Julio César

El imperio romano

El video que ponemos a disposición del interesado en nuestra Videoteca Virtual Antorcha, aprovechando la posibilidad, brindada por You tube, en donde está albergado, dividido en dos partes, de compartirlo, aborda uno de los personajes más famosos de la antigüedad: Julio César, a quien tocaríale representar el, desde nuestra óptica, nada envidiable papel de enterrador de la República romana e, indirectamente, iniciador del gobierno unipersonalista imperial.

Su historia, salpicada de anécdotas, nos lleva al siglo primero antes de Cristo, teniendo como escenario una Roma fragmentada y convulsa en la que las deficiencias de organización del sistema oligárquico sobre el cual se encontraba sostenida la República, multiplicaba los excesos de poder de las familias reinantes y la consecuente inseguridad de la población, la que con frecuencia veíase en situaciones hartamente desagradables. Además las luchas entre las familias poderosas mantenían un perpétuo estado de guerra en el que los saqueos y asesinatos eran asuntos cotidianos. Fue aquel el marco en el que Julio César nació y se desarrolló.

En el documental que aquí colocamos no está esbozada la juventud de César. Sólo se aboca a presentarlo como perteneciente a una familia romana de mediana fortuna, precisando, eso sí, sus características personales como su amabilidad en el trato y su caracter fuerte y decidido que se constituirían en los principales rasgos de su personalidad (1).


Julio César estudiaría abogacía y ahí se distinguiría por sus facultades oratorias, además de que cultivaría el llamado arte de escribir. Cuéntase, paralelamente, que fue secuestrado por una gavilla de piratas quienes pretendieron un rescate considerable que les fue negado, lo que obligó a que Julio César conviviera por una larga temporada con éstos. Este secuestro fortalecería aún más su carácter, además de que indirectamente le brindaría la oportunidad de conocer el manejo de las armas y las tácticas de combate. Cierto o exagerado, el hecho es que después de aquella experiencia Julio César cambiaría más para bien que para mal.


Habiendo recobrado su libertad, se desarrollaría dentro de los usos y costumbres de la época, iniciando su carrera de armas en una campaña en Hispania en contra de los lucitanos; campaña en la que se distinguiría por su valor y habilidades militares. Luego, en Roma, incursionaría en la política, grillando a diestra y siniestra demostrando tener también capacidades indudables. De toda aquella turbulenta actividad política, Julio César iría estableciendo los necesarios nexos para el logro de sus objetivos. Finalmente sus relaciones le llevaron a trabar amistad con personajes como el millonario Craso y el grillote de Pompeyo el grande. Junto con ellos crearía lo que a la historia ha pasado con el nombre de primer triunvirato, estableciendo casi un pacto de sangre para quedarse con el puesto de cónsul y lograr apoderarse del Senado romano.


Después de mucho bregar, los tres personajes irían, poco a poco, consolidando su fuerza política teniendo como ejes de sus logros el poder económico de Craso, la potente personalidad de Pompeyo, y las dotes oratorias y facilidad de convencimiento de Julio César. Sus triunfos electorales los conllevaron a convertirse en una respetabilísima fuerza senatorial, lo que si bien les granjeó algunas amistades, paralelamente les generó enemigos mortales. Ya encumbrado políticamente, Julio César logra el dominio político y militar en las Galias, región a la que se trasladaría buscando consolidar en ella su poder político, militar y económico.


Fue en aquella región en la que su nombre adquiriría gran resonancia. Su primera campaña militar en contra de los helvecios, terminaría en un sonado y rotundo triunfo que alcanzaría a la misma Roma, en donde su figura comenzaría a adquirir tintes de héroe. Posteriormente hubo de guerrear contra un lider bárbaro, el cual arribó a las Galias precedido de una fama de terrible y sanguinario guerrero. Pero como siempre llega a suceder, el tan temido bárbaro era, al igual que todo el contingente militar que comandaba, terriblemente supersticioso. Al grado de que con él y su ejército marchaba un séquito de adivinadoras cuya misión era el transmitirle los designios divinos que mediante enredadas ceremonias ritualísticas supuestamente deducían. Nada tonto, Julio César supo aprovechar a las maravillas esa debilidad de los bárbaros, obligándoles a pelear cuando, gracias a su servicio de espionaje, sabía que las adivinas habían recomendado no presentar frente en determinados días, mismos en las que las fuerzas romanas acaudilladas por Julio César presentábanse a combate. Tal táctica traería como resultado que los supersiticiosos de los bárbaros viéranse obligados a huir en estampida.


Aquel triunfo encumbraría a Julio César en el terreno militar, puesto que ya libre el camino, ni tardo ni perezoso ordenó una movilización de su ejército hacia el norte, lo que significó también invadir la Britania, ensanchando con ello de manera considerable el territorio propio de Roma, y paralelamente a engrandecer aún más su nombre de cara a la población romana. No olvidemos que Julio César era ducho en el denominado arte de la escritura, virtud que logró utilizar con resultados excelentes al reportear de manera permanente sus exitosas campañas en territorio galo, logrando con ello extender su mensaje más allá de los consabidos canales oficiales, esto es, además del Senado, Roma enterábase por diversas fuentes de los reportes transmitidos por Julio César a sus seguidores.


