Y al igual que en nuestro sol, ese proceso se genera en los miles de millones de estrellas presentes en la Via Láctea, por lo que, lo repetimos, el descubrimiento de los componentes del átomo marcó un hito en la comprensión del universo.

Se tiene ya claro que las estrellas nacen, se desarrollan y, finalmente, mueren. Ahora bien, tal nacimiento, desarrollo y muerte presenta grandes variantes dependiendo de la masa atómica de su constitución.

Por ejemplo, cuando muere una estrella su tamaño se vuelve un factor determinante, ya que según éste, podrá morir producto de una supernova (explosión estelar), o siguiendo el proceso de expansión (gigante roja), el cual, a decir de los que de esto saben, muy probablemente sea el camino que siga nuestro sol en su final; o bien convirtiéndose en un pulsar, o estrella neutrón; o deviniendo en una enana blanca, o en un hoyo negro.

Sobre todas estas formas de muerte estelar existen innumerables hipótesis, de las que se desprenden admirables elucubraciones como las referentes a los subterráneos dimensionales llegando a presuponer la existencia de un universo manifiesto en una multiplicidad de planos dimensionales, lo que nos conllevaría a admitir la existencia de una pluralidad de universos diferentes, los cuales vendrían a comunicarse a través de los llamados agujeros negros.

Julio del 2010
Chantal López y Omar Cortés