Cleopatra
La reina de Egipto
La figura de Cleopatra ha quedado plasmada en Occidente por la relación que guardó con la historia romana en sus aventuras expansionistas en el norte de Africa. La relación entre la dinastía faraónica ptolomea y la Roma expansionista deviene de tiempos anteriores a la existencia misma de Cleopatra, a la cual, buscando ser precisos, deberemos añadirle el número VII, porque antes que ella, varias Cleopatras le precedieron. Pero para los fines de este escrito, bástenos empezar con su propia madre, Cleopatra V, esposa de Ptolomeo XII.
Nacida en el año 69 a.C., a Cleopatra VII, tocole enfrentar una época dificil cuando, su padre, Ptolomeo XII, corrupto gobernante afecto a las francachuelas y a las orgías, imponía su gobierno a sus súbditos gracias al apoyo romano, el cual no fue lo suficientemente poderoso para evitar que en el seno mismo de la familia faraónica, la esposa del Ptolomeo XII, secundada por su hija Berenice IV y el esposo de ésta, Archelaus, terminarán desatando una rebelión popular que le obligaría a poner pies en polvorosa huyendo a Roma para solicitar el auxilio de sus aliados.
A raíz de su huida, la madre de Cleopatra VII, esto es, Cleopatra V, sería elevada al trono, convirtiéndose en reina egipcia, cargo en el que sólo duraría algunos meses, al morir ella, siendo ocupado su lugar por su hija Benerice IV. Mientras esto sucedía en Egipto, Ptolomeo XII, grillaba a su antojo con el jefe romano Pompeyo prometiéndole las riquezas de Egipto si le ayudaba reinstalándole en el trono, a lo que el ambicioso Pompeyo, gustosamente accedía no sin antes amarrar un tratado muy ventajoso para él y para Roma.
Así, con la ayuda de la fuerza militar romana, Ptolomeo XII, regresaría a Egipto y venciendo al ejército comandado por Archileus, terminaría matándole para destronar a su hija Berenice IV, a quien posteriormente ordenaría le cortaran la cabeza. Finalmente, ante tan gratificante ejemplo de amor familiar, Ptolomeo XII volvería a encumbrarse en el trono de Egipto para, entre otras cosas, cumplir su acuerdo con Pompeyo, nombrándole tutor de sus descendientes, su hija Cleopatra VII y su hijo Ptolomeo XIII, a quienes nombra sus sucesores.
Poco tiempo después, Ptolomeo XII fallece, siendo ungida, a los dieciocho años, como reina de Egipto, Cleopatra VII, quien hubo de cumplir el mandato de su padre de desposarse con su hermano Ptolomeo XIII, de diez años de edad, para poder acceder al trono.
Es entonces cuando empezará la leyenda de Cleopatra, que se encargarán de magnificar los escritores, abundando en sus cachondeces, sus constantes esposorios con sus hermanos y, sobre todo, sus ardientes y apasionados amoríos con Julio Cesar y Marco Antonio.
Pero no obstante que quienes crearon la romántica figura de Cleopatra pusieron mucho empeño en resaltar su lujuria, la realidad fue otra. Cleopatra deviene como una reina cruel, ambiciosa, que con sus nada acertadas actitudes como gobernante y administradora de la región de Egipto, provocó hambrunas, motines y zafarranchos prácticamente sin fin. Las peleas con sus hermanos y hermanas fueron bestiales. Tampoco los romanos se quedaban atrás, porque igual guerreaban unos contra otros y se traicionaban de manera vil y artera. Recordemos, por ejemplo, a Pompeyo, quien acabó perdiendo la cabeza, cuando, por motivo de aquellos agarrones, fue apresado y decapitado. Así pues, toda la estela del romanticismo, los apapaches y los besos presentes en la leyenda de Cleopatra, son en mucho inventos de guionistas hollywoodianos.
