, a la vez que extraño a nuestro ambiente y del todo inútil, forzosamente habría de plantear confictos de orden secundario y que harían peligrar nuestra unidad de acción.
Sin necesidad de que sistematizáramos nuestra oposición a la que se pretendió llamar tendencia organizadora, en el Congreso Anarquista Regional fue ampliamente defendido nuestro criterio, que también era el criterio de la mayoría de los compañeros que en él intervinieron. Y así se epilogó la campaña en favor de una organización específica del anarquismo, sin vencedores ni vencidos, pero con la elocuente afirmación de las orientaciones de nuestro movimiento libertario en lo que se refiere a los problemas más urgentes de la propaganda en el seno del proletariado.
Posteriormente al Congreso Anarquista Regional, el pequeño grupo de anarco-dictadores expulsados de la F.O.R.A. y repudiados por todos los anarquistas debido a sus sospechosas actividades y a sus frecuentes escándalos, a pesar de haber pretendido ridiculizar aquel acto que los excluía terminantemente, quisieron dar un golpe de efecto y de audacia improvisando una organización del anarquismo.
(...)
... sin tener en cuenta su completo desprestigio, el grupito de anarco-dictadores pretendió sacar provecho de esa corriente de opinión favorable al método orgánico que siguen los anarquistas de Francia, Alemania, Italia y otros países europeos. Comprendiendo que la defensa de la Sindical Roja y de las experiencias bolcheviques no tenían el valor sugestivo de los primeros años de la revolución rusa, dieron un cambio de frente y tentaron la creación del anarquismo nuevo. Y la A.L.A., complemento híbrido de todas las tendencias sociales unidas por el autógeno de la distadura y la disciplina, apareció a la vergüenza pública.
Una de las tesis que los editores del Suplemento blandían sin cesar, se centraba en la particular esencia del anarquismo argentino que en mucho, según ellos, se diferenciaba del anarquismo europeo. Constantemente hacían uso de esta tesis en sus polémicas con anarquistas europeos de la talla de Luigi Fabri o Gaston Leval. Su tendencia a precisar la imposibilidad de pasar por alto las particulares condiciones históricas, sociales, políticas y económicas de la Argentina, en aras de justificar determinada téctica o teoría proveniente de Europa, constituía no solo una tonteria, sino más bien, un imposible. Para ellos, el anarquismo habiase desarrollado en la Argentina generando su particular concepción teórica y práctica que, como resultaba lógico, en varios puntos difería de la existente en los países de Europa. Así, argüian en su favor la existencia de un sui géneris anarquismo argentino que no tenía por qué plegarse a los dictados del anarquismo europeo.
Además, su crítica a los errores de estrategia y táctica cometidos por varios sectores del anarquismo europeo eran realmente corrosivos.
En el artículo titulado Nuestro internacionalismo, publicado en el N° 98 correspondiente al 3 de diciembre de 1923, expresan:
No es del internacionalismo, como ideal y como actividad revolucionaria, que queremos ocuparnos en esta ocasión. Simplemente ensayaremos una crítica a cierto internacionalismo decretado y colocado sobre el artificioso carril de una propaganda de dirección y de infuencia irradiada, desde un determinado punto, sobre todo el movimiento anarquista internacional. Y es ese internacionalismo de directorio, acéfalo a pesar de su abultada cabeza, el que menos realidad encarna y el que más lejos está situado del foco de agitación popular y del centro de gravedad de la propaganda anarquista.
En París, previa una comunicación a los secretarios de efectivas o supuestas organizaciones anarquistas de Europa, se realizó un Congreso Anarquista. Nada de particular tendría esa reunión de compañeros, si la hubiera inspirado el propósito de discutir problemas de interés general y cuestiones que están hoy en el primer plano de las polémicas doctrinarias. Pero los inspiradores de ese Congreso, perdidos en la encrucijada del sindicalismo neutro y empeñados en presentar su anarquismo organizador como el más fiel exponente de la ideología libertaria, han fabricado, de arriba a abajo, con resoluciones ejecutivas, una Unión Anarquista Universal. ¿Debemos considerar a esa supuesta organización del anarquismo europeo como la síntesis del internacionalismo y como la más segura guía de nuestro movimiento revolucionario?
No es la Unión Anarquista Francesa, patrocinante del Congreso de París, la que puede dar la pauta al anarquismo internacional. Y no ha de ser tampoco la Unión Anarquista Universal, hechura de aquella, el faro luminoso que nos indique la ruta a seguir en el futuro. ¿Cómo pueden pretender los anarquistas de Francia -al menos los orientadores del anarquismo de la U.A.F. y de su órgano Le Libertaire-, pretender dar ejemplo de consecuencia y de claridad ideológica, si ellos fueron los primeros en confundir el movimiento obrero de aquel país y en atar al proletariado al revivido sindicalismo neutro?
(...)
Nos viene de París esa Unión Anarquista Universal ... Pero nosotros la rechazamos porque no nos gusta recibir regalos. Y no se crea que este rechazo se inspira en una cuestión sectaria, de repudio a una iniciativa que no salió de nosotros. Con anterioridad a esa creación del fenómeno internacionalista, hemos expuesto nuestro criterio respecto a la organización partidista del anarquismo y al concepto del internacionalismo derivado de esa tendencia política ... De ahí que no creamos necesario insistir sobre los motivos elementales que determinaron nuestra oposición a esa clase de anarquismo, tan identificado con los partidos autoritarios y con las tendencias sindicales que aspiran al próximo turno en la dirección de la cosa pública.
