90 aniversario luctuoso del asesinato de Emiliano Zapata
Durante los años de 1918 y 1919, el que en su momento fuese glorioso Ejército Libertador del Sur y Centro de la República Mexicana, encabezado por el general Emiliano Zapata, había devenido en tan sólo un conjunto de gavillas armadas dispersas en diferentes partes de la República, principalmente en el Estado de Morelos, en donde aun contaba con cierta presencia, más de carácter social y moral que militar, ya que las fuerzas de Emiliano Zapata eran punto menos que un cero a la izquierda, realidad de la que el caudillo sureño estaba plenamente consciente.
Así las cosas, y en mucho debido a su carácter, que no aceptaba la palabra derrota, Emiliano Zapata convirtiose, hasta cierto punto, en presa fácil para que sus irreconciliables enemigos -léase Venustiano Carranza y los principales carrancistas-, lograsen su cometido de deshacerse de tan molesto como incómodo enemigo.
El 10 de abril de 1919 fue el día en que el Caudillo del Sur, caería abatido en una despiadada celada organizada por las fuerzas comandadas por el General Pablo González, y, directamente ordenada por el llamado Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Sr. Don Venustiano Carranza.
En esta página en la que realizamos un modesto y breve homenaje al General Emiliano Zapata al cumplirse el noventa aniversario de su asesinato, incluimos:
1.- La parte final del capítulo sexto de la obra La revolución agraria del sur y Emiliano Zapata su caudillo, escrita por Don Antonio Soto y Gama, que fuera publicada en 1976 por Ediciones El Caballito.
2.- Un video, albergado en el sitio Daily Motion, del entierro de los restos mortales del General Emiliano Zapata y que constituye un valiosísimo documento.
Abril del 2009
Chantal López y Omar Cortés
PERIODO CRITICO PARA EL ZAPATISMO
Los años de 1918 y 1919 fueron aciagos para la revolución del Sur. El carrancismo reanudó su ofensiva con intensidad cada vez mayor. Todo lo favorecía: su control cada vez más completo del territorio nacional, la riqueza de su erario, el apoyo decidido de los Estados Unidos, la superioridad numérica de sus contingentes militares, la mejor organización y disciplina de éstos, y sobre todo su plétora de parque, libremente introducido por la frontera norte.
En el zapatismo, a la inversa, la situación se hacía cada vez más difícil: privado de toda clase de elementos, recluido en la región montañosa, con una escasez de parque cada vez mayor, al extremo de que muchos de los soldados zapatistas entraban al combate con sólo tres o cuatro cartuchos; sólo quedaba al zapatismo, como recurso, el ataque por sorpresa a las pequeñas guarniciones y el asedio infructuoso de las plazas de importancia, sin poder emprender en modo alguno operaciones en grande escala.
Las derrotas se hacían cada vez más frecuentes, las defecciones empezaban, la desmoralización cundía entre ciertos jefes, que cansados por la prolongación de la lucha o perdida la fe en el triunfo, o se refugiaban en las anfractuosidades de la sierra, ya sin combatir, o en su desesperación cedían a los halagos del enemigo, que los atraía con sus ofertas.
La situación de la población pacífica empeoraba, dado que el carrancismo había apelado a una táctica inhumana: arrebatar sus cosechas y su ganado a los campesinos, reduciéndolos a la indigencia y al hambre.
En esta forma se pretendía obligar al zapatismo a rendirse. Ocasiones hubo en el que el maíz que los carrancistas encontraban en las poblaciones, era entregado a las bestias caballares y mulares para su alimentación, y si aún así quedaban provisiones de semillas o mazorcas, éstas eran quemadas para que las poblaciones careciesen de todo medio de sustento.
Esto obligó a Zapata a lanzar sucesivos manifiestos en que a la vez que se denunciaban éstas y otras infamias, se apelaba al patriotismo y al espíritu revolucionario del pueblo mexicano para unirse a la causa salvadora del agrarismo, noble y firmemente representado por la Revolución del Sur.