Así, por ejemplo, se dice, que los romanos describían a Cleopatra, como todo un apetitoso manjar, añadiéndole a su morbosa interpretación de tan afamada reina, la de sus extravagancias, preferencias y conocimientos sexuales capaces de satisfacer y aturdir a toda una centuria romana. Si tales opiniones fueron o no exageradas, ya no importa tanto, ya que la leyenda siempre sobrepasa a la realidad, pero lo que sí fue cierto es que Julio Cesar, cayó enterito en las redes de Cleopatra quien, dícese, lo paseaba tal perrito faldero, exhibiéndole como un completo mandilon, porque el emperador no perdía oportunidad para tener encuentros íntimos con la reina egipcia, que como resultado trajeron el nacimiento de un hijo, Ptolomeo XV, al que llamarían el cesarion.
Pero además de gozar con Cleopatra, Julio César también guerreaba a diestra y siniestra contra todo el mundo. Recordemos, por ejemplo, que la tragedia que significó el incendio de la biblioteca de Alejandría, se produjó precisamente por una desacertada táctica militar de Julio César en sus guerras por Egipto en aquellas fechas.
A fin de cuentas, esta reina egipcia navegaba en mares de inmundicia, en los que las relaciones incestuosas y el ilimitado amor filial reflejado en los reiterados asesinatos entre padres e hijos y hermanos, generábanse con harta frecuencia.
Tocole a Cleopatra sentir en carne propia el desprecio y ninguneo de la aristocracia romana cuando, acompañando a Julio César se trasladó con él a Roma. Igualmente le tocaría estar presente cuando a su amante le asesinan en esa misma ciudad.
La leyenda presenta a ese monumento a la sensualidad que dicese era Cleopatra, como una mujer en exceso ambiciosa que no tenía límites para alcanzar sus personales objetivos, acudiendo, si lo veía necesario, a la intriga, a la mentira y al asesinato. Y así, una vez muerto Julio Cesar, Cleopatra buscará el apoyo y protección de su peor es nada, el jefe romano Marco Antonio, quien, de plano, gustoso se dejó querer por la beldad egipcia.
Pero su actitud de haber querido amarrar a Julio César con su hijo Cesarion, le atrajo la enemistad mortal de la aristocracia romana y, más concretamente de Octavio, quien devendría en sucesor de Julio César, lo que colocó a Cleopatra en un callejón sin salida.
Su apresurado regreso a Egipto, buscando un lugar en donde refugiarse resultó, finalmente, baladí, puesto que Octavio seguiría sus pasos con el fin de destruir a quien podría, en algún momento, reclamar su jefatura en Roma.
Y así, enmedio del choque de trenes que para la antigüedad representó el enfrentamiento entre Octavio y Marco Antonio, Cleopatra supuso, de manera harto ingenua, que podía aprovechar las condiciones de división existentes en Roma, para sus propios fines. Le dio la locura de buscar armar a Egipto con una poderosa fuerza naval, pero ... todas sus suposiciones resultaron equivocadas. Y ello no obstante que el atarantado de Marco Antonio cayó, como anteriormente lo había hecho Julio César, bajo los amorosos hechizos de la reina egipcia, actitud que le traería como consecuencia el escarnio en el senado romano cuando su oponente Octavio le dio una ventaneada de aquellas señalándole, de golpe y porrazo, como traidor a Roma.
Finalmente todo se decidiría en la mítica batalla naval de Actio en el año 31 a.C. en el Golfo de Ambracia, donde las fuerzas de Octavio aplastaron la coalición militar de Marco Antonio y Cleopatra. Después de aquella derrota devendría la tragedia. Marco Antonio terminaría suicidándose, Cleopatra también. El fin de Cesarion, vendría a ser igualmente triste al terminar sus días asesinado por orden de Octavio, sellando ello la leyenda de Cleopatra, reina de Egipto.
Los videos que aquí compartimos, aprovechando su inserción en el sitio You Tube, están basados en los textos Shakespeare y Bernard Shaw y constituyen, sin lugar a dudas, una particular visión de todo lo acontecido. El primero se refiere a la relación entre Cleopatra y Julio César, terminando con su asesinato; y, el segundo, refiérese a la relación de Marco Antonio con Cleopatra. Definitivamente quien vea estos video pasara momentos agradables, de eso, no nos cabe la menor duda. Febrero del 2012
Chantal López y Omar Cortés
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