El rechazo de la Unión Anarquista Universal, aún para los defensores de la organización partidista del anarquismo -que son a la vez defensores de la neutralidad sindical-, surge de su misma falta de vinculaciones con el movimiento anarquista de este país. ¿O es que debemos aceptar lo que en la reunión familiar de París acordaron varios camaradas que, por muy bien intencionados que sean, no pueden interpretar nuestros puntos de vista sobre muchos problemas, porque, precisamente, desconocen nuestro movimiento y ni siquiera se tomaron el trabajo de estudiarlo en sus líneas generales? ¿Y no están en la misma situación la generalidad de los anarquistas de Europa y América?
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Con su exclusivismo cerrado y su falta de comprensión de los problemas planteados por la guerra -y principalmente por el bolcheviquismo y el fascismo- el órgano de la Unión Anarquista Francesa, Le Libertaire, cerró sus columnas a cal y canto y no promovió discusiones que llevaran a ese Congreso una opinión de divergencia a las orientaciones del anarquismo francés. Y claro está, fue sancionada en la reunión familiar que gestó la Unión Anarquista Universal, la opinión de los que ofician de orientadores de ese anarquismo situado en el lindero de los partidos políticos y más próximo al sindicalismo neutro que a las corrientes libertarias que se abren paso por las malezas del autoritarismo enseñoreado de nuestro campo por falta de cultivo de la personalidad anarquista.
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La condición esencial del anarquista consiste en no aceptar a ciegas todo lo que se le ofrece. De ahí que nosotros rechacemos, por los fundamentos expuestos, esa Unión Anarquista Universal que nos viene de París como las modas.
En fin, no cabe la menor duda que durante 1923, el Suplemento semanal de La Protesta alcanza la mayoría de edad deviniendo no sólo en interesante y muy leida publicación, sino conformando una sólida y fuerte personalidad que le encumbraría entre las publicaciones ácratas de habla hispana más interesantes del mundo. La riqueza de su contenido y calidad de sus colaboradores, brindábanle un plus muy dificil de encontrar en otras publicaciones libertarias de habla hispana, además, y no debemos pasarlo por alto, el grupo editor muy consciente estaba de los objetivos que pretendia tanto en el plano meramente cultural asi como en el propio de la política libertaria. Claramente comprendían, además, los escollos que habrían de superar así como las problemáticas que forzosamente deberían enfrentar, lo que otorgábales cierto grado de estabilidad, al evitar ser sorprendidos por circunstancias no previstas.
Por fortuna los cincuenta y tres números editados -del N° 50 al 102-, durante 1923 están, íntegros, a disposición de todo interesad@, lo que realmente es muy positivo sobre todo si tomamos en cuenta la tendencia del grupo editor de publicar ensayos por entregas, esto es, escritos bastante extensos que se dividían en tres, cuatro e incluso más partes, por lo que al contar con la colección completa del año, lógrase evitar saltos en la lectura de esos ensayos.
Mal haríamos en suponer o creer que la lectura o consulta de este material es propia de historiadores, investigadores o analistas políticos, nada más falso que ello. El leer, consultar o simplemente curiosear esta magnífica publicación es labor de cualquier persona, sea o no investigador, analista o historiador, e incluso, siendo ajena por completo al ideario libertario, ya que su contenido es tan rico e interesante, que resulta realmente muy dificil que alguna persona que se adentre a hojearla, no encuentre algún tema que le atraiga.
Dejemos pues esa negativa y absurda tendencia que busca otorgar a publicaciones como la que aquí pongo a disposición de cualquier persona, el interés único y exclusivo de especialistas en historia o política, o, lo que todavía es más patético, en militantes de determinada ideología. Nada más alejado de la realidad. Publicaciones como el Suplemento semanal de La Protesta son capaces de atraer el interés de cualquier persona con la suficiente curiosidad para adentrarse, con gusto y determinación, hojeando sus páginas y saboreando su contenido.
Para finalizar solo me resta el precisar que, como ya va siendo en mi costumbre, he colocado un indice señalando el contenido de cada número, con la intención de que él o la interesado/a, determinen los ensayos o artículos susceptibles de ser por ellos leídos.
Marzo del 2015 Haz click aquí, si deseas acceder al catálogo de la Hemeroteca Virtual Antorcha.
Omar Cortés
SUPLEMENTO DE LA PROTESTA
Suplemento semanal anarquista editado en Buenos Aires, Argentina
N° 50
1° de enero de 1923
Contenido
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N° 51
8 de enero de 1923
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N° 52
15 de enero de 1923
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N° 53
22 de enero de 1923
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N° 54
29 de enero de 1923
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N° 55
5 de febrero de 1923
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N° 56
12 de febrero de 1923
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N° 57
19 de febrero de 1923
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N° 58
26 de febrero de 1923
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N° 59
5 de marzo de 1923
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N° 60
12 de marzo de 1923
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N° 61
19 de marzo de 1923
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N° 62
26 de marzo de 1923
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N° 63
2 de abril de 1923
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N° 64
9 de abril de 1923
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N° 65
16 de abril de 1923
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N° 66
23 de abril de 1923
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N° 67
30 de abril de 1923
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N° 68
7 de mayo de 1923
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N° 69
14 de mayo de 1923
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N° 70
21 de mayo de 1923
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N° 71
28 de mayo de 1923
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N° 72
4 de junio de 1923
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N° 73
11 de junio de 1923
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N° 74
18 de junio de 1923
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N° 75
25 de junio de 1923
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N° 76
2 de julio de 1923
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N° 77
9 de julio de 1923
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