En uno de esos manifiestos aludía Zapata a las ventajas que daba al carrancismo el apoyo extranjero, que le permitía la libre e ilimitada introducción de elementos de guerra, con los que era fácil obtener señaladas victorias contra un enemigo reducido en todos sentidos a la inopia.
Ni un peso, ni un rifle, ni un cartucho ha recibido jamás del extranjero la revolución agraria del Sur -decía Zapata- en ese manifiesto a la nación, y sin embargo, agregaba, ha podido aquélla sostenerse, heroicamente, contra todos los gobiernos durante largos años, sin perder la perseverancia ni la fe en la victoria.
No todos, sin embargo, participaban de esa heroica firmeza de Zapata.
Hubo jefes que claudicaron, entre ellos el general Domingo Arenas, a cuya defección siguieron bien pronto las de Francisco Pacheco, Lorenzo Vázquez y Otilio Montaño.
Esto era de esperarse, en virtud de que los jefes mencionados formaban, desde hacía tiempo, un grupo ligado por compromisos misteriosos, según en cierta ocasión reveló Otilio Montaño. A éste, en una reunión de Cuernavaca se le escapó la declaración terminante de que entre él, Lorenzo Vázquez y Pacheco, existía una alianza irrompible, de la que jamás se apartarían.
Zapata abrigaba sobre esto serias sospechas, al grado de que allá por el año de 1916 y 1917 (no recuerdo la fecha exacta), me hizo conocer ciertos hechos que le produjeron fundada alarma.
Al saber que en Jojutla celebraban misteriosas juntas Montaño, Pacheco y un representante de Arenas, comisionó a personas de su confianza para que los vigilase.
El comisionado, conocedor de la casa donde se celebraban esas reuniones, logró colocarse debajo de una ventana desde la cual podía oír las conversaciones.
Seguramente alguno de los asistentes a la junta se asomó a dicha ventana, situada a espaldas de la casa, y sorprendió al espía en el escondite, por lo que consideraron aquéllos indispensable hacerlo desaparecer.
Lo cierto es que Zapata jamás volvió a tener noticias de él, lo que lo persuadió de que había sido víctima de un atentado, según me lo expresó algún tiempo después.
De cualquier modo, este incidente ayuda a explicarse cómo en el ánimo de Zapata fueron formándose y creciendo las suspicacias contra el grupo de Montaño, Pacheco y Lorenzo Vázquez (al que después se adhirió Domingo Arenas).
A esas sospechas dieron plena confirmación los hechos que sucesivamente se fueron desarrollando, según veremos en seguida.
EL CASO DE MONTAÑO
Después de la misteriosa reunión de Jojutla a que me referi antes, los acontecimientos se desarrollaron en forma trágica. Las defecciones de Arenas, Pacheco y Lorenzo Vázquez se sucedieron una tras otra, y probada la culpabilidad de los aludidos, Zapata ordenó su penecución y castigo inexorable.
Por lo que hace a Montaño, Zapata se dedicó a vigilarlo, pues desde hacía tiempo desconfiaba de él.
Me refirió alguna vez que allá por 1911 o 1912, cuando el maderismo desató su ofensiva contra la revolución del Sur, Montaño se alarmó exageradamente y se atrevió a proponerle a Zapata que, dada la gravedad de la situación, deberían ambos ausentarse de la zona pelígrosa y refugiarse en algún lugar donde no fueran conocidos.
Zapata, reprimiendo su cólera, quiso ver hasta dóndé llegaba, y lo interpeló diciéndole: Pero usted no ve que seríamos fácilmente descubiertos.
Cuando a ello contestó Montaño que lo indicado sería que ambos se disfrazaran, para lo cual Zapata debería rasurarse el bigote y Montaño cubrirse los ojos con unas gafas negras, Zapata ya no pudo contener su indignación y estalló contra Montaño, diciéndole que él no era un traidor para abandonar a los suyos y que en cuanto a rasurarse el bigote, que él no era afeminado, torero ni fraile, para hacer semejante cosa, humillante y para él indigna.
