De que la situación está color de hormiga, no hay duda. Después de una descomunal y rapidísima depreciación del peso frente al dólar norteamericano, a las autoridades encargadas del manejo de los dineros públicos parece haberles caido el veinte, viéndose obligadas a tomar una serie de medidas que, aunque tardías, hasta el momento han demostrado cierto efecto de control en la estampida del precio del dólar.
Hace algunos meses, aquí mismo, señalamos, que no veíamos correcta ni acertada esa tendencia de malbaratar millones de dólares de las reservas con el fin de garantizar su abasto al mercado. Igualmente alertábamos sobre la tontería de seguir como perritos falderos, todo aquello que se le ocurriese hacer a las autoridades financieras norteamericanas, precisando que ante la gravedad de la situación venía siendo necesario el mostrar imaginación y golpes de audacia para paliar el temporal. También señalábamos que conscientes estábamos, y seguimos estándolo, de que no seríamos nosotros los que habríamos de enfrentar ese huracán financiero.
Pues bien, ahora las autoridades financieras mexicanas, alarmadas ante el nivel que estaba alcanzando la situación, se decidieron a, por un momento, dejar de ser los perros falderos de la fed norteamericana, tomando la iniciativa de subir la tasa de referencia bancaria, sin importar lo que hiciera o dejara de hacer la fed; y, paralelamente, se toma el acuerdo de la suspensión del remate de millones de dólares para supuestamente garantizar su abasto en el mercado. El efecto que tales medidas trajo fue el detener el terrible deterioro del peso mexicano; sin embargo, las presiones continúan siendo bastante intensas, por lo que es de preverse que en breve habrá que volver a subir la tasa de referencia bancaria, aunque ciertamente ello es bastante delicado puesto que tácitamente conlleva a frenones en la economía, por lo que el actuar con prudencia, pero de manera contundente, habrá de ser la norma a seguir.
En cuanto al recorte anunciado, mucho es de temerse que, una vez pasados los procesos electorales que habrán de realizarse en diversos Estados de la República, vendrá otro recorte más. Es comprensible que ante la inminencia de las elecciones locales, las autoridades financieras busquen medir el tijeretazo, posponiendo unos meses su tamaño.
Resulta más que evidente que los recortes presupuestales traen terribles consecuencias para la población en general, de esto a nadie puede caberle la menor duda, pero el problema se centra en ¿cómo hacerle ante el derrumbe de los ingresos petroleros? Solicitar más deuda resultaria altamente temerario. Subir nuevamente las contribuciones podría ser otra opción pero ... ¿quién en su sano juicio secundaria esta propuesta?
El asunto esta, lo volvemos a repetir, color de hormiga. En el plano de los números se pueden sacar muchas conclusiones pero, el efecto que esas medidas van a tener sobre la población en sí, no puede calcularse en un escritorio. Hay muchas lágrimas, mucho sufrimiento, mucha angustia en cada tijeretazo que se le de al presupuesto. Mucha, muchísima gente sale perjudicada. Entonces ... ¿cómo hacerle?
Por otra parte, existe otro gran problema con la finiquitación del dinero barato, ya que con la subida de tasas en los Estados Unidos, se entró en una nueva dinámica a la que habrá también que acostumbrarse, y ante esto el sistema financiero no sólo el mexicano, sino el mundial, prácticamente cruje. De nuevo habrá que privilegiar al ahorro, de aquí la necesidad de elevar las tasas de interés domésticas. El aumento que se les dió aparentemente fue muy grande pero, sin embargo, insistimos en que se queda bastante corto ante la realidad de un futuro ensombrecedor.
Sin querer ser pesimistas, ni agoreros de la mala suerte, realmente consideramos que habrá necesidad de un nuevo recorte, asi como de una nueva elevación en las tasas de interés y ello aunque, con todo el corazón, deseamos fervientemente equivocarnos por completo. Ojalá así sea, ojalá nuestras presunciones sean equivocadas. De verdad, no deseamos otra cosa.
Marzo de 2016
Omar Cortés