El fandango de la Reforma Energética No cabe duda de que e los mexicanos nos encanta el fandango, pintándonos solos en cuanto a surrealistas escenas del colectivo nacional. Y para muestra, un botón: el proceso de aprobación por parte del Congreso de la Unión de la pomposamente denominada Reforma Energética.
Prácticamente de todo hubo en tal proceso; desde la cómica declaración del que fuera dos veces candidato a la Presidencia de la República e hijo de afamadísimo presidente relacionado directamente con la llamada expropiación petrolera, cuando, ufanándose de una supuesta seriedad, advertía que él no podía estar en contra de lo que no existía -en referencia a que aún no era presentada la propuesta del Ejecutivo Federal en torno al asunto energético-, cuando la inmensa mayoría de la población mexicana era consciente de que la susodicha iniciativa no podría tener otra finalidad que la de preparar el terreno para permitir la participación de la iniciativa privada nacional y extranjera, en todo lo relativo con los energéticos en México, tanto en el sector petrolero como en el eléctrico. Pues bien, no obstante que eso era cabalmente entendido por la población, el hijo del general, quizá buscando posicionarse de cara a los medios de difusión, se entretenía, haciendo ridículas declaraciones y presentando una supuesta altenativa de Reforma Energética, que sabido era iba a servir para lo mismo que el papel de baño.
Hubo también quienes, acostumbrados a realizar populosas concentraciones en cuanto medio de presión a las políticas gubernamentales supusieron, que con dos o tres de esas concentraciones iban a poner de rodillas al Ejecutivo Federal, obligándolo a medir su propuesta energética, pero, sin embargo, y para desgracia no sólo de quienes así pensaban y actuaban, sino de la Nación entera, su táctica no obtuvo los resultados deseados, lo que conllevó a que su máximo dirigente terminara infartándose ante, es de suponerse, la angustia y desesperación que ha de haberle causado el sentirse perdido.
Pero no paro ahí la cosa, puesto que resultó que el cordinador de la bancada del partido de izquierda que más elementos tiene en el Senado de la República, se indispuso cuando este asunto se iba a ventilar, dándole, como vulgarmente se dice, el patatuz, aunque a ciencia cierta y con exactitud no se supo que le ocurrió, mancionándose tan sólo la presencia de un malestar diabético.
Y la danza infernal continuó en las discusiones realizadas tanto en comisiones como en el pleno del Senado de la República.
En la historia de las lides senatoriales quedará, como imborrable huella, el verbo declamatorio de una elocuente senadora que, haciéndose eco de una proverbial cita del afamado escritor Samaniego, no paro mientes en proponer a sus compañeras y compañeros senadores que fueran y privatizaran a su puta madre, propuesta que, dicho sea de paso, la mesa no puso a discusión del pleno para ver si se aprobaba o se rechazaba.
Más adelante, en la misma Cámara de Senadores, quien antaño fuese designado como el primer Comisionado para la Paz, en los hechos acaecidos en el Estado de Chiapas, y que hoy ocupa el cargo de senador, patentizó, ante la Nación entera, la importancia de los adelantos tecnológicos y, portando una tablet, expresó ante el pleno que cedía su palabra, nada más y nada menos que a Lázaro Cárdenas del Río, activando de inmediato el Mensaje a la Nación que ofreciera en 1938 a raíz de la expropiación petrolera; y como si esta acción fuese poca cosa, la senadora que antaño había propuesto a sus compañeras y compañeros la privatización de su puta madre, irrumpió en tribuna portando enorme manta de rechazo a la iniciativa presidencial, secundada por todas y todos los opositores a ésta.
Ante los gritos de desaprobación y reclamo de los y las legisladoras afines a la iniciativa presidencial, la senadora tuvo la ocurrencia de cantar, a capela, el himno nacional secundada, nuevamente, por sus compañeras y compañeros, lo que trajo un mágico resultado, puesto que los legisladores y legisladoras que molestos protestaban a gritos y con palabrotas contra la acción de los opositores, terminaron, calmados sus ánimos, paraditos y calladitos, viéndose, por supuesto, mas bonitos, generándose una inolvidable escena, puesto que, al unísono con los opositores terminaron entonando las estrofas del himno nacional y ... colorin colorado esta historia, en el Senado, se había terminado.
Toco luego el turno del fandango a la Cámara de Diputados, en donde el salón de plenos fue tomado por elementos opositores a la iniciativa, buscando con ello retardar o complicar las sesiones al respecto; sin embargo tal táctica fue por completo inútil puesto que los afines a la dicha iniciativa rápidamente acordaron instalar el Congreso en un salón alterno para que ahí se sesionase, siendo los efectos de esa táctica bastante contraproducentes para los elementos contrarios, puesto que lo único que trajo como resultado fue que no se analizara en comisiones la minuta enviada por el Senado, al ser turnada de inmediato a su discusión al pleno.
La sesión transcurrió, como era de esperarse, bajo un ambiente gélido en el que la tendencia opositora buscaba dilatar todo lo que pudiese, la votación en el pleno, para lo cual impugnaron en lo general y en lo particular todos los artículos de la iniciativa, inscribiéndose un enorme número de legisladores para hablar en contra, lo que conllevó a maratónicas sesiones en las que, punto por punto, fueron materialmente planchadas todas las críticas y contrapropuestas de los opositores por la abrumadora mayoría de los afines.
Pero, de nuevo, presentáronse dos que tres escenas dignas de comentarse. Desde el cachetadón que una de las diputadas opositoras propinó a una de sus colegas afines, que conllevó a su traslado a la clínica de la Cámara, pasando, después, con el mea culpa y la rectificación pública ante el Pleno por parte de la agresora, quien, con lágrimas en los ojos y materialmente moqueando, disculpose de su violento actuar; el incompleto striptease por parte de uno de los diputados opositores, el que, por quién sabe qué exhibicionistas motivos, le dió por encuerarse en la tribuna del salón de sesiones, habiendo, y hay que señalarlo, tenido la prudencia de por lo menos dejarse los calzones puestos; y terminando con la escena magna de todo este sainete escenificada al momento de la votación cuando, como auténticos chiquillos de primaria, las señoras, los señores, señoritas y señoritos diputados, ajenos por completo a la enorme trascendencia que para la Nación entera tendría el significado de lo que acordaron, pusiéronse a vacilar como si lo que estuviesen votando fuera el comprar palomitas o refrescos.
Conforme cada uno de los afines a la iniciativa expresaba su voto de aprobación, los opositores entonaban, como letanía, la oración: ¡Traidor a la Patria!, no faltando el legislador que respondía: botellita de Jerez.
Y así, entre vaciladas y puntadas, concretose la aprobación de la multicitada Reforma Energética, generándose, con ello, el primer capítulo al que, sin duda, seguirán muchos más.
Enero de 2014
(Entre las armonias de El funeral de Cleto, del inolvidable Chava Flores, y algunas mórbidas escenas de Los 120 días de Sodoma de Passolini)
Omar Cortés