Desde entonces comprendió Zapata, según me explicó, que Montaño no era hombre de ideales, capaz de sacrificarse por la causa del pueblo, y empezó a verlo con recelo.
Más tarde, con motivo del proceso que se formó al famoso Tuerto Morales por haberse pasado al enemigo, se comprobó que fue Montaño quien le aconsejó que así lo hiciera, según declaración expresa y categórica del mismo Morales.
Esto vino a aumentar la desconfianza de Zapata, que llegó al extremo cuando se dio cuenta de que entre el propio Montaño, Domingo Arenas, Pacheco y Lorenzo Vázquez había extraña confabulación, que fue dando lugar a las sucesivas defecciones de dichos amigos o aliados de Montaño.
Las cosas culminaron con la infidencia y rebelión de Lorenzo Vázquez, en la que resultó complicado Montaño.
Así lo explica con precisión y reveladores detalles el licenciado Octavio Paz en su monografía sobre el general Zapata de que tantas veces he hablado, y en virtud de que el relato de Octavio Paz está basado en datos e informaciones tomados por él escrupulosamente, consultando a testigos insospechables, juzgo preciso reproducir textualmente la narración que hace de los hechos relativos.
El general Zapata marchó con la gente que había mandado reunir en Tlaltizapán, a Buenavista de Cuéllar, a batir a Lorenzo Vázquez que encabezaba la rebelión. En pocos días lo copó, haciendo prisioneros a los principales jefes de la sublevación, sin combatir.
Don Emiliano ordenó que llevaran a su presencia a los prisioneros, y personalmente los interrogó sobre los móviles de la rebelión y quiénes la encabezaban; éstos dijeron todo lo que sabían, y era que Lorenzo Vázquez se había levantado en armas de acuerdo con Otilio Montaño, director intelectual del movimiento; que habían lanzado un Plan desconociendo a Zapata, que tenía el lema de don Benito Juárez: El Respeto al Derecho Ajeno es la Paz; que ellos no estaban en su contra, sino todo lo contrario, habían batido a Lorenzo Vázquez. Como no los creyó, les dijo que si lo tenían prisionero lo llevaran, y regresaron en efecto con su cadáver, pues ellos lo habían asesinado ...
Entre tanto, había vuelto Montaño de su comisión (de una comisión que le había dado Zapata), llegando a Tlaltizapán ... En las goteras de la población lo esperaba una escolta, y con ella se dirigía a Carmería, que había sido el Cuartel General de los sublevados y que está situado entre Puente de Ixtla e Ixcateacota.
Inmediatamente supo el general Zapata la entrada y salida de Montaño, mandando desde luego una fuerza en su persecución, que pronto le dio alcance, haciéndolo prisionero y presentándolo al Cuartel General.
A los pocos días se le formó Consejo de Guerra, estando integrado por el general Angel Barrios como Presidente, y como vocales el general Palafox y los licenciados Antonio Díaz Soto y Gama, Gregorio Zúñiga y Arnulfo Santos, fue sentenciado a muerte, pues se le comprobaron todos los cargos que pesaban sobre él, tanto por las declaraciones de los jefes sublevados, de que ya se ha hecho mención, como por una mujer, a quien había aprehendido el general Octaviano Muñoz, a la que se le recogió una caja conteniendo todos los documentos relativos a la rebelión y el famoso Plan basado en el lema de Juárez.
Este hecho de la captura de una mujer a quien se le encontró la caja a que alude Paz, me lo ha confirmado el coronel zapatista Albino Ortiz, actualmente empleado en la intendencia del edificio de la Dirección de Pensiones Civiles.
En esa forma pasaron los hechos, y no como los refieren otras personas, mal informadas, que han dado crédito a versiones absurdas o profundamente apasionadas. No tengo inconveniente, por lo demás, en recibir y valorizar las alegaciones de quienes sostienen la inculpabilidad de Montaño.
CARTA ABIERTA DE ZAPATA A CARRANZA
Año crítico fue para el zapatismo el de 1919.
