Los últimos cátaros
Un breve recuento de las últimas represiones orquestadas por la Iglesia Católica en contra del catarismo
El video que ahora colocamos en nuestra Videoteca Virtual Antorcha, corresponde al primer episodio de la serie Los archivos secretos de la Inquisición, y tiene como título, Extirpar a los herejes. Fue producido por Jorge Sánchez Gallo y David Rabinovitch, encontrándose albergado en el sitio You tube. La trama se centra en un relato hartamente novelado, sobre las últimas represiones que el papado romano ordenó en contra de los cátaros, entre finales del siglo XIII y principios del XIV.
La historia propia de los cátaros, palabra que parece provenir del vocablo griego que significa puros, es muy antigua, y concretándonos tan sólo a su presencia en la Europa de Occidente, ésta se inicia en el siglo XI, cuando en la Roma de Oriente, esto es, en el mal llamado Imperio bizantino, se generan persecuciones que obligan a los creyentes de otros credos a emigrar.
El catarismo basaba su credo religioso en un dualismo, la tajante división entre lo mundano y lo espiritual, por lo que el creyente sólo podía alcanzar su purificación (de aquí la palabra cátaro), eliminando todo residuo de lo mundano. Por ello, los cátaros abominaban de todos los placeres carnales e incluso eran enemigos de la procreación, puesto que su credo les conllevaba a rechazar el engendrar almas aprisionadas en la carcel mundana.
Para ellos, la contradicción que enfrentaban como individuos, tenía su origen en una epopéyica lucha entre las fuerzas del bien y del mal desde el principio de los tiempos, esto es, con la creación misma del mundo. Según su concepción, la creación del mundo y del ser humano había sido obra del mal, y representaba su triunfo sobre el bien, al haber logrado aprisionar el alma, substancia infinita, en un cuerpo finito, condenando eternamente al espíritu a mantenerse limitado por lo mundano, a tener que desarrollarse bajo sus leyes. Por esto, para los cátaros la vida misma era el propio infierno, esto es, la carcel en la que reinaba el mal. La salida que ellos ofrecían era una obsecada lucha en pro de la purificación que conllevase al espíritu a triunfar sobre lo mundano, esto es, sobre la fuerza del mal. Lejos del concepto del alma individual, los cátaros concebían el alma de cada individuo como una chispa del todo espiritual, por lo que el saneamiento o purificación de cada partícula (alma individual) tan sólo debía entenderse como una pequeña parte de la purificación del espíritu en su conjunto. Por estos motivos, los cátaros eran por completo ajenos a los conceptos de la salvación individual, ya que los individuos, siendo tan sólo partes de dos todos contrapuestos -lo corporeo perteneciente al mal, y lo espiritual perteneciente al bien- no importaban sino en relación al bien o al mal. Estas teorías serán las que conllevaban a los cátaros a su enfrentamiento con el catolicismo romano, mismo al que llegaron a considerar como manifestación demoniaca. Su concepción religiosa es harto complicada y para explicarla con detenimiento sería preciso elaborar un ensayo, pero como no es el objetivo de esta somera introducción al tema, pensamos que es suficiente.
La zona de influencia que llegaron a tener durante el medievo se centró, principalmente en el norte de Italia, y la zona meridional francesa del Languedoc. Su presencia en esas regiones fue significativa y por ello hubo forzosamente de unirse con la historia política, comercial y militar de esas zonas. Durante más de dos siglos la presencia cátara en la Europa de Occidente marcaría el desarrollo feudal de la región, no siendo ajena a las luchas de los señores feudales entre sí y frente a los monarcas ya temporales o espirituales (reyes y Papas). Igualmente en el desarrollo comercial de la zona su influencia sería considerable al agrupar el gremio de los tejedores, nombre con el que también se identificaban a los seguidores del catarismo. Y, finalmente, en el terreno militar su presencia entre las fuerzas de los señores era de bastante consideración. Los puros, o sean, los cátaros, también llamados albigenses, no eran precisamente núcleos pacifistas que no mataban ni a una mosca.
El punto culminante del enfrentamiento entre monarcas terrenales y espirituales con los cátaros, sería la organización de la denominada cruzada albigense, expedición militar que tenía como objetivos tanto el meter al orden a los señores feudales prácticamente insurrectos de las regiones del Languedoc, Cataluña y Aragón, a la par que finiquitar, de una vez por todas, con la influencia cátara que impedía al papado romano consolidar su poder universal en aquellas regiones. La cruzada albigense se caracterizó por la extrema crueldad de los cruzados hacia los cátaros y sus seguidores, llevando a cabo matanzas sin piedad ni remordimientos. A partir de aquel asesinato masivo y de la destrucción de villas enteras, la religión cátara entra, como es de entenderse, en un franco declive, pero sin embargo sigue manteniendo presencia por aquellos lares.