Así las cosas, las enemistades que tenía en Roma fueron acrecentándose tanto que el grupo senatorial enemigo suyo, buscaba, a toda costa, impedir que continuase con sus victoriosas campañas militares y, prohibir la introducción de sus notas de campaña, en las que exponía sus logros en las Galias. Los senadores pretendían ejercer censura a sus notas, siendo ellos los primeros en leerlas para autorizar o no su divulgación en las ciudades romanas. Y mientras si son peras o son manzanas, Julio César arreglábaselas para sacar todo el jugo posible de su situación en las Galias. Y fue en aquellos momentos cuando se presentó un verdadero reto a las fuerzas romanas de ocupación: el arribo de un nuevo jefe de nombre Vercingétorix, cuando el asunto se puso, como comúnmente se dice, de pelos.


Este nuevo jefe bárbaro ideó una táctica de desgaste en las fuerzas invasoras, que consistía en quemar cosechas y graneros, para dificultar el aprovisionamiento de las legiones romanas; táctica que en un inicio diole excelentes resultados puesto que a los romanos no se les podía ocurrir que su enemigo realizase acciones que a él mismo afectaban y de manera drástica. En efecto, la táctica de Vercingétorix tenía efectos muy negativos sobre su mismo pueblo y ejército, e incluso puede decirse que eran más negativos los efectos entre los bárbaros que entre los romanos, ya que los segundos, al controlar militarmente accesos y caminos podían traer alimentos de otras zonas, cosa que los bárbaros no. De todas maneras, esta táctica afectó de manera severa las fuerzas de ocupación comandadas por Julio César, quien hubo de idear la manera de contrarrestarla. Finalmente, y para tristeza de los denominados bárbaros, los romanos alzaríanse con la victoria en la batalla de Alesia, lo que trajó como resultado la rendición de Vercingétorix.


Aquella victoria de Julio César se convertiría en la gota que derramó el vaso para sus enemigos políticos, quienes, definitivamente vieron el momento oportuno de actuar porque su persona alcanzaba ya la gloria, siendo alabada por amplios sectores de la población, e incluso avanzando decididamente entre los senadores al atraerse las simpatías y apoyo de aquellos sectores en el Senado que antes se mantenían neutrales. Dos hechos fortuitos, más que la actividad de sus enemigos políticos, fueron los que golpearon fuertemente la imagen y posibilidades de Julio César. El primero sería la muerte, en una emboscada militar, de su mecenas, el millonario Craso, y, el segundo el fallecimiento, al dar a luz, de su hija Julia, en ese entonces, esposa de su aliado Pompeyo el grande.


Era público y notorio que mediante el matrimonio entre Julia y Pompeyo, Julio César mantenía, de manera indirecta, claro está, un control sobre Pompeyo, al que no cejaba de lisonjear la facción senatorial enemiga buscando atraerlo a su causa. La presencia de Julia le garantizaba a Julio César que Pompeyo no iba a ceder a los chantajes del sector senatorial, puesto que su amada esposa buscaría, como siempre lo hizo, evitarlo. Pero una vez fallecida, los senadores vieron llegado su momento de ponerle un hasta aquí al pretencioso de Julio César, volviendo a Pompeyo prácticamente su hombre fuerte, enfrentándole, de hecho, a su antiguo aliado y rompiendo con ello la posibilidad de continuidad del triunvirato. Aquella actitud del sector senatorial colocó a Roma prácticamente al borde de una guerra civil, misma que no obstante se haya buscado evitar por algunos políticos inteligentes, finalmente hubo de estallar, generándose el enfrentamiento entre los ejércitos de Julio César y Pompeyo el grande.


La campaña militar de esta guerra civil, se concretó en varias regiones del mundo antiguo, teniendo sus momentos cumbres en las batallas de Fersalia, Rupsina y Tapso. Por cierto, y dicho de paso, fue durante esa época que Julio César experimentaría la aventura con Cleopatra. Finalmente, Pompeyo sucumbiría en una emboscada de fuerzas egipcias, y terminaría, aquí sí que perdiendo la cabeza, misma que le sería entregada a Julio César, a manera de tributo, por sus emboscantes. Dueño ya entonces de la situación, Julio César regresaría a Roma intentando recomponer el entramado político que se encontraba, como es de imaginarse, sumamente dañado después del choque de trenes entre él y Pompeyo el grande.

Su peculiar manera de intentar esa recompostura, afectaba directamente los intereses de la oligarquía senatorial, al vislumbrar ésta, cambios trascendentales. Esto sería lo que conllevaría al sector senatorial a complotar buscando, mediante la eliminación física de Julio César, salvar sus comprometidos intereses. El resultado final es conocido, Julio César caería apuñalado por los complotados recibiendo, nada más y nada menos que veintitrés cuchilladas.

Marzo de 2012
Chantal López y Omar Cortés




Nota

(1) Haz click aquí, si deseas leer o consultar la primera parte del escrito del historiador latino Suetonio, en Suetonio, Vida de los doce césares, México, Biblioteca Virtual Antorcha, primera edición cibernética, julio de 2006, captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés. O, en su defecto, haz click aquí, si deseas leer o consultar la segunda parte de este escrito.




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