El desaliento era cada vez mayor en sus filas a causa de las continuas derrotas y defecciones. Éstas se habían hecho cada vez más frecuentes, por lo que Zapata se veía obligado a hacer toda clase de esfuerzos para controlar la desmoralización que en forma alarmante cundía.
Entre otras cosas creyó necesario dirigir una carta abierta a Carranza para llamar su atención sobre la necesidad de poner fin a la anarquía y a la desorganización imperantes, abriendo el camino a un arreglo pacífico entre los bandos contendientes, mediante un patriótico intento de unificación revolucionaria (unificación que, dicho sea de paso, estaba reservada al talento y a la sagacidad política de Alvaro Obregón).
En esa carta abierta se hace un análisis de la situación y se precisan puntos de trascendental importancia.
Transcribiré algunos de sus párrafos de mayor relieve.
Comienza Zapata por explicar a Carranza que si se dirige a él en forma apremiante, lo hace a título de ciudadano que se interesa por los asuntos patrios, y con el derecho que me da -agrega con noble arrogancia- mi rebeldía de nueve años, siempre encabezando huestes formadas por indígenas y campesinos.
Voy a decir verdades amargas -continúa-; pero nada expresaré a usted que no sea cierto, justa y honradamente dicho.
Alude en seguida a la dictadura implantada desde un principio por Carranza, que él atribuye a miras personalistas, más bien que a propósitos de interés público. Su posterior intento de imponer en la Presidencia a Bonillas, habría de dar en esto la razón a Zapata.
Enjuicia al régimen carrancista por su gestión desafortunada y por su abandono de los principios revolucionarios, en materia agraria, obrera y política.
En materia agraria, las haciendas cedidas o arrendadas a los generales favoritos; los antiguos latifundios de la alta burguesía, reemplazados en no pocos casos por modernos terratenientes que gastan charreteras, kepí y pistola al cinto; los pueblos burlados en sus esperanzas.
Ni los ejidos se devuelven a los pueblos, que en su inmensa mayoría continúan despojados; ni las tierras se reparten entre la gente de trabajo, entre los campesinos pobres y verdaderamente necesitados.
En materia obrera, con intrigas, con sobornos, con maniobras disolventes y apelando a la corrupción de los líderes, se ha logrado la desorganización y la muerte efectiva de los sindicatos única defensa, principal baluarte del proletariado en las luchas que tiene que emprender por su mejoramiento.
La mayor parte de los sindicatos sólo existen de nombre; los asociados han perdido la fe en sus antiguos directores y los más conscientes, los que valen, se han dispersado llenos de desaliento.
Hoy se trata, al parecer, de infundirles vida nueva, pero con miras políticas (como siempre) y bajo la corruptora sombra del poder oficial, acabemos de ver mítines obreros presididos y patrocinados (!) por un gobernador de provincia bien conocido como uno de los servidores incondicionales de usted.
Y ya que se trata de combinaciones de orden político, asomémonos al terreno de la política, en el que usted ha desplegado todo su arte, toda su voluntad y toda su experiencia.
¿Existe el libre sufragio? ¡Mentira! En la mayoría, por no decir en la totalidad de los Estados, los gobernadores han sido impuestos por el centro; en el Congreso de la Unión figuran como diputados y senadores creaturas del Ejecutivo, y en las elecciones municipales los escándalos han rebasado los límites de lo intolerable y aun de lo inverosímil.
En materia electoral, ha imitado usted con maestría y en muchos casos superado a su antiguo jefe Porfirio Díaz.
Pero ¿qué digo? En algunos Estados no se ha creído necesario tomarse siquiera la molestia de hacer elecciones. Alli siguen imperando los gobernadores impuestos por el Ejecutivo Federal que usted representa, y allí continúan los horrores, los abusos, los inauditos crímenes y atropellos del periodo preconstitucional.
Por eso decía yo al principio de esta carta, que usted llamó con toda malicia al movimiento emanado del Plan de Guadalupe, revolución constitucionalista, siendo asi que en el propósito y en la conciencia de usted estaba el violar a cada paso y sistemáticamente la Constitución.