El video que aquí presentamos trata, precisamente, de esos últimos estertores del catarismo en la región del Languedoc. El relato, muy novelado, realiza una superposición no muy afortunada de las prédicas cátaras, con el actuar de un cura corroído por el nicolaismo. Téngase en cuenta que en aquellas épocas los dos cánceres del clero católico medieval eran: la simonía, esto es, la práctica de ciertos curas de vender bendiciones, y actos litúrgicos que debían ser gratuitos, como los bautismos,las comuniones, las misas, etc., e incluso de vender el cargo eclesiástico al mejor postor, y el nicolaismo, esto es, la práctica de ciertos curas de no respetar el celibato y mantener relaciones carnales con una o varias mujeres.
Pues bien, en este video se hace mención de un cura calenturiento que pasábasela seduciendo a cuanta aldeana entraba a su parroquia; y así, bajo la premisa de si Dios lo sabe que lo sepa el mundo, no paraba mientes en darle cuerda a la hilacha copulando incluso en el mismo altar de la parroquia. Hablase de una señora de alcurnia que le entraba de lleno con el cura y de sus cotidianos cachondeos, pero lo que no se precisa es que la actitud de aquel sacerdote se encontraba muy lejos del ideario de los cátaros, para quienes la repulsa de lo mundano era fundamental. De hecho, las actitudes en pro de la simonía y del nicolaismo de varios de los elementos del clero católico era, precisamente, lo que les otorgaba, a los cátaros, la admiración de los aldeanos, quienes notando la contradicción existente entre las predicas y las actitudes de aquellos sacerdotes simoniacos y nicolaistas, terminaban admirando, por no decir idolatrando, a los predicadores cátaros, a quienes distinguían con el mote de los hombres buenos. Por supuesto que entre los campesinos y ovejeros que formaban el grueso de la población de aquellos lugares, el ejemplo y no la teoría teológica, era lo importante, lo que inclinaba la balanza. Y precisamente fue su actuar puritano en cuanto al sexo y los goces mundanos, lo que atraía la admiración de los pobladores hacia aquellos predicadores del credo de los puros, considerándoles más apegados al ideal cristiano que los sacerdotes simoniacos y nicolaistas católicos.
Al ser creada bajo el pontificiado de Lucio III con la Bula ad abolendam, la institución de la Santa Inquisición tendría como uno de sus principales objetivos precisamente el de combatir a la herejía cátara, quedando en manos de la orden dominica la estrategia para lograrlo. Ya con anterioridad la orden monástica de los cistircenses había hecho numerosos intentos para detener el progresivo avance del catarismo, mediante polémicas públicas entre cistircenses y cátaros, realizadas en los lugares más concurridos de las aldeas y a las cuales se invitaba a la población en su conjunto. Esos debates públicos representaban una postura inteligente y positiva al asunto del catarismo, alejada por completo del barbarismo de los juicios, torturas, excomuniones y ejecuciones, practicado después por los integrantes de la Inquisición.
En el video se aborda de lleno la época en la que la Inquisición, con sus peculiares métodos, había ya sentado sus reales, haciéndose mención del dominico italiano Nicolás Boccasini (1240-1304) como un perverso inquisidor obsesionado por la extirpación del catarismo que realizaría muchísimos interrogatorios a los aldeanos.
No está de más precisar que no contamos con datos fehacientes que corroboren la actividad del que posteriormente sería proclamado Papa de la cristiandad a la muerte del Papa Bonifacio VIII acaecida en 1303. No nos consta, pues, que lo aseverado en este video en relación a la actividad de Nicolás Boccasini, quien tomaría el nombre de Benedicto XI al ser nombrado Papa, en esa obsesiva lucha contra el catarismo, sea verídico, aunque, y viene al caso el precisarlo, tampoco nos consta que no lo sea. La razón de este pequeño lío se centra en el hecho de que Nicolás Boccasini alcanzaría notoriedad en el conflicto habido entre el Papa Bonifacio VIII y el monarca francés Felipe el hermoso, conflicto que alcanzó sorprendentes niveles cuando, por órdenes de el hermoso, su consejero, Guillermo de Nogaret se aventó la puntada de detener al mismísimo Papa Bonifacio en la ciudad de Anagni, habiendo estado a un pelo de ejecutarlo junto con su comitiva en la que se encontraba el para entonces ya cardenal Nicolás Boccasini. Aquel acontecimiento, que a la historia pasaría con el sugestivo nombre de el ultraje de Anagni, atraerá los reflectores sobre la actividad de Boccasini, eclipsando toda la labor que hubiese podido realizar con anterioridad. En fin, haya sido como haya sido, Benedicto XI no duraría mucho tiempo como pontífice, ya que al año siguiente de haber sido nombrado Papa, fallecería sorpresivamente, lo que desató la sospecha de que probablemente haya sido envenenado quizá por órdenes del entonces ya ex-consejero real Guillermo de Nogaret.
Es de esperar que el video que aquí ponemos a disposición de los interesados, genere, en quien lo vea, reflexiones y por qué no, respuestas que ayuden a clarificar este interesante pero a la vez controvertido tema.
Junio del 2012
Chantal López y Omar Cortés.
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