¡QUÉ LÁSTIMA!

Realmente es una lástima que el proceso de conformación de la Constitución de la ciudad de México, se genere bajo condiciones tan adversas como las actuales. La verdad, quizá hubiese sido mucho mejor esperar momentos más propicios para que ese proceso se hubiera desarrollado con mejores posibilidades y, lo más importante, con deseos y anhelos ciudadanos por participar activamente en el mismo. Pero, por desgracia, asi no ha sucedido, por lo que no queda otra que entrarle al asunto tal y como están las cosas.

Es ya de preveer, y espero fervientemente equivocarme, una muy pequeña participación en este proceso. La ciudadania residente en la ciudad de México ha sido cruelmente vejada en su cotidianidad. Hay zonas enteras de la ciudad, materialmente devastadas por una fiebre constructivista exasperante. Edificios y complejos se construyen por doquier sin medir consecuencias ni presentes, ni mucho menos futuras. Las molestias ocasionadas a la ciudadania rayan, francamente, en la majadería. Una muy clara tendencia a favorecer en demasía a los llamados emprendedores inmobiliarios, da mucho que pensar en cuanto a la actitud de las autoridades administrativas citadinas, y por si fuera esto poco, bastantes son los casos en los que los procesos de construcción realízanse sin los permisos correspondientes. Paralelo a esto, la situación económica no sólo de la ciudad, sino del país entero, con ciertas zonas de excepción, esta bastante complicada. Y para acabarla de amolar, recientemente las autoridades encargadas del cuidado del entorno ambiental, han vistose forzadas a tomar un cúmulo de medidas muy severas en relación a la libre circulación de automóviles. Ciertamente ello resulta una acción obligada por las circunstancias, sin embargo, las molestias que tales restricciones traerán para con la ciudadania, serán, sin lugar a dudas, muy duras.

Ahora, si a toda esta situación adversa agregamos el auténtico zipizape cotidiano entre dos de las principales fuerzas políticas de la ciudad de México, fuerzas que por cierto han emergido de un lamentable y doloroso proceso escisionista, el cuadro se vuelve aún más tétrico.

Tanta adversidad genera, por lógica, suspicacias en torno a la viabilidad del proceso de conformación de la citada Constitución, lo que nos lleva una vez más a preguntarnos, si tal vez no hubiese sido mucho mejor no haber hecho nada y esperar otros momentos.

El asunto es que quizá confiamos demasiado en ciertos liderazgos o dirigencias partidarias que pensábamos o suponíamos con la experiencia y el colmillo necesario como para preveer inconvenientes y superarlos a tiempo. Pero ahora resulta que, a fin de cuentas, estábamos equivocados, que esos liderazgos y dirigencias no resultaron tan efectivos como lo suponíamos. No se trata, por supuesto, de buscar culpables de los infortunios que están lastimando severamente este proceso. Se trata, más bien, de reflexionar sobre ello y ajustar nuestras acciones al ritmo de nuestras conclusiones.

Lo que pasó, pues ... ya pasó, de lo que se trata es de evitar, en la medida de lo posible, que el daño se extienda mucho más y, sobre todo, pugnar para que no vuelva a generarse una situación como la actual.

Definitivamente, y de ello debemos estar muy conscientes, nuestro marco de acción es limitadísimo, lo que no debe hacernos caer en el desánimo, sino, por el contrario, ajustándonos a nuestra realidad, buscar la manera de intentar sacar a flote y hacer avanzar este proceso que representa la culminación de un enorme cúmulo de luchas ciudadanas realizadas, a diferentes niveles, por varias generaciones. ¡No es poca cosa la que está en juego!

Si errores ha habido, busquemos subsanarlos; si el panorama es sombrío, intentemos alegrarlo. ¡Lo peor que podemos hacer es mandar al carambas todo y encerrarnos en rabietas y acusaciones a diestra y siniestra!

Reflexionemos con calma y actuemos con prudencia. Y sobre todo, evitemos, hasta donde nos sea posible, cualquier desaveniencia, encono o pleito con organizaciones o personas que piensen y actúen de diferente manera a como lo hacemos nosotros. No debemos de olvidar que todos somos vecinos de la misma ciudad.

Abril de 2016
Omar Cortés

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