No puede darse, en efecto, nada más anticonstitucional que el gobierno de usted: en su origen. en su fondo, en sus detalles, en sus tendencias.
Los otros cargos que Zapata lanza contra Carranza en la carta abierta que transcribo, los daré a conocer más adelante, no sin antes hacer constar que fue tal la irritación que en Carranza produjo esta carta, que lo determinó a dar orden a Pablo González para que cuanto antes y por cualquier medio llevase a cabo la captura de Zapata, vivo o muerto, a fin de poner término a una situación que para el Primer Jefe del carrancismo era ya insoportable.
CARRANZA SE ENFURECE CON LA CARTA DE ZAPATA
Al conocer el final de la carta abierta de Zapata, que hoy transcribo, el lector podrá darse cuenta de que el lenguaje se hace cada vez más enérgico, como que se trata nada menos que de llegar a la conclusión de que, para lograr la unificación revolucionaria y la paz de la República, era indispensable que Carranza se separase del poder.
Usted gobierna -le dice Zapata a Carranza- saliéndose de los limites fijados al Ejecutivo por la Constitución ... ; usted establece y deroga impuestos y aranceles; usted usa de facultades discrecionales en Guerra, en Hacienda y en Gobernación; usted da consignas, impone gobernadores y diputados, se niega a informar a las Cámaras; protege al pretorianismo y ha instaurado en el país, desde el comienzo de la era constitucional hasta la fecha, una mezcla hibrida de gobierno militar y de gobierno civil, que de civil no tiene más que el nombre.
La soldadesca llamada constitucionalista se ha convertido en el azote de las poblaciones y de las campiñas ... Esa soldadesca, en los campos, roba semillas, ganado y animales de labranza; en los poblados pequeños, incendia y saquea los hogares de los humildes, y en las grandes poblaciones especula en grande escala con los cereales y semovientes robados, comete asesinatos a la luz del día, asalta automóviles y efectúa plagios en la vía pública, y lleva su audacia hasta constituir temibles bandas de malhechores que allanan las ricas moradas, hacen acopio de alhajas y objetos preciosos, y organizan la industría del robo a la alta escuela y con procedimientos novísimos, como lo ha hecho la célebre mafia del automóvil gris, cuyas feroces hazañas permanecen impunes hasta la fecha ...
Y sin embargo, usted acaudilló a todos esos hombres; usted, su Primer Jefe, usted sigue siendo responsable ante la ley y ante la opinión civilizada, de la marcha de la administración y de la conducta del ejército, y sobre usted recaen esas manchas y a usted salpica ese lodo.
¡Con cuánta razón los gobiernos extranjeros no tienen confianza en el de usted, y con qué justo motivo el de Francia se ha negado a recibir al enviado constitucionalista, considerándolo como el representante de una facción y no como el funcionario de un gobierno!
Alude en seguida Zapata a las tendencias germanófilas del carrancismo, y a que ello ha dado lugar a que las potencias aliadas vean con recelo y desconfianza la actitud de ese régimen.
Vuelve en seguida al tema de la política interior, y formula las siguientes declaraciones categóricas:
La política de usted, ha fracasado ruidosamente.
Usted, ofreció y anunció que por medio de un régimen dictatorial que disfrazó con el nombre de Primera Jefatura, haría la paz en la República, mantendría la cohesión entre los revolucionarios, consolidaría el triunfo de los principios de Reforma.
La paz no se ha hecho, ni se hará nunca con los procedimientos que usted emplea y con el desprestigio que sobre usted pesa. Los revolucionarios, los de la facción constitucionalista, los que usted ofreció unir, están cada vez más desunidos; así lo confesó usted en su último manifiesto, y en cuanto a los ideales revolucionarios, yacen maltrechos, destrozados, escarnecidos y vilipendiados por los mismos hombres que ofrecieron llevarlos a la cumbre.
Nadie cree ya en usted, ni en SUB dotes de pacificador, ni en sus tamaños como político y como gobernante.
Es tiempo de retirarse, es tiempo de dejar el puesto a hombres más hábiles y más honrados. Sería un crimen prolongar esta situación de innegable bancarrota moral, económica y política.
Por la intransigencia y los errores de usted, se han visto imposibilitados de colaborar en su gobierno, hombres progresistas y de buena fe que hubieran podido ser útiles a México ...
Devuelva usted su libertad al pueblo, C. Carranza; abdique usted sus poderes dictatoriales, deje usted correr la savia juvenil de las generaciones nuevas. Ella purificará, ella dará vigor, ella salvará a la patria ...
Nuevos horizontes se presentan para la patria. El señor doctor Vázquez Gómez, hombre conciliador y atingente, antiguo y firme revolucionario, invita a la unión a los mexicanos y ha encontrado una fórmula de unificación y de gobierno, dentro de la que caben todas las energías sanas, todos los impulsos legítimos, el esfuerzo de todos los intelectuales y el impulso de todos los hombres de trabajo.
Bajo esa nueva dirección se podrá hacer patria, se fundará una paz definitiva, se reorganizará el progreso, se consolidará un gran gobierno de la unificación revolucionaria.
Y para allanar esa obra que de todas maneras habrá de realizarse, sólo hace falta que usted cumpla con un deber de patriota y de hombre, retirándose de lo que usted ha llamado Primera Magistratura, en la que ha sido usted tan nocivo, tan perjudicial, tan funesto para la República.
-Emiliano Zapata.- Firmado.
El contenido y la publicación de esta carta exasperaron en tal forma a don Venustiano, que no vaciló en ordenar a Pablo González que en plazo brevísimo y sin reparar en los medios, acabase con Zapata y con el zapatismo.
Cómo cumplieron con esta comisión el general Pablo González y su incondicional Guajardo, será lo que detallaré más adelante.
Debo agregar que también influyó en el ánimo de Carranza el temor de que Zapata y Obregón pudieran entenderse en un futuro próximo, o sea al surgir el problema de la sucesión presidencial.
Debo también llamar la atención sobre un detalle revelador: la carta de Zapata se publicó el 17 de marzo de 1919, y el asesinato del Caudillo del Sur se consumó el 10 de abril siguiente, o sea a menos de un mes de distancia. Se ve, por lo tanto, que había gran prisa y gran empeño en castigar con la muerte al hombre que se había atrevido a fustigar al engreído Primer Jefe.
SE FRAGUA LA MAQUINACION CONTRA ZAPATA
Para cumplir con la orden recibida de perseguir a Zapata hasta lograr su inmediata captura, el general Pablo González y su subordinado Jesús María Guajardo concibieron una maquinación tenebrosa que había de culminar en el asesinato del Caudillo del Sur.
Empezaron, al efecto por fingir una ruptura entre ambos y por hacer llegar la noticia de esta falsa desaveniencia al conocimiento de Zapata.
Engañado así éste, en virtud de información de algunos de los suyos igualmente engañados, se dirigió en seguida, por escrito a Guajardo haciéndole notar que estaba enterado de la ingratitud de que era víctima por parte de su jefe Pablo González, y que en tal virtud lo invitaba a unirse al movimiento suriano, en donde encontraría las facilidades y la justicia que en las filas del carrancismo se le negaban.
A esa carta, de fecha 21 de marzo de 1919, contestó Guajardo en los términos siguientes:
C. Jefe de la Revolución del Sur.
Muy señor mío.
Le manifiesto a usted que en vista de las grandes dificultades que tenemos Pablo González y yo, estoy dispuesto a colaborar a su lado, siempre que se me den las garantías suficientes para mí y mis compañeros, y a la vez, mejorando mis circunstancias de revolucionario, que en esta ocasión, como en otras, se trata de perjudicarme sin razón justificada.
Agrega Guajardo que cuenta con elementos suficientes de guerra, así como municiones, armas y caballada, así como con otros elementos que sólo esperan mi resolución para contribuir a un movimiento.
Para que la farsa fuese completa, suplica a Zapata una reserva absoluta en este asunto tan delicado.
El contenido de esta carta acabó de convencer a Zapata de que Guajardo, hondamente lastimado por las inconsecuencias de su jefe Pablo González, estaba resuelto a abandonarlo para unirse al movimiento suriano, y en tal virtud dirigió nueva carta a Guajardo, en que además de ofrecerle toda clase de garantías, le manifiesta que por juzgarlo como hombre de palabra y caballero, tiene confianza en que cumplirá al pie de la letra el asunto de que se trata.
Si cree necesario advertirle a Guajardo que, ante todo, debe desarmar al traidor Victorino Bárcenas, incorporado a sus fuerzas, y que, en consecuencia, debe remitirle al mismo Bárcenas y a todos los jefes que con él están, al rancho del Tepehuaje, a fín de aplicarles el castigo que merecen.
Sobre este último punto, de gran interés para Zapata, puso dificultades Guajardo, ya que expresó no podía hacer desde luego la entrega de Bárcenas, en virtud de encontrarse éste en Cuautla, llamado por Pablo González; pero que más adelante se le daría el golpe al referido Barcenas.
Siguieron las negociaciones, Zapata envió a Guajardo un comisionado especial para ultimar los arreglos, y al fin Guajardo le pide instrucciones a Zapata sobre la forma en que debe obrar para realizar al movimiento a favor de la causa del Sur.
Por carta de 6 de abril Zapata le da instrucciones terminantes: que debe desde luego, atacar la plaza de Jonacatepec, y que una vez tomada ésta, debe regresar a San Juan Chinameca a recibir órdenes y marchar sobre Jojutla y Tlaltizapán.
Guajardo, siempre hipócrita y falso, finge cumplir con estos mandatos: simula al efecto el ataque sobre la plaza de Jonacatepec, que defendía el jefe carrancista Daniel Ríos Zertuche. Éste, que tenía ya instrucciones de Pablo González y del mismo Guajardo para colaborar en la farsa, fingió un rudo combate en que las armas, cargadas con cartuchos de salva, causaron varios muertos que en seguida recibieron sepultura.
Así narra los hechos Baltasar Dromundo, que con razón comenta: la farsa seguía a maravilla.
Guajardo desempeñaba su papel a la perfección y sin el menor escrúpulo.
Cuando Zapata exige la entrega de Victoriano Bárcenas, Guajardo acude a pretextos para no hacerla de inmediato; pero, en cambio, pone a disposición de Zapata a los jefes subalternos del propio Bárcenas.
Zapata, que había recibido continuas quejas e informaciones de los incalificables abusos y atentados cometidos contra la población pacífica por la gente de Bárcenas, se mostró inexorable en el castigo de esos malhechores. Ordenó el fusilamiento de los jefes que Guajardo le entregaba para hacer creer en su lealtad, y Zapata, engañado por ese maquiavélico proceder, ya no abrigó duda alguna acerca de Guajardo. Inútiles fueron cuantas advertencias le hicieron para que tomase precauciones contra cualquiera asechanza.
Al haberse ganado la confianza de Zapata, Guajardo tenía abierto ya el camino para la consumación de sus siniestros designios.
En forma artera y felónica preparó la celada que había de costar la vida a su víctima.
COMO FUE LA MUERTE DE ZAPATA
Para dar a conocer la tragedia de Chinameca y los hechos que inmediatamente la precedieron, me apoyaré en el parte oficial rendido al general Magaña por el mayor Salvador Reyes Avilés, Secretario Particular que fuera del general Zapata.
Explica dicho parte que este último al ver que Guajardo tomaba Jonacatepec, aparentemente a sangre y fuego, y que cumplía la promesa de entregarle para su castigo a los subordinados del traidor Victorino Bárcenas, cobró confianza e invitó a Guajardo a que tuvieran una primera entrevista, acompañado cada uno de una escolta de sólo treinta hombres.
La entrevista se celebró en Tepalcingo, y allí acudieron ambos, sólo que Guajardo, en lugar de presentarse con sólo la escolta convenida, se hizo acompañar por seiscientos hombres de caballería y una ametralladora.
Al ver Zapata a Guajardo, lo recibió cordialmente y lo felicitó por haberse adherido a la causa del Sur.
Hizo más: al saber que Guajardo venía enfermo, le ofreció caballerosamente una pócima para su curación; gentileza a la que pocas horas después correspondería Guajardo con la felonía.
Celebrada la entrevista de Tepalcingo, se separaron Zapata y Guajardo, citándose para el día siguiente en las cercanías de Chinameca.
Al llegar allí en la mañana del 10 de abril de 1919, corrieron rumores de que el enemigo se aproximaba: por lo que el General Zapata, de acuerdo con Guajardo, arregló los dispositivos de combate: Guajardo atacaría al enemigo por la llanura, mientras que Zapata, le haría frente en un punto conocido con el nombre de la Piedra Encimada.
La alarma resultó falsa, pues el enemigo no apareció por parte alguna, y entonces Guajardo aprovechó la oportunidad para invitar a Zapata a almorzar con él en el interior del casco de la Hacienda de Chinameca, el cual forma un recinto completamente cerrado por alta muralla y que sólo tiene una entrada protegida por una fachada provista de almenas.
Por esa puerta tenía que entrar forzosamente Zapata si aceptaba la invitación, como lo hizo, y en ese instante se consumó la tragedia, en la forma innoble que el parte aludido, detalla.
Vamos a ver al coronel, dijo el jefe Zapata: que vengan nada más diez hombres conmigo, ordenó. Le seguimos diez, tal como él lo ordenara, quedando el resto de la gente, muy confiada, sombreándose debajo de los árboles y con las carabinas enfundadas. La guardia formada (la de la gente de Guajardo) parecia preparada para hacerle los honores (al Jefe Zapata). El clarín tocó tres veces llamada de honor, y al apagarse la última nota, al llegar el general en jefe al dintel de la puerta, de la manera más alevosa, más cobarde, más villana, a quemarropa, sin dar tiempo para empuñar las pistolas, los soldados que presentaban armas, descargaron dos veces sus fusiles y nuestro inolvidable general Zapata cayó para no levantarse más. Su fiel asistente, Agustín Cortés, moría al mismo tiempo. Palacios debe haber sido asesinado en el interior de la hacienda. La sorpresa fue terrible; los soldados del traidor Guajardo, parapetados en las alturas, en el llano, en la barranca, por todas partes (cerca de mil hombres), descargaban sus fusiles sobre nosotros. Bien pronto la resistencia fue inútil; de un lado éramos un puñado de hombres consternados por la pérdida del jefe y del otro un millar de enemigos que aprovechaban nuestro desconcierto para batirnos encarnizadamente. Así fue la tragedia, así correspondió Guajardo, el alevoso, a la hidalguía de nuestro general en jefe. Así murió Emiliano Zapata. Así mueren los valientes, los hombres de pundonor, cuando sus enemigos, para poder enfrentarse a ellos, recurren a la traición y al crimen ...
El Mayor S. Reyes Avilés.- Firmado.
La versión de los hechos contenida en el parte anterior, me ha sido confirmada por todos los testigos presenciales de quienes, a raíz de los sucesos, solicité informes sobre el particular.
En cuanto a la actitud de Carranza, baste decir que premió al Coronel Guajardo por su hazaña, elevándolo al grado inmediato de general y otorgándole una gratificación de cincuenta mil pesos ...
Como la indignación me llevaría demasiado lejos si yo comentase este incalificable crimen, me limitaré a decir que el juicio de la posteridad contra Carranza, tiene que ser muy severo, como lo ha sido ya el de todos los contemporáneos no cegados por un personalismo ciego, y que será indiscutiblemente) uno de los más graves cargos que la historia formule contra don Venustiano.
Díaz Soto y Gama, Antonio, La revolución agraria del sur y Emiliano Zapata su caudillo, México, Ediciones El Caballito, 1976, págs. 227 a 238.
Captura y diseño: Chantal López y Omar Cortés , para la Videoteca Virtual Antorcha.
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